Domesticado y sin garras por una hora
El trumpismo seguir¨¢ mientras el presidente use Twitter y Bannon est¨¦ en la Casa Blanca
El nuevo Trump que tanto se ven¨ªa anunciando desde su toma de posesi¨®n ha llegado al fin. Al menos por una hora, el tiempo que ha durado el discurso le¨ªdo ayer en un teleprompter del Congreso, donde se han reunido las dos C¨¢maras, la de los representantes y la de los senadores, para escucharle por primera vez como presidente.
El nuevo Trump no es Trump. Los efectos suavizadores que deb¨ªa producir y no le produjo su instalaci¨®n en la Casa Blanca, los ha conseguido el equipo de escribanos presidenciales con un discurso del que han desaparecido las asperezas e impertinencias del estilo y de las formas trumpistas, aunque mantiene, como no pod¨ªa ser de otra forma, los contenidos b¨¢sicos del agresivo programa reaccionario y nacionalista con que obtuvo la presidencia.
Nada queda de las truculencias y de la agresividad de la campa?a y de la toma de posesi¨®n. El Trump fabricado por el gabinete presidencial parece un aut¨¦ntico presidente de los Estados Unidos, capaz de apelar al optimismo y a los sentimientos positivos, a la tradici¨®n constitucional estadounidense e incluso a la uni¨®n entre republicanos y dem¨®cratas.
Un Trump controlado y sin trumpismos gestuales y ret¨®ricos ya no es Trump. O es un Trump domesticado y sin garras, obligado a abandonar la improvisaci¨®n, la ignorancia y el caos o, lo m¨¢s dif¨ªcil de corregir, su ego infantil y narcisista. A cambio de un comportamiento por primera vez acorde a la gravedad y la solemnidad de la funci¨®n presidencial, Trump ha recibido la gratificaci¨®n impagable para un car¨¢cter como el suyo de las 53 ovaciones cerradas (standing ovations) con que los congresistas republicanos, no los dem¨®cratas, han interrumpido su discurso.
El resultado es bueno para Trump y para los republicanos. La formalidad de su discurso, asentado sobre el programa victorioso en la elecci¨®n presidencial, es la r¨²brica de la alianza entre el magnate y el viejo partido conservador, que se necesitan mutuamente, uno para mantenerse vivo en la Casa Blanca y los congresistas para conservar sus esca?os cuando entren en liza el pr¨®ximo a?o.
A los 40 d¨ªas de caos que han precedido al discurso ante el Congreso le seguir¨¢n necesariamente muchos m¨¢s d¨ªas de caos. Por grandes que sean los esfuerzos del republicanismo, no se corrige el imperio del caos m¨¢s que gradualmente, que es lo que las fuerzas del orden est¨¢n intentando. Su primera victoria se ha producido en la formaci¨®n del equipo de la Casa Blanca, especialmente con la destituci¨®n de Michael Flynn, el consejero de Seguridad m¨¢s ef¨ªmero de la historia y su sustituci¨®n por el general H.R. MacMaster, un acreditado acad¨¦mico y jefe militar. La segunda ha sido este discurso al Congreso, respetuoso con las formas y la etiqueta washingtoniana. Pero nada distinto al caos y el trumpismo de siempre puede esperarse mientras Steve Bannon siga siendo el estratega en jefe y el presidente contin¨²e cada noche marcando la pol¨ªtica exterior e interior a impulsos de los tuits improvisados al albur de su humor.
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