La herida racial sangra en Chicago
La ciudad de Obama, uno de los presidentes m¨¢s progresistas de EE UU, es un s¨ªmbolo de la fractura del pa¨ªs, por la marginaci¨®n y el aumento de la desigualdad
¡°Ya viene otro¡¡±, dijo para s¨ª Alvin Love. A mediados de los ochenta, por el despacho de este entonces joven reverendo, sol¨ªan dejarse ver algunos chicos pidiendo cinco d¨®lares para un bocadillo. Era Chicago, era el duro distrito del South Side, y la primera vez que lo vio, el reverendo crey¨® que el veintea?ero larguirucho que estaba en el umbral de su puerta, llamado Barack Obama, era uno de ellos. ¡°?Ya viene otro¡!¡¯, pens¨¦, me acuerdo perfectamente¡±, repite Love la an¨¦cdota, entre risas. Pero el tipo, un trabajador social que hab¨ªa llegado a la ciudad procedente de Nueva York, estaba all¨ª solo en busca de algo de su tiempo, de conversaci¨®n. Le pidi¨® 15 minutos, se llev¨® dos horas.
Dice Love, a¨²n pastor de la Iglesia baptista de Lilydale, que le impresionaba su cascada de preguntas sobre el barrio, sobre la comunidad, su af¨¢n por conocer cada detalle. Obama le dec¨ªa, recuerda el reverendo, que para poder lograr resultados, deb¨ªa conocer muy bien el terreno. ¡°Yo creo que eso no ha cambiado en ¨¦l, tiene una actitud muy de activista, de trabajador social, y este fue un buen sitio para empezar. Obama, para m¨ª, sue?a a lo grande, pero acepta los logros peque?os, poco a poco, y si trabajas en una comunidad las cosas son un poco as¨ª¡±, opina.
Treinta a?os despu¨¦s, el padre Love era uno de los asistentes al discurso de despedida de Obama tras ocho a?os de Gobierno, un acto multitudinario en una ciudad escogida a conciencia: Chicago. All¨ª admiti¨® amargamente que lo simb¨®lico de su presidencia, la primera de un negro en la historia de Estados Unidos, no hab¨ªa logrado los avances reales en el d¨ªa a d¨ªa, no, al menos, a la altura de las expectativas generadas, de aquella ola de Obaman¨ªa de 2008. ¡°Despu¨¦s de que yo saliera elegido, se habl¨® de una Am¨¦rica posracial. Esa visi¨®n, aunque bienintencionada, nunca fue realista. La raza sigue una fuerza potente y divisiva en nuestra sociedad¡±.
Como si fuera un capricho del guion, tres d¨ªas despu¨¦s de esas palabras, el departamento de Justicia publicaba un informe demoledor sobre la polic¨ªa de Chicago, en el que acusaba al cuerpo de una violaci¨®n sistem¨¢tica de los derechos civiles y uso excesivo de la violencia dirigido especialmente a negros y latinos. Unos d¨ªas antes, se hab¨ªa sabido que el n¨²mero de homicidios hab¨ªa llegado a su m¨¢ximo en dos d¨¦cadas, 762, m¨¢s que Nueva York y Los ?ngeles juntas, que cuadruplican su poblaci¨®n.
Violencia racial
Que la ciudad de Obama, uno de los presidentes m¨¢s progresistas de la historia americana, sea una de las m¨¢s segregadas y de las m¨¢s violentas, es un buen s¨ªmbolo de la frustraci¨®n con la que el dem¨®crata deja la presidencia, marcada en los dos ¨²ltimos a?os por brotes de violencia racial (v¨ªdeos de disparos policiales contra negros desarmados, por el asesinato de polic¨ªas por parte de un hombre negro en Dallas¡). Que, al mismo tiempo, la metr¨®polis atraiga tantos negocios, posea tanta cultura y est¨¦ en la ¨¦lite acad¨¦mica mundial, ilustra lo fragmentado de Estados Unidos.
Al centro tomado por rascacielos de infarto, por ese metro elevado que serpentea entre edificios y teatros, le rodean las barriadas desangeladas en las que empez¨® a trabajar el Barack Obama reci¨¦n llegado a la ciudad, en junio de 1985. Por la calle de su primer apartamento, un edificio modesto cerca de la zona universitaria, apenas pasea un alma. El propio pol¨ªtico ha hablado y escrito con devoci¨®n de aquellos a?os, sin dejarse el detalle de cuando bes¨® por primera vez a Michelle Robinson ¡ª¡°la chica del South Side¡±, dijo el pasado martes, en su discurso de despedida¡ª frente a una helader¨ªa. La historia tiene todos los ingredientes para dibujar al joven Obama activista, idealista, seductor de masas. Pero su actual hogar, en cambio, es una casa imponente protegida a conciencia en un barrio residencial que cost¨® unos dos millones de d¨®lares, seg¨²n webs inmobiliarias. El Chicago que recuerda al Obama senador y presidente.
Asiaha Butler es impulsora de una agrupaci¨®n de vecinos de Englewood, una de las zonas m¨¢s castigadas de la ciudad, cuyas siglas forman la palabra RAGE (Rabia). Tiene un ¡°sentimiento mezclado¡± cuando se pone a valorar la era Obama en la Casa Blanca. ¡°Ha sido un gran s¨ªmbolo, son hermosos y para muchos j¨®venes de aqu¨ª verlos ha sido estimulante, pero al mismo tiempo muchas de sus pol¨ªticas a quien m¨¢s han perjudicado ha sido a los pobres y a las minor¨ªas, la vivienda, los cierres de escuelas¡, el aumento de la desigualdad¡±, reflexiona Butlet. ¡°Pero tampoco ¡ªrecalca¡ª se le puede culpar de las tensiones raciales, en ocho a?os no se puede cambiar ni Chicago, ni tampoco Am¨¦rica¡±.
¡°Dale diversidad y ser¨¢ el rey del lugar¡±
Chicago, dec¨ªa el reportero pol¨ªtico Norman Mailer, es la gran ciudad americana. ¡°Nueva York es una de las grandes capitales del mundo y Los ?ngeles una constelaci¨®n de pl¨¢stico, San Francisco es una dama. Pero Chicago es una gran ciudad americana. Seguramente es la ¨²ltima de las grandes ciudades americanas¡±, escribi¨®. Era tambi¨¦n la ciudad donde un joven como Obama pod¨ªa dejar huella con m¨¢s facilidad, en sus centros deportivos, parroquias o escuelas. La formaci¨®n pol¨ªtica de Obama se labr¨® en esos lugares, interrogando y movilizando a la gente, pero sin grandes algaradas. ¡°A Barack le gusta la gente y crea fuerte v¨ªnculos¡±, cuenta Jerry Kellman ¡ªun hist¨®rico activista que le dio su primer empleo como trabajador social¡ª en The Bridge, la gran obra sobre el ascenso de Obama, de David Remnick. ¡°A diferencia de Nueva York ¡ªdice Kellman¡ª all¨ª pod¨ªa hacerlo, hab¨ªa oportunidad de intimar¡±. ¡°Se enamor¨® de la ciudad y en el South Side se encontr¨® en su h¨¢bitat¡±, contin¨²a. ¡°Da diversidad a Obama y se convertir¨¢ en el rey de la habitaci¨®n¡±.
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