En el fin del mundo de Alice Juruna existe la Peppa Pig
Impactados por Belo Monte, amenazados por Belo Sun, los ind¨ªgenas de la Vuelta Grande del r¨ªo Xing¨² se despiertan todos los d¨ªas con el temor de que en cualquier instante puede llegar la cat¨¢strofe final
Es dif¨ªcil explicar qu¨¦ es etnocidio. La muerte cultural de un pueblo. Siempre parece algo abstracto, cosas de antrop¨®logo. Pero Luane Alice nos puede explicar c¨®mo muere una manera de ser y de estar en el mundo. Y nos puede explicar tambi¨¦n que es menos abstracto de lo que parece. Hace menos de dos a?os, en septiembre de 2015, la canoa en la que yo navegaba por la Vuelta Grande del r¨ªo Xing¨² lleg¨® a Muratu, la aldea de los jurunas. Ni?os ind¨ªgenas saltaban al r¨ªo por el barranco, con una alegr¨ªa que hac¨ªa tiempo que no ve¨ªa en ni?os urbanos. De hecho, que quiz¨¢ nunca haya visto en ni?os urbanos. Por unos instantes, volaban. Fue en un punto de ese vuelo que el fot¨®grafo Lilo Clareto congel¨® la imagen de Alice, la m¨¢s animada de todos. Hoy, la imagen sigue existiendo como arte. Y como documento. Pero la vida ya no existe.
El 24 de marzo reencontr¨¦ a Alice, que ahora tiene nueve a?os. Ella y sus hermanos tienen prohibido aproximarse al r¨ªo Xing¨². ¡°No nos hemos vuelto a ba?ar en el r¨ªo¡±, dice Alice. Yo le pregunto por qu¨¦. ¡°No lo s¨¦¡±, responde, enfadada. Quien responde es su hermana, Juliana, de 12 a?os: ¡°Ya no podemos ir al r¨ªo porque nos ponemos enfermos. Antes jug¨¢bamos en la cascada grande que hab¨ªa, jug¨¢bamos con los ni?os, est¨¢bamos todos juntos. Ahora ya no hay r¨ªo, y solo nos quedamos en casa¡±. Juliana tambi¨¦n cuenta que el agua ha cambiado, est¨¢ sucia y produce picor. Y cuenta sobre el miedo: ¡°Nos da miedo el r¨ªo, porque en cualquier momento la represa puede explotar¡±. Morir, tragado por una ola gigante, como sucedi¨® en Mariana cuando se rompi¨® la represa de Fund?o, es la pesadilla que tienen despiertos los jurunas y los ribere?os de la Vuelta Grande del Xing¨², desde que la central hidroel¨¦ctrica de Belo Monte empez¨® a funcionar.
Hoy, el paisaje que ven los ni?os de la aldea Muratu es una pantalla de televisi¨®n. Cuando no est¨¢n en la escuela, los peque?os ind¨ªgenas se pasan gran parte del d¨ªa viendo dibujos animados. Me contaron que les gusta Peppa, la cerdita rosa, Masha y el Oso, Elena de ?valor, Bob Esponja, Los j¨®venes titanes, Campamento Lakebottom. Cuando no est¨¢n viendo la tele, juegan a la rayuela en el porche de casa. A veces se tiran al barro unos a otros. La televisi¨®n, que antes era una diversi¨®n accesoria, se ha convertido en el centro de la infancia de los ni?os ind¨ªgenas que viven en la selva amaz¨®nica, a la orilla del Xing¨². La fotograf¨ªa de este momento, que cuenta c¨®mo es la vida, hoy, para los ni?os de la aldea Muratu, es esta.?
Lo que sucedi¨® entre una fotograf¨ªa y otra fue la puesta en marcha de la central hidroel¨¦ctrica de Belo Monte. En noviembre de 2015, el Instituto Brasile?o de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables permiti¨® la puesta en marcha de la central. El Ibama lo permiti¨® a pesar del incumplimiento de parte de las medidas de protecci¨®n que garantizaban el mantenimiento y la reproducci¨®n de la vida en la regi¨®n impactada. Y la existencia en la Vuelta Grande del Xing¨² se volvi¨® incierta.
Alice, sus hermanos y sus primos no entienden el gigantismo de la obra, las grandes cifras de los intereses involucrados, las m¨¢s de 20 acciones emprendidas por la Fiscal¨ªa contra Belo Monte y el Estado, las sospechas de corrupci¨®n en la construcci¨®n de la central investigadas en la operaci¨®n Lava Jato, la omisi¨®n criminal de los ¨®rganos de gobierno que deber¨ªan protegerlos a ellos y al Amazonas. No. Para ellos solo exist¨ªa el r¨ªo Xing¨². Y ahora existe la Peppa Pig.
