Walcott y los banqueros
Encontr¨¦ al Nobel sentado a solas en una mesa ornada de flores y al fondo del jard¨ªn
El realismo social del siglo XIX hizo familiar la figura del banquero defraudador que se vuela la tapa de los sesos para escapar a la ignominia. Nuestros banqueros maulas, en cambio, no se suicidan: escapan en vuelo privado. En los petro-Estados no existen ciudadanos sino cazadores de la renta petrolera. Un banquero ambicioso no necesita captar sino a un ¨²nico depositante: el Estado; esto es, al Gobierno. Si lo logras, aunque solo sea por un semestre fiscal, habr¨¢s asegurado el futuro de tus nietos y tus caballos de polo.
Consid¨¦rese ahora que Hugo Ch¨¢vez dispuso, sin contralor¨ªa alguna y durante tres lustros, del boom de precios del crudo m¨¢s prolongado en toda la historia de la civilizaci¨®n petrolera. Se quitaba a los banqueros de encima a sombrerazos. La mejor manera que tiene este tipo de banquero de hacerse simp¨¢tico a su sociedad es patrocinar las bellas artes y estimular la circulaci¨®n de ideas. Con eso aparta de sus tortuosos manejos la atenci¨®n p¨²blica, digo yo. Al banquero de mi cuento le dio por invitar anualmente a Venezuela a ganadores del Premio Nobel, costear sus conferencias magistrales y presentaciones p¨²blicas llamadas ¡°conversatorios¡±.
A comienzos de 2007 top¨¦ en Caracas con el ejecutivo de comunicaciones del banquero anfitri¨®n de los premios Nobel quien me dijo que aquel a?o invitar¨ªan no a uno, sino a dos ganadores del Nobel. ¡°Nos va encantar invitarte a conocerlos¡±. Pregunt¨¦ sus nombres y me dijo, como si fuera Pe?a Nieto: ¡°Ahorita mismo no recuerdo ninguno, pero s¨ª que uno de ellos es trinitario¡±.
¡ª?V. S. Naipaul? ¡ªtrat¨¦ de precisar, feliz ante la idea de ver y escuchar a un autor que venero.
¡ª?Ese mismo!
El ¡°trinitario¡± result¨® ser el insuperable autor de Omeros, La abundancia y Sue?o en la monta?a del mono: Derek Walcott, quien naci¨® en la isla de Santa Luc¨ªa, donde muri¨® hace pocos d¨ªas. El otro prize winner invitado fue Muhammad Yunus, el economista banglades¨ª que desarroll¨® el concepto del microcr¨¦dito. Cuando llegu¨¦ a la mansi¨®n del banquero, la comidilla era la decepci¨®n y el desagrado de Hugo Ch¨¢vez. El ¡°Comandante Eterno¡± supo de la llegada de un tipo que hablaba de un banco para pobres y dijo, en su programa de televisi¨®n, que ¨¦l tambi¨¦n hab¨ªa tenido la misma idea, as¨ª que invitar¨ªa a Yunus al palacio de Miraflores.
Su decepci¨®n fue may¨²scula al comprender que Yunus no era un socialista del siglo XXI sino un ¡°banquero m¨¢s¡± que cre¨ªa en la econom¨ªa de mercado y en los emprendimientos. Yunus fue el alma de aquella fiesta: le hac¨ªan contar una y otra vez su encuentro con Ch¨¢vez.
Encontr¨¦ a Walcott sentado, a solas, completamente a solas, en una mesa primorosamente ornada de flores y al fondo del jard¨ªn. Era el ¨²nico invitado vestido con arreglo al tr¨®pico: camisa fresca en tono pastel y unos elegant¨ªsimos tirantes amarillos. Imagino que la ¡°¨¦lite¡± caraque?a se preguntaba qui¨¦n hab¨ªa invitado a aquel negro de ojos verdes, ya entrado en sus setenta, pero todav¨ªa guap¨ªsimo.
Walcott luc¨ªa sereno en su soledad, como satisfecho de haberse ganado cabalmente sus honorarios con una conferencia memorable. Lo abord¨¦, desde luego, y me invit¨® a sentarme. Brome¨® sobre el hallarse all¨ª de inc¨®gnito y sin que ning¨²n camarero lo tomase en cuenta.
Orden¨¦ un par de whiskies y en eso apareci¨® el poeta Leonardo Padr¨®n quien no me dejar¨¢ mentir cuando digo que lo pasamos estupendamente aquella noche escuchando a Walcott hablar de poes¨ªa, mujeres y teatro en una mesa bien rociada y con la rumba de la cult¨ªsima burgues¨ªa caraque?a como tel¨®n de fondo.
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