Expulsados de las calles sirias, los activistas toman las redes sociales
Al tiempo que los activistas que dieron voz a las manifestaciones populares sirias son perseguidos por los diferentes bandos, surgen las voces de aquellos que apoyan a las tropas regulares

La guerra en Siria cumple seis a?os, una fecha en la que activistas y civiles no tienen nada que celebrar. El pueblo sirio est¨¢ desperdigado con cinco millones de refugiados y ocho de desplazados. Las familias han quedado incomunicadas en un territorio dividido por los frentes y empobrecidas por una econ¨®mica de guerra desde la que entierran a los m¨¢s de 312.000 muertos. Aquellos j¨®venes activistas que meg¨¢fono en mano lideraban las manifestaciones de la primavera de 2011 o que en sus blogs contaban al mundo su visi¨®n de una guerra en ciernes, han sido expulsados de la contienda. Perseguidos por todos los bandos, incluso el que un d¨ªa fuera el suyo, los altavoces de una revoluci¨®n secuestrada se apagan en el exilio, las mazmorras o bajo tierra. En cambio, han tomado las arterias de las redes sociales, donde tambi¨¦n surgen hoy las voces de aquellos activistas que defienden al Gobierno de Damasco y sus tropas.

Jaled E. se consume en su forzado exilio en L¨ªbano. Vive recluido entre un pu?ado de barrios de Beirut en los que se considera a salvo de los tent¨¢culos de los servicios secretos sirios, anta?o omnipresentes en el pa¨ªs. El activista que durante los primeros a?os del conflicto nutri¨® los reportes que hac¨ªan la una de los principales diarios anglosajones, apenas logra hoy llegar a fin de mes. Atr¨¢s queda el ¨ªmpetu revolucionario de un joven cuya madurez pol¨ªtica ha macerado a marchas forzadas durante seis dolorosos a?os. Hoy, la revoluci¨®n queda empozada en su mente bajo el peso de una historia que esquiva toda rendici¨®n de cuentas. En su cabeza desfilan la torpeza de la oposici¨®n laica siria, la represi¨®n de un Bachar el Asad que promet¨ªa reformas, la infiltraci¨®n de los Hermanos Musulmanas y la hipocres¨ªa de un Occidente que les vendi¨® primero las virtudes de la democracia para despu¨¦s dar un portazo a los refugiados sirios. Pero tambi¨¦n hay cabida para la autocr¨ªtica de unos ¡°j¨®venes inexpertos y que ingenuamente aspiraron a ocupar en escasos meses un ¨¢mbito pol¨ªtico monopolizado durante d¨¦cadas por viejas guardias¡±.
Jaled sigue con vida, pero ha sido progresivamente relegado del activismo para convertirse en espectador silenciado desde el palco del exilio. En su reflexi¨®n pesa la soledad de los que arrastran los d¨ªas lejos de su familia y tierra. Los activistas que han buscado refugio en Europa est¨¢n tan muertos en vida como ¨¦l. La seguridad f¨ªsica les proporciona un ef¨ªmero descanso mental sobre el que se impone la impotencia de tuitear desde lejos la progresiva destrucci¨®n de su pa¨ªs. Son el germen de una nueva generaci¨®n de opositores exiliados conectados por las redes. Los mismos que durante las manifestaciones criticaron el desfase entre los discursos de veteranos pol¨ªticos sirios exiliados en Ankara, Par¨ªs o Riad con el sentir de las calles sirias.
En la Siria insurrecta, las inc¨®modas voces de denuncia son progresivamente sepultadas bajo intereses supranacionales que les empujan a la relativa seguridad de las redes sociales. La fil¨®sofa y activista siria Ruqia Hassan, fue decapitada por los secuaces del ISIS en Raqa. La joven bloguera Tal al-Mallohi cumple desde 2009 condena en las c¨¢rceles de Damasco, adonde los activistas posteriormente encerrados le llevar¨ªan el eco de protestas y guerra. La conocida activista y defensora de los derechos humanos Razan Zaitune desapareci¨® una noche de diciembre de 2013 a manos de un grupo de enmascarados insurrectos en Duma, periferia damascena, para nunca m¨¢s reaparecer. Incluso el tan popular como controvertido activista Hadi al Abdul¨¢ casi pierde la vida en Alepo en un atentado atribuido a Al Qaeda.
Sin embargo, las cuerdas vocales de esos otros activistas, acusados de defender al r¨¦gimen y largamente omitidas por los medios de comunicaci¨®n, se hacen un hueco hoy. Activistas como Leith Abu Fadel han optado, y a falta de medios que les permitan vehicular su versi¨®n de la guerra, por crear sus propias plataformas. A caballo entre Estados Unidos y Siria, el joven de 27 a?os ha lanzado de su propio bolsillo a la red la p¨¢gina de noticias Al Masdar, que asegura recibe m¨¢s de 200.000 vistas diarias. Junto con una treintena de activistas y en diferentes lenguas, habla de esa otra Siria. Son conscientes de que escriben sobre un conflicto en el que no hay cabida para los grises y donde est¨¢n obligados a rellenar con una equis la casilla de ¡®seguidores o detractores de Bachar el Asad¡¯. Y sin embargo, Abu Fadel se considera pro Ej¨¦rcito sirio y no asadista. Lo que quieren es que termine la guerra y que los sirios regresen a sus casas. Y con ese fin admite incluso la opci¨®n de una transici¨®n pol¨ªtica.

Transcurridos seis a?os, los activistas opuestos ideol¨®gicamente comparten el dolor de haber perdido a los suyos en ambos lados de un frente definido en el campo de batalla pero difuso en los lutos que acarrea la poblaci¨®n civil. Los discursos electorales de pa¨ªses lim¨ªtrofes, europeos o norteamericanos que convierten a los refugiados sirios en cabezas de turco, les han unido en las redes en un activismo com¨²n: ese de tener que defender la imagen del ciudadano sirio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.