Convivir con la yihad
Los ataques terroristas se han convertido en el algo frecuente e inevitable con lo que vamos a vivir
La yihad en Europa se ha convertido en algo cotidiano. Los zarpazos se suceden uno tras otro en ciudades diferentes y con m¨¦todos cada vez m¨¢s simples y accesibles a cualquiera de los salafistas que conviven entre nosotros y que han encontrado en la yihad individual el camino m¨¢s f¨¢cil y recto para cumplir su sue?o de golpear a todo lo que representa la cultura occidental. Se ha cumplido en cierta medida el sue?o que Osama bin Laden, el fundador y exdirigente de Al Qaeda, confesaba en sus fatuas: internacionalizar la yihad y golpear sin descanso en la acomodada y segura Europa. Antes eran sus ac¨®litos, ahora los protagonistas son los militantes del Estado Isl¨¢mico (ISIS), pero el resultado y el objetivo son iguales.
A finales de los a?os noventa y principios de siglo, cuando nadie hablaba de la amenaza yihadista en Europa, la yihad era una palabra extra?a que solo se vinculaba a territorios de conflicto como Bosnia, Chechenia o Afganist¨¢n. Entonces, distintas c¨¦lulas salafistas, en su mayor¨ªa del Grupo Isl¨¢mico Armado (GIA) y del Grupo Salafista para la Predicaci¨®n y el Combate (GSPC), una escisi¨®n del primero que m¨¢s tarde se uni¨® a Al Qaeda Central, intentaron atentados en los que casi nadie crey¨®, ni los propios servicios de seguridad, ni los ciudadanos.
Entonces, pocos se fijaron con atenci¨®n en el plan del comando Meliani de envenenar las aguas de V¨ªa Veneto en Roma, en la frustrada voladura de un mercadillo de Navidad en Estrasburgo, en los reiterados ataques con veneno en el metro de Londres, o en los proyectos para volar la embajada de EE. UU. en Par¨ªs, entre otros muchos atentados frustrados. La mayor¨ªa, afortunadamente fallaron, y especialmente por eso no se crey¨® demasiado en aquellas amenazas. Hasta los medios de comunicaci¨®n se hicieron eco de aquellas operaciones policiales con cierto escepticismo.
Solo el dolor de sofisticados atentados como el 11-M en Madrid en 2004, los ataques en Londres contra autobuses y el metro en 2005 y la oleada de acciones terroristas de los ¨²ltimos tres a?os en distintos escenarios, especialmente en Francia, B¨¦lgica, Reino Unido y Alemania, han abierto los ojos de gobernantes y ciudadanos ante la amenaza y el enorme desafio, probablemente uno de los mayores del siglo XXI..?
El monstruo de mil cabezas que alienta la yihad est¨¢ mucho m¨¢s cerca de lo que cre¨ªamos. Por eso es conveniente recordar que no es un reci¨¦n llegado, que habita entre nosotros desde los a?os ochenta, que en los noventa parec¨ªa dormido e inofensivo y que en la ¨²ltima d¨¦cada, gracias entre otros factores a guerras como las de Irak y Siria o a Internet convertida en una poderosa arma de propaganda, ha descubierto en Europa un territorio id¨®neo para extender su mensaje y su lucha por el sue?o de un nuevo califato.
La yihad individual que protagonizan los lobos solitarios que ide¨® el sirio-espa?ol Mustaf¨¢ Setmarian, tipos como el que conduc¨ªa el cami¨®n en Estocolmo o el turismo en el puente de Westminster, es tan f¨¢cil y accesible que tenemos que aceptar con humildad que nosotros y nuestros hijos conviviremos con ella durante largos a?os. Que estos y otros ataques similares se van a convertir en cotidianos y van a formar parte del peor y m¨¢s triste de nuestros paisajes, como fue cotidiano y terrible durante casi 40 a?os el tiro en la nuca, las bombas lapas, los secuestros, chantajes y extorsiones de la banda terrorista ETA que ahora asegura entregar sus armas.
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