Sin peces y sin r¨ªo, pero con fideos instant¨¢neos
Y es en este cambio de paisaje que puede comprenderse mejor la muerte de una forma de vida. Los ni?os jurunas viven en el coraz¨®n de la selva amaz¨®nica, a orillas de uno de los r¨ªos m¨¢s fabulosos de Brasil, ocupado de manera comprobada por sus antepasados hace siglos. Pero no tienen acceso al agua, porque el r¨ªo ha cambiado, los peces se pudren, a quien se ba?a le pica todo el cuerpo. Y viven aterrorizados por la posibilidad de que se rompa la represa. Y no tienen acceso a la selva porque el sistema de protecci¨®n no funciona y la tierra ind¨ªgena es constantemente invadida. Los peque?os jurunas no tienen r¨ªo, no tienen selva, no tienen peces, y muchas posibilidades de no tener futuro. Pero los ni?os jurunas tienen a la Peppa Pig.
Y tienen fideos instant¨¢neos. La ¡°sopita¡±, como algunos los llaman en la aldea, es con frecuencia la comida de varios d¨ªas por semana. Un control realizado gracias a una colaboraci¨®n entre los jurunas, el Instituto Socioambiental y la Universidad Federal de Par¨¢ demostr¨® que, en 2013, el pescado representaba el 57% de la alimentaci¨®n en la aldea y los alimentos de la ciudad (carne bovina, pollo, latas, etc.) correspond¨ªan al 23%. En 2016, el pescado baj¨® hasta el 36% de la composici¨®n alimentaria de los ind¨ªgenas, y los alimentos de la ciudad pasaron a representar el 52%. Es un cambio dr¨¢stico en un espacio de tiempo corto, y los efectos en la salud ya empiezan a aparecer. Es posible que, en 2017, la presencia del pescado en las comidas se reduzca todav¨ªa m¨¢s, ya que la pesca est¨¢ cada vez m¨¢s comprometida en la Vuelta Grande del Xing¨².
Durante tres a?os, entre octubre de 2013 y septiembre de 2016, los jurunas pescaron 8.629,486 kilos de pescado. Pero en solo ocho meses, entre noviembre de 2015 y junio de 2016, murieron m¨¢s del doble de esta cantidad solo en la regi¨®n de Bela Vista, Pimental, Belo Monte y Canal: 19.971,63 kilos de peces. La construcci¨®n de Belo Monte y el cambio del r¨ªo provocaron una repentina desorganizaci¨®n en el modo de vida ancestral de los ind¨ªgenas y, como consecuencia, una situaci¨®n de inseguridad alimentaria.
El 21 de marzo, la fiscal de la Rep¨²blica en Altamira, Thais Santi, celebr¨® una audiencia p¨²blica para debatir la garant¨ªa de vida en la Vuelta Grande del Xing¨². Norte Energia, empresa concesionaria de la hidroel¨¦ctrica, no compareci¨® para discutir los impactos y responder las preguntas. Dejaron la silla vac¨ªa, como s¨ªmbolo de esa ausencia.?
Bel Juruna, la nueva voz femenina del Xing¨²
Alice, la ni?a que saltaba al r¨ªo y ahora ve dibujos animados en la televisi¨®n, es una de los cuatro hijos de Bel Juruna, de 29 a?os, una l¨ªder ascendente en la regi¨®n del Medio Xing¨². Cuando Bel coge el micr¨®fono en las reuniones y audiencias p¨²blicas, normalmente la ovacionan. A la audiencia, las mujeres trajeron nuevas preocupaciones sobre los impactos generados por las grandes empresas en el Amazonas. Y estas nuevas preocupaciones, como el cambio de la alimentaci¨®n y las enfermedades, han alterado la din¨¢mica de la lucha. ¡°Mi padre me crio comiendo pescado con harina. Y yo estaba criando a mis hijos as¨ª. No necesit¨¢bamos mucho dinero. Ahora que no hay m¨¢s pescado, necesitamos dinero. Y los ni?os est¨¢n comiendo carne de buey y pollo que compramos en la ciudad, enlatados, salchichas y fideos instant¨¢neos, que es lo que hay por aqu¨ª. Y est¨¢n enfermando¡±, dice. Bel, que es agente de salud y estudia para ser auxiliar de enfermer¨ªa, cuenta que han aumentado los casos de hipertensi¨®n, diabetes, ¡°bultos¡± (c¨¢lculos en los ri?ones) y ya hay un caso de obesidad en la aldea.
