Ser negra y mujer, la doble discriminaci¨®n en Brasil
Las historia de una rapera, una profesora y una modista ilustran la lucha de las mujeres negras en Brasil, condenadas desde siempre al trabajo dom¨¦stico
Las cosas m¨¢s cotidianas, como comprar una mu?eca en la infancia, bailar con los compa?eros en el colegio o, ya de mayor, ponerse unas medias, siempre fueron una complicaci¨®n para Maria Lucia Archanjo. De peque?a no se atrev¨ªa ni a participar en las fiestas con los otros ni?os por miedo al rechazo. En su juventud, cuando ella y sus hermanas quer¨ªan salir, se te?¨ªan antes las medias. ¡°Las pon¨ªamos a remojo en la infusi¨®n de mate para que se oscurecieran y pudieran quedar del color de nuestra piel", recuerda.
A Mara, como la llaman, nacida hace 59 a?os en Jundia¨ª, en el gran S?o Paulo, le impidi¨® estudiar ?su marido despu¨¦s de dar a la luz al primero de sus tres hijos. La reci¨¦n nacida era una ni?a que, cuando se hizo adolescente, ped¨ªa maquillaje, pero la madre no sab¨ªa d¨®nde encontrar el adecuado para su piel negra. Y pese a todo, Mara, que trabaja de costurera por cuenta propia, proclama con orgullo: "Si fuera blanca, no ser¨ªa tan feliz". La falta de identidad en un pa¨ªs donde la mayor¨ªa de las mujeres son negras ¡ªel 52% de los 206 millones de brasile?os tiene ra¨ªces africanas¡ª la llev¨® a militar desde los a?os 80 en el movimiento para reivindicar sus derechos. Desde entonces, las cosas han cambiado mucho. "Hoy existen las cuotas [que garantizan un m¨ªnimo de presencia de negros en las universidades y los servicios p¨²blicos] gracias a que entonces empezamos a exigir una reparaci¨®n para nosotras. La gente critica las cuotas, pero son necesarias".
El a?o pasado, el movimiento negro tambi¨¦n alcanz¨® un hito al conseguir que la Constituci¨®n consagrase los derechos laborales de las empleadas dom¨¦sticas, que hasta entonces estaban a merced de los caprichos o la generosidad de los patrones. Porque esa es la profesi¨®n a la que se dedican el 18% de las negras brasile?as. De las seis millones de mujeres que ejercen ese trabajo en el pa¨ªs, el 61% tiene ra¨ªces africanas.
Joyce Fernandes ha trabajado buena parte de sus 31 a?os como empleada dom¨¦stica. Primero, en la adolescencia, ayudando a su madre. Despu¨¦s, llevando ella misma una casa. Ese parec¨ªa su destino inevitable, como se encargaba de recordarle aquella patrona que le dec¨ªa que no deber¨ªa estudiar, que lo mejor era conformarse con ser feliz en su profesi¨®n, la misma que hab¨ªan tenido su madre y su abuela. Pero ella se rebel¨®. Y entr¨® en la universidad para estudiar Historia, una oportunidad al alcance de apenas el 12% de la poblaci¨®n negra de Brasil.
Alrededor del mundo
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Ahora Joyce es m¨¢s conocida como Preta Rara. Ha comenzado una carrera como cantante de rap y se ha convertido en una activista en defensa de las empleadas dom¨¦sticas a trav¨¦s de un diario que publica en su p¨¢gina de Facebook. ¡°Mi intenci¨®n siempre fue dar visibilidad y voz a esas mujeres, para que ellas pudieran hablar en primera persona¡±, cuenta.? ¡°El trabajo dom¨¦stico es como cualquier otro, pero en Brasil a¨²n funciona como subempleo. Cuando la mayor¨ªa de las patronas dicen que la empleada es como si fuera de la familia, lo que quieren es negar todos los derechos laborales de la mujer. Es muy parecido al tratamiento que las viejas se?oritas de los terratenientes daban a las esclavas de la casa¡±.
Cassia Maria Silva, de 50 a?os, siempre quiso estudiar. Tanto que se matricul¨® en la escuela a escondidas de su madre cuando ten¨ªa 14 a?os. Ella cuidaba de sus hermanos de d¨ªa y asist¨ªa a clase de noche. Tuvo que dejarlo porque necesitaba trabajar y solo concluy¨® el bachillerato a los 26 a?os, cuando ya ten¨ªa un hijo. A los 30 a?os decidi¨® que ir¨ªa a la universidad y entr¨® como alumna de Qu¨ªmica en la Universidad de S?o Paulo. ¡°Pero mi exmarido era m¨²sico, una profesi¨®n de la que es dif¨ªcil vivir en Brasil. Y no ten¨ªa c¨®mo sostener la casa, por eso no pude concluir¡±, cuenta. Como tantas otras, pas¨® a trabajar de empleada dom¨¦stica. Pero insisti¨® tres a?os despu¨¦s hasta que consigui¨® acabar F¨ªsica. Desde entonces, es profesora en una escuela de la red p¨²blica, en Diadema, un suburbio de S?o Paulo. Cuando a¨²n era estudiante, cierta noche de 2003, al volver de la facultad, fue v¨ªctima de una violaci¨®n. El agresor solo la solt¨® cuando vio que de su pecho manaba leche. ¡°Me dijo que no me mataba porque ¨¦l tambi¨¦n ten¨ªa hijos. Estuve tomando el tratamiento contra el sida durante mucho tiempo¡±, relata. Entr¨® a formar parte de las estad¨ªsticas que muestran que una mujer es violada cada 11 minutos en Brasil. Los datos sobre la situaci¨®n de la mujer en el pa¨ªs son demoledores.
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El a?o pasado fueron asesinadas 4.761, un promedio de 23 por cada mill¨®n de habitantes (en Espa?a, es de una por cada mill¨®n) Brasil ocupa el 116? lugar en la clasificaci¨®n internacional de representatividad femenina en la pol¨ªtica. De 594 miembros del Congreso y el Senado, solo 63 son mujeres. Entre ellas hay apenas tres negras. Y a pesar de todo, las mujeres negras resisten y tratan de hacer visible su lucha. Como Mara Archanjo, a quien en 2006 le descubrieron un c¨¢ncer de mama. Tuvo que operarse y someterse a quimioterapia y radioterapia. ¡°Mi cabello era enorme, rizado, y me qued¨¦ sin un pelo", recuerda. "Era muy coqueta y pensaba en c¨®mo pod¨ªa salir calva a la calle. Me preocupaba m¨¢s la calvicie que el c¨¢ncer. Entonces me puse tacones de 15 cent¨ªmetros, minifalda y maquillaje y pendientes chillones. Y as¨ª, cuando las personas sintieran pena por mi calva, me mirar¨ªan las piernas. Y yo me sent¨ªa guapa".
Volvi¨® a dar clases tras el tratamiento. Pero empeor¨® y un nuevo diagn¨®stico le pronostic¨® solo seis meses de vida. Lo desafi¨®. Y ah¨ª contin¨²a, firme y fuerte, luchando por su vida y haciendo un curso de gastronom¨ªa mientras educa a sus nietos para que combatan los prejuicios: ¡°?C¨®mo se dice? ?Empoderamiento? ?Pues que cada vez se empoderen m¨¢s! Vamos a levantar la cabeza y a unirnos¡±.
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