De Texas a Washington: un d¨ªa con tres latinas que encumbraron a Trump
La historia que refleja la heterogeneidad de la coalici¨®n que vot¨® al republicano
El vest¨ªbulo del hotel Washington Plaza es a las seis de la ma?ana un microcosmos del universo Trump. Gente blanca con las gorras rojas con el lema Volver a hacer grande Am¨¦rica, el grito electoral del nuevo presidente estadounidense. Abundan las referencias patri¨®ticas en las solapas de los abrigos. Hay nervios y prisas mientras se planea c¨®mo llegar hasta la explanada del National Mall para seguir la toma de posesi¨®n, seis horas despu¨¦s, del republicano Donald Trump.
Pero el vest¨ªbulo es tambi¨¦n un espejo de la heterogeneidad de la coalici¨®n que ha catapultado a Trump a la Casa Blanca. El magnate inmobiliario no solo gan¨® las elecciones con el voto del hombre blanco rural, hastiado del establishment pol¨ªtico y la fuga de empleos industriales en el Medio Oeste. Su discurso populista sedujo a j¨®venes, mujeres y latinos como Hilda Garza, de 62 a?os y origen mexicano, Jeny S. Mart¨ªnez, de 53 a?os y nacida en Colombia, y Priscilla Gabrielle Dur¨¢n, estadounidense de 19 de quinta generaci¨®n con ra¨ªces latinas.
Las tres, que esperan a un taxi en el vest¨ªbulo del hotel, han viajado desde Texas a Washington para presenciar por primera vez una toma de posesi¨®n. ¡°Ha empezado un movimiento¡±, proclama Garza, de las primeras latinas en afiliarse, en los a?os setenta, al Partido Republicano y que fue una de las delegadas de Texas en la convenci¨®n republicana del pasado julio que design¨® a Trump candidato.
Las tres mujeres viven en los alrededores de McAllen (Texas), una burbuja dem¨®crata en un feudo republicano, a 12 kil¨®metros de M¨¦xico. Conocen de cerca la realidad de la frontera. Como latinas y republicanas, no se sienten inc¨®modas ante la ret¨®rica de mano dura contra la inmigraci¨®n que propugna Trump. Todo lo contrario. Coinciden con el presidente en que hay que construir un muro fronterizo y, como ¨¦l, creen que desde M¨¦xico cruzan violadores y otros criminales.
Garza y Mart¨ªnez esbozan una brecha enorme entre su historia personal ¡ªsus padres, dicen, llegaron legalmente a EE UU¡ª y las de los inmigrantes indocumentados. No se sienten identificadas con ellos. Se quejan de que los sin papeles abusan del servicio m¨¦dico. ¡°?Por qu¨¦ los atienden antes que a nosotros?, ?Por qu¨¦ no hay dinero para cuidar a veteranos de guerra?¡±, interviene Dur¨¢n. ¡°Necesitamos un muro alrededor de nuestro pa¨ªs¡±, reclama Garza.
Las tres son devotas de Trump. No se les oye ni un reproche. Consideran un bulo las acusaciones sexuales contra el republicano porque, esgrimen, no se ha demostrado nada m¨¢s all¨¢ del lenguaje sexista que empleaba el magnate en un v¨ªdeo de 2005.
Lo consideran un gestor eficiente y ponen de ejemplo los anuncios de las empresas automovil¨ªsticas que aumentar¨¢n su producci¨®n en EE UU y aplauden imponer aranceles. Mientras que sus rivales alertan de posibles tics autoritarios de Trump y del peligro de su discurso soez, ellas ven a un adalid de la anticorrecci¨®n pol¨ªtica que dice lo que todos piensan y nadie se atreve a expresar.
¡°Hay muchos latinos que apoyan a Trump¡±, subraya Dur¨¢n. La joven asegura que la mayor¨ªa de sus compa?eros universitarios apoyaron al republicano, y acusa a los medios de comunicaci¨®n de ocultarlo. Como Trump.
Territorio rival
Los trumpianos est¨¢n en territorio rival: casi nadie en Washington vot¨® por el republicano en las elecciones. Su est¨¦tica llama la atenci¨®n en la capital norteamericana, pero estos d¨ªas la han hecho suya. Ellos son los protagonistas y est¨¢n exultantes.
Seg¨²n avanza el taxi desde el hotel hasta la explanada del Mall, crece la emoci¨®n entre las tres mujeres. ¡°Es el fruto de nuestro trabajo, rompimos todos los pron¨®sticos¡±, dice Garza. ¡°Es el fin de un error, no de una era¡±, interviene su compa?era Mart¨ªnez en referencia al final de la presidencia del dem¨®crata Barack Obama, al que tilda de socialista.
Todav¨ªa est¨¢ oscuro cuando las tres acceden a la zona de la investidura. Rodeadas de un mar de gorras rojas, la espera hasta el mediod¨ªa se hace larga. Cuando Trump sube al escenario, estalla el j¨²bilo.
Con un discurso nacionalista y aislacionista, el ya presidente promete a los ¡°olvidados¡± que dejar¨¢n de serlo. ¡°Ha sido un discurso duro pero motivador¡±, sostiene Garza. ¡°Ha dicho lo que sus votantes quer¨ªan o¨ªr y ha sido consistente con el mensaje que tiene desde sus inicios¡±.
Al poco de terminar la ceremonia, un helic¨®ptero militar despeg¨® en los alrededores del Capitolio. Varios entre el p¨²blico especularon con que transportaba a Obama a la base militar desde la que viaj¨®, con destino a California, por ¨²ltima vez a bordo del Air Force One. Dos hombres se miraron, sonrieron y dijeron con sorna: ¡°Adi¨®s Obama¡±.
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