Como agente de salud, ella habla con las familias para que reduzcan el consumo de refrescos y otros productos industrializados. Pero no es solo una cuesti¨®n de elecci¨®n. Hoy, el pac¨², el principal pescado de la alimentaci¨®n tradicional de los jurunas, casi ha desaparecido. Y los pocos que se pescan est¨¢n muy delgados. El pescado m¨¢s presente en la aldea, en este momento, es la sardina en lata.
Cuando le pido a Bel que abra los armarios de la cocina de su casa, encontramos pilas de latas de sardinas y paquetes de fideos instant¨¢neos, as¨ª como tetrabriks de crema de leche y flan instant¨¢neo. En el congelador, no hay ni un ¨²nico pescado. Solo pollo y carne de ganado. Nada de eso exist¨ªa pocos a?os atr¨¢s. ¡°Estoy intentando ense?arle a mi hija mayor a cocinar otras cosas, ya que ella solo sabe preparar pescado¡±, cuenta. ¡°Pero, como tengo que ir a muchas reuniones por culpa de las empresas, mis hijos comen fideos instant¨¢neos. Si voy a las reuniones tres d¨ªas seguidos, son tres d¨ªas seguidos de fideos¡±.
Antes de Belo Monte, las tierras labrant¨ªas de los jurunas eran peque?as, solo para producir la harina necesaria para comer con el pescado. Ahora, como el pescado es escaso, los jurunas se encuentran con la imposici¨®n de cultivar tierras mayores. Ellos, que durante siglos fueron pescadores, tienen que convertirse en agricultores a la fuerza. Cambios que tardar¨ªan generaciones se imponen en un per¨ªodo cort¨ªsimo de tiempo. Pero lo que les obligan a ser no es lo que son. ?C¨®mo evaluar un impacto de esta magnitud en un pueblo tradicional?
El exterminio de una forma de vida penetra en las rendijas del d¨ªa a d¨ªa. El hijo peque?o de Bel, Maykawa, tiene tres a?os. Deber¨ªa estar aprendiendo a pescar. Pero el r¨ªo, en este momento, lo tiene prohibido. No hay ninguna seguridad en relaci¨®n al futuro del Xing¨² en la Vuelta Grande. Tumbado en el suelo de la sala de estar, el ni?o ve la televisi¨®n con Alice.?
En ¨¦poca de sequ¨ªa, la alteraci¨®n del medio ambiente producida por Belo Monte gener¨® una plaga de carapan?s, una especie de mosquito, igual que sucedi¨® tras la construcci¨®n de las represas de Balbuna y Tucur¨ª. Adultos y ni?os tuvieron que encerrarse en casa. Se suspendi¨® hasta el f¨²tbol, porque nadie aguantaba salir. Para protegerse, los ind¨ªgenas usaron insecticidas dentro de las casas cerradas, corriendo el riesgo de intoxicarse. Ahora es ¨¦poca de lluvias, y el agua ha avanzado m¨¢s de lo previsto. Todo lo que los jurunas sab¨ªan, por el conocimiento transmitido de generaci¨®n en generaci¨®n a lo largo de siglos habitando la Vuelta Grande del Xing¨², est¨¢ suspendido, lo cual tambi¨¦n ha sido un elemento de desintegraci¨®n de la vida.
Sobre esta regi¨®n, alterada por un impacto cuya dimensi¨®n solo se conocer¨¢ en los pr¨®ximos a?os, avanza otro proyecto gigantesco, tambi¨¦n cuestionado en la Justicia: la actividad minera de la fiscal de la Rep¨²blica en Altamira, Thais Santi, con la extracci¨®n de toneladas de oro y la producci¨®n de residuos t¨®xicos. Si Belo Sun avanza, ser¨¢ un impacto sobre otro impacto. Se trata de la vida del peque?o Maykawa, s¨ª, lo que ya ser¨ªa suficiente. Pero no se trata solo de la vida de Maykawa. Cualquier impacto en la regi¨®n amaz¨®nica repercute en Brasil y en el planeta. Una verdad que, por falta de conexi¨®n y educaci¨®n, parece que los brasile?os se niegan a percibir. ?Por qu¨¦ no se escucha lo que el conocimiento produce y parte de la prensa denuncia? Como en la canci¨®n de Cartola, al omitirse ante la destrucci¨®n sistem¨¢tica de la selva amaz¨®nica, justamente en tiempos de cambio clim¨¢tico, los brasile?os cavan el abismo bajo sus propios pies.
