La agenda alternativa de Trump abre fisuras entre los republicanos
Los conservadores exigen al presidente que ataque el gasto en sanidad y seguridad social
Donald Trump siempre ha seguido su propio camino. Lo hizo como tibur¨®n inmobiliario, luego como candidato y ahora como presidente de Estados Unidos. Previsible s¨®lo en su imprevisibilidad, el mandatario acaba de sorprender a su propio partido. Lejos de emprender los esperados recortes en sanidad y seguridad social, las dos se?as de identidad de los republicanos, el primer esbozo presupuestario de Trump ha pasado de puntillas sobre estas partidas e incluso se ha deslizado que evitar¨¢ tocarlas. La sombra de una agenda alternativa ha sacudido a los republicanos. Perplejos, empiezan a ver al fen¨®meno Trump en toda su dimensi¨®n.
En el horizonte de Washington pesa una cifra: 20 billones de d¨®lares. Es la inmensa deuda acumulada por Estados Unidos y el blanco favorito de la mayor¨ªa republicana. Aligerar esa carga, cuyos intereses absorben el 6% de todo el presupuesto, constituye para los conservadores la tarea fundamental de la Casa Blanca.
Hastiados por las tormentas que desata el presidente a su paso, el grueso de los republicanos desea que abandone sus peleas con la prensa y los servicios de inteligencia, y se centre en un programa de recortes lo suficientemente fuerte para sacar pecho ante sus electores. Los programas sanitarios y de la seguridad social, que representan casi el 50% de las cuentas, figurar¨ªan entre las primeras v¨ªctimas de esta purga.
Para sorpresa de sus correligionarios, liderados por el presidente de la C¨¢mara de Representantes, Paul D. Ryan, la Casa Blanca se ha resistido, de momento, a tocar ninguno de estos cap¨ªtulos. En su primer esbozo presupuestario Trump ha apostado por un fuerte incremento de la partida militar (9%, la mayor desde 2008) que pretende compensar con un difuso plan de recortes generales, donde la ¨²nica poda conocida recae en el Departamento de Estado y sus programas de ayuda exterior.
Esa maniobra le ha distanciado del n¨²cleo republicano. No entienden por qu¨¦ no ha sacado el hacha contra sus objetivos preferidos. La respuesta a¨²n est¨¢ en el aire, pero los primeros indicios apuntan a un dilema.
El patriotismo econ¨®mico de Trump, la teor¨ªa que comparte casi a ciegas con su estratega jefe, Steve Bannon, propugna la vuelta de Estados Unidos a sus fronteras, la retirada de la ayuda exterior, la persecuci¨®n fiscal de las empresas que tercericen fuera y el fomento de la militarizaci¨®n como vector industrial. Este nacionalismo se alimenta de constantes apelaciones a la recuperaci¨®n de la clase obrera, blanca y empobrecida, que le vot¨®. A nadie se le escapa que atacar de frente los programas de sanidad y pensiones supone una decisi¨®n de escala mayor que puede a hacer oscilar la orientaci¨®n del voto. Liquidar el Obamacare afectar¨ªa, de hecho, a 22 millones de personas que ya disponen de un seguro por esta v¨ªa. ¡°Es un tema incre¨ªblemente complejo; nadie sab¨ªa que la sanidad pudiera ser tan complicada¡±, dijo Trump este lunes en una reuni¨®n de gobernadores.
El comp¨¢s de espera se ha abierto. La divisi¨®n entre la Casa Blanca y los parlamentarios no es virulenta. Los primeros pasos presupuestarios siguen sin convencer, pero el margen es amplio. El hombre designado por Trump para dirigir la Oficina del Presupuesto, Mick Mulvaney, es un conocido defensor de los recortes en sanidad y seguridad social. ¡°El presupuesto cumplir¨¢ con la palabra dada por el presidente¡±, ha dicho.
A esta garant¨ªa, los republicanos suman el mensaje que esperan que el presidente dirija en la noche del martes en su primera comparecencia ante el Congreso. ¡°Queremos o¨ªr su agenda; hay mucho trabajo que hacer y esperamos una visi¨®n de optimismo¡±, advirti¨® Paul D. Ryan.
La Casa Blanca es consciente del reto. Tras 40 d¨ªas de gobierno, Trump se presenta ante los senadores y congresistas con la valoraci¨®n m¨¢s baja de un presidente a estas alturas de mandato desde la Segunda Guerra Mundial (44% a favor frente a un 48%) . Tampoco ha logrado superar la polarizaci¨®n. Por el contrario, la ha ahondado. Habitualmente los mandatarios primerizos contaban con la simpat¨ªa de un tercio del electorado contrario, en el caso del multimillonario neoyorquino s¨®lo un 9% de los dem¨®cratas le guarda respeto.
En esta cuerda floja, los republicanos desean que el presidente abandone el caos en el que se ha instalado y marque las grandes l¨ªneas de futuro. La rebaja fiscal, la desconstrucci¨®n de la reforma sanitaria y la reducci¨®n de la deuda son algunas de las propuestas que esperan ver esbozadas. En la mano de Trump est¨¢ satisfacerlas o marcar su propio rumbo.
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