Luis Almagro desnuda a la dictadura cubana
El secretario general de la OEA escandaliza a pol¨ªticos, diplom¨¢ticos e intelectuales latinoamericanos por llamar 'dictadorzuelo' a los 'dictadorzuelos'
Al anunciar que viajar¨ªa a La Habana a recibir un premio de manos de disidentes que piden democracia en Cuba, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, ha forzado al r¨¦gimen de Ra¨²l Castro a prohibirle el ingreso con argumentos ¡°bastante rid¨ªculos¡±. Almagro ha aprovechado la oportunidad para aleccionar a la dictadura con una clase sobre democracia: le ha explicado que quer¨ªa ¡°honrar la memoria de Oswaldo Pay¨¢¡±, un activista prodemocracia probablemente asesinado por el r¨¦gimen, y le ha pedido no ¡°criminalizar al grupo Cuba Decide (fundado por la hija de Pay¨¢) pues los mecanismos constitucionales de democracia directa que proclaman (la necesidad de un plebiscito en Cuba) son un instrumento esencial para la expresi¨®n de los pueblos¡±.
Con esta y otras acciones por el estilo, el secretario general de la OEA contin¨²a recibiendo elogios en p¨²blico y privado, pero tambi¨¦n viene escandalizando a un buen n¨²mero de pol¨ªticos, diplom¨¢ticos e intelectuales latinoamericanos, a quienes les preocupa que el excanciller de Mujica ande llamando dictadorzuelo a los dictadorzuelos y tendiendo la mano a grupos de la sociedad civil en pa¨ªses gobernados por reg¨ªmenes autoritarios, incluso sin el permiso de estos.
Los escandalizados vienen en dos tipos, los que son p¨²blicos en su rechazo a Almagro, o sea, los funcionarios y partidarios de la dictadura de Cuba y de los reg¨ªmenes autoritarios-competitivos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, y los que lo hacen en secreto, ¡°diplom¨¢ticamente¡±, porque son funcionarios ¡°de carrera¡± de cuanta canciller¨ªa latinoamericana les form¨® en las artes asc¨¦ticas de mantener la misma etiqueta y protocolo ¡ªeficaz, gentil y obsecuente¡ª bajo el presidente electo de hoy, el caudillo anticomunista de ma?ana, y el dictador de izquierdas de pasado ma?ana.
Los cr¨ªticos de Almagro esgrimen dos argumentos importantes. Uno es que, seg¨²n ellos, la OEA no es diferente de la ONU en que se trata simplemente de una organizaci¨®n intergubernamental encargada de proveer una plataforma a los representantes de pa¨ªses, y, por tanto, debe acoger en su seno con el mismo derecho a voz y voto, y con los mismos honores debidos a cualquier jefe de Estado, a Allende igual que a Pinochet, a Videla como a Alfons¨ªn, a Carlos Andr¨¦s P¨¦rez como a Nicol¨¢s Maduro.?
El segundo argumento es que lo que hace Almagro al criticar al r¨¦gimen venezolano es contrario a la tradici¨®n de la OEA, ya que, si bien desde su creaci¨®n en 1948 tendr¨ªa en teor¨ªa que haberse interesado en promover valores de la democracia representativa, en la pr¨¢ctica desde su p¨²lpito se critic¨® solamente a la dictadura de Castro en Cuba, que fue suspendida en 1962, y se guard¨® un silencio c¨®mplice ante las dictaduras anticomunistas de todo el continente a lo largo de la Guerra Fr¨ªa.?
Los cr¨ªticos de Almagro se equivocan por partida doble.
A diferencia de la ONU que ha tenido a dos dictaduras (China y Rusia) en su Consejo de Seguridad desde sus inicios, la OEA es una organizaci¨®n creada por democracias y dedicada a la democracia. Desde sus inicios con la adopci¨®n de la Carta de la OEA en 1948, con mayor fuerza desde la reforma de dicha Carta en 1992, y culminando con la aprobaci¨®n de la Carta Democr¨¢tica Interamericana (CDI) en 2001, la OEA tiene el deber de promover los elementos esenciales de la democracia: libertad de prensa, independencia del poder judicial, elecciones libres y justas, y alternancia en el poder.
Es m¨¢s, mientras en la ONU las dictaduras de Arabia Saudita, China, Cuba, Egipto y Ruanda integran el Consejo de Derechos Humanos, el Secretario General de la OEA tiene la obligaci¨®n de procurar la ¡°suspensi¨®n de toda participaci¨®n en los ¨®rganos de la OEA¡± de cualquier r¨¦gimen antidemocr¨¢tico que hubiera tomado control del gobierno de un estado miembro, ya sea porque lleg¨® al poder a trav¨¦s de un golpe perpetrado contra un presidente democr¨¢tico, o porque, habiendo sido electo en elecciones libres y justas, este haya erosionado la democracia de manera gradual, sostenida y sistem¨¢tica hasta el punto de tornarse un r¨¦gimen autoritario o dictatorial, como es el caso de Venezuela, donde ni siquiera hay garant¨ªa ya de elecciones futuras.
En segundo lugar, no es cierto que la OEA no haya dicho nada durante la Guerra Fr¨ªa. Aunque guard¨® silencio ante las dictaduras de Videla y Pinochet, la OEA fue en ese entonces capaz de condenar a los reg¨ªmenes tir¨¢nicos de Trujillo en 1960, de Castro en 1962, de Somoza en 1979, y de Noriega en 1989, a¨²n sin herramientas como la Carta Democr¨¢tica.
Las primeras dos condenas, contra Trujillo y Castro, fueron posibles gracias al expresidente venezolano R¨®mulo Betancourt, un l¨ªder socialdem¨®crata de principios que cre¨ªa en una OEA sin dictaduras y que recuerda mucho a Almagro.
Los hispanoamericanos que tenemos la suerte de no vivir en dictadura, debemos abandonar la indiferencia porque esta le deja el micr¨®fono a los escandalizados con las acciones de Almagro. En vez de eso, debemos apoyar en voz alta a los millones de venezolanos y cubanos que hoy arriesgan la vida para pedir democracia en sus pa¨ªses. Debemos apoyar a Almagro.
Javier El-Hage es director jur¨ªdico y Thor Halvorssen es presidente de Human Rights Foundation, una organizaci¨®n con sede en Nueva York. @JavierElHage y @ThorHalvorssen
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