Muratu, una aldea de 21 familias, 71 habitantes, naci¨® durante el proceso de divisi¨®n de los ind¨ªgenas provocado por la implantaci¨®n de Belo Monte. Los jurunas ocupaban la misma aldea en la Tierra Ind¨ªgena Paqui?amba, en la Vuelta Grande del Xing¨². Pero la familia de Bel Juruna no concord¨® en c¨®mo se estaban llevando las negociaciones con Norte Energia y, en 2011, decidi¨® crear una nueva aldea en el mismo territorio. Con un zafarrancho, arrancaron las matas, abrieron un claro e irguieron las primeras casas.
Al parir la aldea junto a los hombres, las mujeres conquistaron un nuevo lugar simb¨®lico. ¡°Aqu¨ª, en esta aldea, las mujeres ya se empoderaron¡±, dice Bel Juruna, que, al participar en encuentros de mujeres en Brasil y Am¨¦rica Latina para debatir la situaci¨®n del Amazonas, ha adoptado jergas feministas. Le pregunto si busca inspiraci¨®n en alguna mujer que admira, y me responde: ¡°Me inspiro en m¨ª misma, en la propia vida¡±. Despu¨¦s, cuenta que tambi¨¦n le pide consejo a Antonia Melo, coordinadora del movimiento Xing¨² Vivo Para Siempre y una de las mayores l¨ªderes populares del Medio Xing¨². Evang¨¦lica, Bel dice que permanecer¨¢ en la iglesia mientras la respeten por lo que es: ¡°Creo en Dios, pero la religi¨®n que sigo no me va a alejar del pueblo que soy¡±.?
En el Carnaval de R¨ªo de Janeiro, Bel Juruna fue una de las l¨ªderes que desfil¨® en la escuela de samba Imperatriz Leopoldinense, que denunci¨® en el samb¨®dromo la destrucci¨®n del Xing¨² y sus pueblos, provocando una reacci¨®n truculenta de los sectores de la agroindustria. ¡°Ni siquiera me gusta bailar, pero me hizo ilusi¨®n que me invitaran, porque fortalece nuestra lucha¡±, dice Bel. ¡°La lucha de los pueblos ind¨ªgenas va m¨¢s all¨¢ del aqu¨ª y ahora, porque todos necesitan el Amazonas y quien lo conserva somos nosotros. Si un d¨ªa eliminan las tierras ind¨ªgenas, el mundo se va a calentar hasta acabarse¡±.
El hermano de Bel, Gilliard Juruna, es el cacique de la aldea y una de las voces m¨¢s fuertes del Medio Xing¨². Pero Bel tambi¨¦n fue cacique y solo dej¨® el liderazgo para terminar el curso de enfermer¨ªa. La primera vez en que se arriesg¨® a hablar en p¨²blico, llor¨® al coger el micr¨®fono. No consigui¨® pronunciar ni una palabra. Pero sigui¨® intent¨¢ndolo. ¡°Todav¨ªa siento una verg¨¹enza en los pechos cuando tengo que hablar. Pero hablo. Mi momento es poco, pero me gusta aprovechar ese poco¡±. Y lo aprovecha. Hoy, cuando coge el micr¨®fono, las reuniones cambian de tono.
Fue as¨ª en la audiencia p¨²blica de la Vuelta Grande del Xing¨², que moviliz¨® muchas fuerzas y gener¨® expectativas, pero que, a diferencia de otras, se caracteriz¨® por la desorganizaci¨®n y su poca efectividad. Bel se qued¨® observando a la representante de Belo Sun. Y, cuando se levant¨®, la se?al¨® directamente con el dedo: ¡°Me voy a dirigir a esta chica de Belo Sun. La estoy observando, y se mofa con la mirada¡±.?
La guerra de los nombres y de las almas
La canadiense Belo Sun bautiz¨® su gigantesco proyecto de extracci¨®n de oro en el Amazonas brasile?o con el nombre de ¡°Vuelta Grande¡±. Los jurunas exigen que se cambie en nombre del proyecto, para que deje expl¨ªcita su vocaci¨®n privada y capitalista. ¡°Es un proyecto de Belo Sun, no de Vuelta Grande¡±, dijo Gilliard. ¡°Como cacique, exijo que se cambie el nombre¡±. La reivindicaci¨®n reproduce otro episodio de gran simbolismo en la regi¨®n. En el pasado, cuando todav¨ªa era un proyecto, Belo Monte ten¨ªa otro nombre: Karara?, grito de guerra de los kayap¨®s. Los ind¨ªgenas denunciaron que un proyecto de destrucci¨®n no pod¨ªa tener un nombre tan querido en su cultura, y Karara? se transform¨® en Belo Monte.
