Prohibido sobornar
El profesional, a ambos lados del oc¨¦ano, sabr¨¢ siempre si est¨¢ haciendo algo a cambio de algo
En el postmundo digital circulan con alguna profusi¨®n c¨®digos, recetas, deontolog¨ªas, gu¨ªas para la pr¨¢ctica del periodismo. Y en una de ellas leo: ¡°El periodista no aceptar¨¢, ni directa, ni indirectamente retribuciones o gratificaciones de terceros por promover, orientar, influir o publicar informaciones u opiniones de cualquier naturaleza¡±. O sea que queda terminantemente prohibido dejarse sobornar. Declaraci¨®n que de tan obvia suscita algunas consideraciones.
Generalizar puede ser, si embargo, abusivo y lo que vale para un contexto cultural puede no valerlo para otro. En Europa no hay que recordarle a nadie que el soborno est¨¢ muy feo, lo que no significa, sin embargo, que no exista. Yo mismo he conocido casos ocurridos en mi cercan¨ªa que se saldaron con el despido fulminante y hubo una ¨¦poca en que en Espa?a se hablaba sarc¨¢sticamente de los sobrecogedores, los que ¡°cog¨ªan los sobres¡±. Pero en los c¨®digos deontol¨®gicos de los peri¨®dicos no hace ninguna falta recordar lo obvio. Eso no niega, sin embargo, que pueda ser ¨²til recordatorio en pa¨ªses donde hasta hace solo unas d¨¦cadas el anunciante gratificaba directamente al redactor, o la propia publicidad del diario aconsejaba, como yo mismo he visto, a la redacci¨®n tratar este o aquel tema para conseguir avisos. Recuerdo un simposio en Mosc¨² a principios de este siglo, cuando se estrenaba en Rusia algo que empezaba a ser libertad de prensa, en el que el redactor jefe de un diario local afirmaba que periodismo y publicidad eran incompatibles porque la una manipulaba al otro, lo cual pod¨ªa ser verdad all¨ª en aquel momento, pero no m¨¢s. Y en particular en Am¨¦rica Latina, donde la presi¨®n del poder y las empresas sobre la prensa es mucho mayor que en Europa, esa fuerza ejercida es asimismo una forma de soborno, pero con la peculiaridad de que no le cuesta un c¨¦ntimo al que soborna. Al resultado hay quien lo llama tambi¨¦n autocensura.
Tras esa primera cuesti¨®n no es ociosa una consideraci¨®n de t¨¦cnica period¨ªstica. El texto reproduce todos los vicios de lo que yo llamo el chip colonial, el lenguaje administrativo, el del poder que se dirige m¨¢s al s¨²bdito ¡ªde ah¨ª la alusi¨®n a lo colonial¡ª que al ciudadano, que es precisamente lo contrario de lo que tienen que hacer los peri¨®dicos que ser¨ªa tomar el lenguaje de german¨ªas, en este caso el estilo documental que en el texto aparece en ¡°directa o indirectamente¡±, ¡°retribuciones o gratificaciones¡±, ¡°informaciones u opiniones de cualquier naturaleza¡±, que recargan, no a?aden nada, cuando lo que se deber¨ªa haber hecho era traducir esa burocracionitis a un directo lenguaje informativo: ¡°El periodista no aceptar¨¢ retribuciones de terceros por publicar o promover la publicaci¨®n de cualquier clase de textos¡±.
El soborno, en ¨²ltimo t¨¦rmino, puede presentar en ocasiones contornos difusos. ?Es soborno que una empresa invite a almorzar y pretenda crear una buena impresi¨®n, lo que es perfectamente correcto, e influir as¨ª en el ¨¢nimo del periodista? Pero el profesional, a ambos lados del oc¨¦ano, sabr¨¢ siempre si est¨¢ haciendo algo a cambio de algo, si por una comida o un viaje est¨¢ devolviendo favores, con lo que la sumaria advertencia del c¨®digo no adjuntar¨¢ nada que no se sepa.
Pero todo ello se resume en lo que me parece una cuesti¨®n de mucha mayor gravedad: tanta codificaci¨®n equivale a casi un pensamiento m¨¢gico, como si en el periodismo hubiera una respuesta para cada problema, como si tres por tres fueran siempre nueve, como si los c¨®digos, cuya existencia particular, adaptados y adoptados por cada diario, s¨ª que pueden tener pleno sentido, nunca son, en cambio, una llave maestra para resolver los intr¨ªngulis que plantee el trabajo.
Los mejores diarios europeos han resuelto el problema a trav¨¦s de una f¨®rmula infinitamente m¨¢s eficaz llamada por lo general libro de estilo. Esa es la Constituci¨®n de cada peri¨®dico, la relaci¨®n de derechos y deberes de que se ha dotado, de acuerdo con la cual sus redactores deben regirse como profesionales. Y no parece necesario que en ese contexto haga falta comunicarles que est¨¢ prohibido dejarse sobornar.
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