Bel explica: ¡°Este nombre nos humilla mucho. Porque Vuelta Grande es vida para nosotros. Y este proyecto es de destrucci¨®n. De la naturaleza y de nuestra forma de vivir. S¨¦ que cambiar el nombre del proyecto no va a cambiar el proyecto, pero al menos parece que nos quitamos esa humillaci¨®n de encima. Van a extraer el oro, van a dejar esa presa de desechos enorme, con bastantes productos qu¨ªmicos, ?y encima quieren mantener ese nombre, que significa vida para nosotros?¡±.
Cuando Bel da la entrevista, habla bajito. A veces mirando al suelo. Le pregunto de d¨®nde viene la voz fuerte, elocuente, que resuena en la esfera p¨²blica. Ella se r¨ªe. ¡°Viene de la rabia. Rabia de aquellas personas que vienen con el discurso de siempre. Nosotros vamos con ganas de conseguir resultados, y ellos no corresponden a nuestras expectativas. Hay veces en que dan ganas de hacer una tonter¨ªa y cruzarle la cara a alguien. Nosotros vivi¨¦ndolo y ellos diciendo que mentimos. Aquella chica de Belo Sun estaba toqueteando el m¨®vil mientras la gente hablaba. Nosotros nos preparamos, estamos ansiosos, llegamos all¨ª con dificultad y la tipa como si nada, con aquella sonrisita de mofa. Es rabia. En las reuniones hablo enfadada¡±. Y lo hace.?
Parece que viene de familia. No solo lo tienen Bel y el cacique Gilliard, tambi¨¦n su hermano Jailson, que empu?a una c¨¢mara para registrar las reuniones. Los jurunas de Muratu entienden que tienen que producir su propia documentaci¨®n si quieren que su historia se cuente con la verdad, y graban las palabras de los blancos para confrontarlos cuando intentan negar los compromisos que contrajeron. En determinado momento de la audiencia, el investigador Juarez Pezzuti, del N¨²cleo de Altos Estudios Amaz¨®nicos de la Universidad Federal de Par¨¢, presentaba su an¨¢lisis de los impactos de Belo Monte sobre la pesca y la fauna acu¨¢tica, pero los representantes del Ibama, ¨®rgano que deber¨ªa cuidar el medio ambiente de la regi¨®n y vigilar que la hidroel¨¦ctrica cumpla las condicionantes, estaban conversando entre ellos, sin prestar atenci¨®n a la exposici¨®n. Jailson sali¨® de detr¨¢s de la c¨¢mara y les peg¨® un grito, ech¨¢ndoles la bronca como si fueran colegiales. Esta es una de las caracter¨ªsticas de las audiencias sobre las grandes empresas en el Xing¨²: ind¨ªgenas y ribere?os tienen un estilo propio y no toleran la falta de atenci¨®n y los ¡°cuentos chinos¡±. Dejan claro que ¡°el ritmo del hambre no es el de la burocracia¡±.?
Muratu, exterminio y resistencia
Cuando se observa la aldea acorralada, a la vez en los m¨¢rgenes del r¨ªo y apartada del r¨ªo, se entiende la tragedia de inmediato. Pero es necesario sumergirse m¨¢s hondo para comprender qu¨¦ es ser un juruna. Y entonces la tragedia se hace mayor. Juruna es un nombre dado por otros. ¡°Yudj¨¢¡± es el nombre que ellos se dan. Y el nombre contiene el r¨ªo. Yudj¨¢ significa algo como ¡°due?o del r¨ªo¡±, aunque no con el sentido de propiedad que la palabra ¡°due?o¡± tiene en espa?ol, ya que, en cierto modo, el r¨ªo es el due?o de los yudj¨¢s o jurunas. Ellos se ven como los grandes navegadores y pescadores del Xing¨². Y durante siglos fueron exactamente eso. As¨ª, ser juruna sin r¨ªo es experimentar un tipo de muerte. Cuando el peque?o Maykawa no puede aprender a pescar porque tiene prohibido el r¨ªo, lo que se le niega al ni?o es una enormidad.
Muratu, el nombre de esta aldea disidente, viene de un personaje hist¨®rico. Cuando los blancos persegu¨ªan y mataban a los ind¨ªgenas, especialmente en la ¨¦poca de la extracci¨®n del caucho, amenazaron la propia existencia f¨ªsica de los jurunas y la mayor¨ªa huy¨® hacia la regi¨®n que m¨¢s tarde se convertir¨ªa en el Parque Ind¨ªgena del Xing¨², en Mato Grosso. Para comprender la dimensi¨®n del exterminio, en 1842 hab¨ªa 2.000 jurunas. Menos de un siglo despu¨¦s, en 1916, hab¨ªa 52. Solo 12 personas, seg¨²n se contabiliza en el PIB (Pueblos Ind¨ªgenas en Brasil), permanecieron en la regi¨®n de la Vuelta Grande, liderados por el tuxaua Muratu, refugiados junto a la m¨ªtica cascada de Jerico¨¢.
La familia de Bel, al igual que todos los jurunas que hoy luchan por la vida en la Vuelta Grande del Xing¨², desciende de este n¨²cleo de resistencia. Hoy hacen intercambio con los parientes que migraron hacia Mato Grosso, ya que fue all¨ª donde se mantuvo la transmisi¨®n del conocimiento ancestral, gracias a la protecci¨®n del parque. Los jurunas que permanecieron en la Vuelta Grande sufrieron una violenta represi¨®n y ahora vuelven a aprender su propia lengua. La cascada de Jerico¨¢, que los protegi¨® en el pasado, es donde, en el presente, Juliana lamenta no poder jugar.?
Los juegos de poder
Es paradoxal que, justamente hoy, este enclave de resistencia est¨¦ amenazado de nuevo. Por la Constituci¨®n brasile?a de 1988, no puede sacarse a ning¨²n pueblo ind¨ªgena de sus tierras. Pero los impactos de Belo Monte, ya visibles, empiezan a hacer cada vez m¨¢s dif¨ªcil la vida de los jurunas y de otros pueblos. Si Belo Sun avanza, el impacto superpuesto tendr¨¢ consecuencias imposibles de calcular en este momento, ya que hay que esperar por lo menos seis a?os de controles para comprender solo el impacto de Belo Monte. Sin olvidar que la central hidroel¨¦ctrica solo se terminar¨¢ en 2019. En este momento, la Vuelta Grande del Xing¨² est¨¢ en plena transfiguraci¨®n.
Cualquier persona, por menos informaci¨®n que tenga, entiende que no se puede sobreponer una nueva empresa cuando ni siquiera se conocen las consecuencias de la empresa anterior, en una regi¨®n estrat¨¦gica para los pueblos tradicionales y para el medio ambiente, en plena selva amaz¨®nica y en tiempos de cambio clim¨¢tico. Pero esta obviedad est¨¢ siendo ignorada en el proceso de autorizaci¨®n de Belo Sun, realizado por el Gobierno del Estado de Par¨¢.
En la audiencia p¨²blica, la representante de la Fundaci¨®n Nacional del Indio (Funai), Janete Carvalho, hizo una declaraci¨®n fuerte: ¡°El equipo t¨¦cnico de la Funai se est¨¢ volcando en la regi¨®n de la Vuelta Grande, por ser tan sensible, por ser donde se produce el impacto m¨¢s significativo del proceso de Belo Monte. El an¨¢lisis de Belo Monte suscita dudas sobre el apoyo que dan a la vida hoy. Y entonces surge una nueva empresa en la regi¨®n, para confundirnos un poco m¨¢s, lo cual nos preocupa much¨ªsimo. La recomendaci¨®n de la Funai es que la empresa de Belo Sun no se autorice hasta que termine la supervisi¨®n del impacto generado en la Vuelta Grande¡±. Pero el Gobierno de Par¨¢ ignor¨® la recomendaci¨®n de la Funai.
La Secretar¨ªa de Medio Ambiente y Sostenibilidad del Estado de Par¨¢ argumenta que las tierras ind¨ªgenas est¨¢n a m¨¢s de diez kil¨®metros del lugar de extracci¨®n, par¨¢metro usado para medir el ¡°impacto directo¡± sobre los pueblos tradicionales. Janete rebati¨® este argumento en la audiencia: ¡°Quiero decirles que diez kil¨®metros no son nada cuando se trata de extracci¨®n y de la Vuelta Grande del Xing¨². Aunque las tierras estuvieran a 500 kil¨®metros, la Funai todav¨ªa se manifestar¨ªa. ?Por qu¨¦? Les voy a poner un ejemplo claro, pr¨¢ctico y real. La tierra ind¨ªgena m¨¢s cercana a la presa de Fund?o, en Mariana, est¨¢ a 300 kil¨®metros. Y desde noviembre de 2015 el pueblo ind¨ªgena krenak no tiene suficiente agua potable. A m¨¢s de 600 kil¨®metros de la presa de Fund?o est¨¢ el pueblo tupiniqu¨ªn, que tambi¨¦n se ha visto afectado por la contaminaci¨®n del R¨ªo Doce. Y en la Vuelta Grande, en un tramo con el caudal reducido, con recursos h¨ªdricos escasos debido a la hidroel¨¦ctrica, cualquier accidente ser¨ªa un etnocidio. Albergamos serias dudas sobre la viabilidad de Belo Sun. La monta?a de desechos ser¨¢ enorme. En el propio documento se informa de que, durante la operaci¨®n, la presa se puede romper por lo menos una vez. Est¨¢ escrito ah¨ª. Los jurunas ya est¨¢n escaldados con el proceso de Belo Monte. Belo Sun no ser¨¢ igual. Vamos a apoyar a los jurunas en el protocolo de consulta. Consulta libre, previa e informada. El presidente de la Funai ha asumido el compromiso de emprender acciones legales para que se respeten los derechos de los pueblos ind¨ªgenas¡±.
La intervenci¨®n es contundente, pero la Funai pasa por un continuo proceso de desmantelamiento que se inici¨® en el gobierno de Dilma Rousseff y contin¨²a de forma acelerada en el gobierno de Michel Temer. ¡°No veo gran resistencia a los proyectos, lo que veo es inseguridad con respecto a lo que se va a hacer y, por eso, el Estado ha creado un centro de vigilancia ambiental, con herramientas para supervisar todas las agendas que trabajan en la cuesti¨®n ambiental. Eso da seguridad al proceso de autorizaci¨®n¡±, manifest¨® el secretario de Medio Ambiente de Par¨¢, Luiz Fernandes, utilizando un comentario gen¨¦rico, recurso tan caracter¨ªstico de las autoridades del ¨¢rea.
Al secretario casi no le presionaron durante la audiencia y permaneci¨® tranquilo, a pesar de todos los cuestionamientos judiciales sobre el proceso de autorizaci¨®n que dirige. Tan tranquilo, que afirm¨® que su equipo t¨¦cnico pod¨ªa afrontar la complejidad del proyecto, pero cuando lleg¨® el momento de responder preguntas dif¨ªciles, pas¨® la palabra a los representantes de Belo Sun, sin que se cuestionara el hecho. Como ya se hab¨ªa agotado el tiempo, la audiencia termin¨® sin que se debatiera y dilucidara el proyecto de Belo Sun. Los defensores de la empresa tem¨ªan que la audiencia fuera una bomba contra la extracci¨®n de oro en la regi¨®n impactada por Belo Monte, pero solo fue un petardo. Al final, se oyeron conmemoraciones no muy discretas.
Trauma y cat¨¢strofe
En la Vuelta Grande del Xing¨², el territorio concreto donde la vida sucede d¨ªa tras d¨ªa, lejos de los juegos de poder de Brasilia y Bel¨¦m de Par¨¢, los jurunas de la aldea Muratu viven con la sensaci¨®n permanente de cat¨¢strofe. Y no es una figura ret¨®rica, sino una pesadilla cotidiana. Los ind¨ªgenas creen, como la mayor¨ªa de los habitantes de la regi¨®n, que la presa puede romperse en cualquier momento y ahogarlos, como sucedi¨® en Mariana en 2015, provocando uno de los mayores accidentes socioambientales de la historia de Brasil. Este pavor se extendi¨® cuando Belo Monte empez¨® a funcionar. Al descubrir que el ingeniero que firm¨® el informe que aseguraba la viabilidad y seguridad del proyecto de Belo Sun es el mismo que hizo el informe de la presa de Fund?o, en Mariana, el miedo del presente y del futuro se superpusieron. ¡°No tengo pesadillas cuando duermo¡±, dice Bel Juruna. ¡°Mi vida es una pesadilla¡±.
A principios de 2016, los jurunas denunciaron que la central de Belo Monte liber¨® repentinamente, sin ning¨²n aviso previo, un gran volumen de agua durante la noche; el agua se llev¨® por delante barcas y equipos de buceo que estaban en los m¨¢rgenes de la aldea. Desde entonces, dos veces llegaron rumores ¨Cpor internet o por el m¨®vil¨C de que la presa se hab¨ªa roto, que obligaron a los habitantes a ¡°coger una bolsa y los documentos¡± y correr hacia la escuela, que se encuentra en una regi¨®n m¨¢s alta y alejada del r¨ªo. Tambi¨¦n por este motivo los ni?os tienen prohibido acercarse al Xing¨²: los padres temen que, en cualquier momento, una ola gigante se los trague.
El pasado 26 de octubre, Jarliel, hermano de Bel Juruna, muri¨® ahogado en el Xing¨². Ten¨ªa 20 a?os y un hijo de tres meses que no conocer¨¢ a su padre. Buceaba en busca de acaris, peces ornamentales dif¨ªciles de encontrar desde que el r¨ªo ha cambiado. Hasta entonces, que un ind¨ªgena muriera ahogado era una imposibilidad l¨®gica para los jurunas, ¡°los due?os del r¨ªo¡±. ¡°?C¨®mo puede un ind¨ªgena morir ahogado?¡±, pregunta Bel en las reuniones sobre los impactos de Belo Monte. Que lo imposible se haya vuelto posible es otra expresi¨®n del colapso del mundo de los jurunas. Otra vez, la experiencia cotidiana del etnocidio. Y, as¨ª, cada d¨ªa amanece un segundo antes de la cat¨¢strofe en la aldea Muratu.
A Jarliel lo enterraron en un lugar que no se inundaba en la ¨¦poca de lluvias. Un lugar que ten¨ªa la garant¨ªa de ser seguro. Pero esta vez el agua lleg¨® muy cerca de la sepultura, y su madre se desesper¨® con la idea de que su hijo se ahogara otra vez en el r¨ªo. Muratu, hoy, es una aldea enlutada.?
Bel Juruna dice: ¡°Hoy tenemos que refugiarnos de nuestra propia casa, porque nuestra propia casa no es segura por culpa de Belo Monte. Sale la noticia de que la represa se ha roto y tenemos que salir corriendo de casa. Y con Belo Sun presion¨¢ndonos, nuestro futuro est¨¢ todav¨ªa m¨¢s comprometido. Habr¨¢ productos qu¨ªmicos, desechos, ya vimos lo que pas¨® con Mariana. Es muy triste. Desviaron nuestro r¨ªo, y por eso nuestra vida fue cambiando para nosotros, que somos adultos. Pero tambi¨¦n es muy tiste porque vemos lo que les est¨¢ pasando a nuestros hijos, que ya no tienen contacto directo con el r¨ªo. Y los jurunas, los yudj¨¢s, son due?os del r¨ªo. Nuestros hijos van a conocer la vida por fotograf¨ªas. Ya se est¨¢n olvidando de qu¨¦ es ser juruna, yudj¨¢. Mi mayor miedo no es dejar de existir, sino que mi pueblo no pueda vivir aqu¨ª, que tenga que separarse, y refugiarse¡±.
?Cu¨¢l es el impacto de vivir d¨ªa tras d¨ªa creyendo que una represa puede romperse en cualquier momento y ahogar toda tu vida, todo el mundo que conoces? ?Y creyendo que una nueva amenaza avanza sobre la aldea a un ritmo acelerado? Es posible darse cuenta de que el impacto de esa experiencia traum¨¢tica es enorme. Lo ser¨ªa para cualquier persona. ?Pero c¨®mo dimensionar ese impacto para un pueblo tradicional, cuya manera de autorreferirse contiene el r¨ªo, cuando el r¨ªo que siempre fue vida se convierte en una amenaza de muerte? Son preguntas que el Estado brasile?o y Norte Energia un d¨ªa tendr¨¢n que responder ante la humanidad.
Tambi¨¦n de preguntas como estas huyen los brasile?os urbanos, no indios, no ribere?os, al fingir que el cambio clim¨¢tico no es una amenaza concreta, una realidad ya conjugada en presente, una presa con grietas cada vez m¨¢s anchas. Los ¡°blancos¡± consumen la ilusi¨®n de que controlan los procesos de la naturaleza, fingen que los impactos no provocan reacciones en cadena, que la lluvia que falta en el Sudeste no est¨¢ relacionada con la deforestaci¨®n del Amazonas. Los jurunas y los otros pueblos de la selva saben que la naturaleza es compleja. Para ellos, no es posible negar que el planeta est¨¢ trastornado por la acci¨®n humana. Es la ilusi¨®n de control, reeditada d¨ªa tras d¨ªa en los centros de poder de Brasil y del mundo, en nombre de intereses seguidamente privados, as¨ª como la omisi¨®n reeditada d¨ªa tras d¨ªa en la casa de cada brasile?o urbano, lo que provoca la cat¨¢strofe all¨ª. El fin del mundo de los jurunas son, todav¨ªa, los blancos y su monumental ilusi¨®n de control. Pero all¨ª ser¨¢ aqu¨ª al segundo siguiente.
El futuro de los jurunas, yudj¨¢s, el futuro del Xing¨² y de la selva amaz¨®nica, el futuro del planeta depende de la construcci¨®n de esta respuesta: ?d¨®nde estar¨¢ Alice en la pr¨®xima fotograf¨ªa?
Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de los libros de no ficci¨®n: Coluna Prestes - O Avesso da Lenda, A Vida que Ningu¨¦m v¨º, O Olho da Rua, A Menina Quebrada, Meus Desacontecimentos. Y de novela: Uma Duas. Sitio web: desacontecimentos.com. E-mail: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter: @brumelianebrum. Facebook: @brumelianebrum.
Traducci¨®n: Meritxell Almarza
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