Trump gana la mano a Obama
Con el ataque con misiles a una base de El Asad y el bombazo sobre Afganist¨¢n, el Pent¨¢gono pretende restaurar la capacidad disuasiva de Estados Unidos
Donald Trump es el presidente mejor preparado para hacer estupideces, es decir, tomar el tipo de decisiones que su predecesor Barack Obama consideraba como las peores para un presidente: ¡°Don¡¯t do estupid stuff¡± es la sentencia central de la Doctrina Obama en pol¨ªtica internacional. Hay pruebas suficientes en las declaraciones, comportamientos y especialmente en los incontrolados tuits nocturnos de Trump para temerse una salida de pata de banco que ponga en peligro la seguridad de su pa¨ªs y del mundo. Y sin embargo, por una vez al menos, quiz¨¢s la primera, lo que hizo en Siria en la madrugada del viernes pasado, con el lanzamiento de 59 misiles contra la base a¨¦rea de Shayrat, cerca de Homs, no fue una estupidez sino una actuaci¨®n conforme con la responsabilidad de la primera potencia mundial, que quiere corregir una estupidez anterior cometida por el inteligente Barack Obama con el r¨¦gimen de Bachar el Asad, capaz de mantenerse en el poder e incluso recuperar territorios tras seis a?os de guerra civil que han quitado la vida a 300.000 sirios y han expulsado de sus hogares a diez millones. Menci¨®n aparte merece el bombazo sobre Afganist¨¢n, dedicado al Estado Isl¨¢mico, su enemigo principal y de efectos disuasivos evidentes, aunque sus efectos en la guerra contra el yihadismo sean al menos dudosos.
Es toda una novedad que Estados Unidos haya al fin realizado un ataque en toda regla contra instalaciones militares de la dictadura siria, el primero en esta guerra, hasta el punto de inutilizar seg¨²n el Pent¨¢gono una quinta parte de la flota a¨¦rea con la que El Asad se dedicaba a bombardear a su propia poblaci¨®n civil debida y expresamente confundida con la oposici¨®n armada. Pero la aut¨¦ntica novedad, que dispar¨® todas las alarmas de la comunidad internacional, es que El Asad utiliz¨® armas qu¨ªmicas en Idlib, con al menos 80 muertos, desmintiendo la eficacia del acuerdo alcanzado en 2013 entre Putin y Obama por el que Siria entregaba todo su arsenal qu¨ªmico y Estados Unidos renunciaba a las represalias anunciadas para el caso de cruzar las l¨ªneas rojas que significaba el uso de este tipo de armas como sucedi¨® en Ghuta, en las afueras de Damasco, donde perecieron 10.000 civiles.
Aquella decisi¨®n hist¨®rica del 30 de agosto de 2013, cuando Obama orden¨® frenar el ataque a¨¦reo preparado con El Assad, fue objeto de muchas interpretaciones, algunas especialmente acerbas para el presidente dem¨®crata. La Casa Blanca esgrimi¨® en su favor que se hab¨ªa evitado entrar directamente en guerra y se hab¨ªa frenado la proliferaci¨®n de armas qu¨ªmicas en Siria: a retener que Trump apoy¨® entonces esta posici¨®n. Obama fue todav¨ªa m¨¢s lejos, y la present¨® como un ejemplo de superaci¨®n del ¡®manual de Washington¡¯, el conjunto de reglas impl¨ªcitas en los gobiernos estadounidenses desde hace muchas d¨¦cadas que conduce a enfrentar cualquier problema con una soluci¨®n militar que tiene como objetivo demostrar y mantener la capacidad disuasiva de la superpotencia. El mayor argumento en contra es el env¨¦s exacto del anterior: con la renuncia a las represalias prometidas, Washington perd¨ªa toda la credibilidad de su capacidad disuasiva, en la regi¨®n y en el resto del mundo (en la pen¨ªnsula de Corea, por ejemplo). A este razonamiento se sumaba el geopol¨ªtico: Rusia se convert¨ªa en el ¨¢rbitro de la regi¨®n de Oriente Medio en llamas y se consideraba con manos libres para regresar militarmente, como efectivamente ha sucedido.
No hay que sobrevalorar el ataque a la base a¨¦rea de Homs, ciertamente. El acuerdo de coordinaci¨®n vigente entre Mosc¨² y Washington para evitar que los aviones de ambas potencias se interfieran o incluso se ataquen inadvertidamente durante sus operaciones contra sus distintos enemigos, y especialmente el que ambos comparten plenamente que es el ISIS o Estado Isl¨¢mico, evit¨® que los rusos sufrieran bajas o da?os en sus aviones y probablemente tambi¨¦n les dio tiempo a los sirios a minimizar los efectos del bombardeo. Su significado en la guerra civil siria es limitado, aunque naturalmente constituye una seria diversi¨®n en la lucha contra el ISIS, sobre el papel el enemigo com¨²n m¨¢s peligroso que Trump quiere liquidar en su primera victoria militar.
No es el ataque el que ha desautorizado a Obama, sino el uso de nuevo de unas armas qu¨ªmicas que Washington daba por eliminadas
Pero tampoco se puede minusvalorar. La lluvia de misiles que recibi¨® El Asad busca la restauraci¨®n de la capacidad disuasiva de la primera superpotencia, subrayada con el siguiente gesto presidencial, consistente en mandar la flota del Pac¨ªfico, con capacidad nuclear, a las costas de Corea del Norte, en disposici¨®n de interceptar los lanzamientos de misiles que pueda hacer el r¨¦gimen de Kim Jogn-un e incluso con capacidad de rociar sus instalaciones militares con tomahawks como hizo Trump con El Asad. Ambos gestos son una se?al de alta intensidad dirigida directamente a los reg¨ªmenes directamente concernidos: Siria y Corea del Norte; pero en segundo derivada a quienes les apadrinan, Rusia, Ir¨¢n y China.
?C¨®mo es posible que el presidente mejor preparado para hacer estupideces haya realizado por una vez una acci¨®n inteligente, que restaura la disuasi¨®n estadounidense y con ello favorece la estabilidad internacional? El m¨¦rito de Trump no est¨¢ en el hacer sino en dejar hacer. No ha sido ¨¦l personalmente, como suced¨ªa con Obama, quien ha tomado estas decisiones, sino que las ha confiado a quienes saben del asunto, en concreto el secretario de Defensa James Mattis y el consejero de Seguridad H.R.McMaster, dos militares de primer¨ªsimo nivel, halcones de extraordinaria formaci¨®n intelectual, visi¨®n geopol¨ªtica y suficiente autoridad como para imponer sus puntos de vista al presidente y a sus peores asesores ¨¢ulicos. No es casualidad que el mismo d¨ªa en que se produjo el ataque fue despose¨ªdo Steve Bannon, el extremista intelectual alt-right (derecha alternativa), de su silla en el Consejo de Seguridad Nacional.
De todo ello se desprende, ante todo, que Obama ha sido desautorizado. Por su gesti¨®n de las l¨ªneas rojas en Siria, traspasadas bajo su presidencia sin reacci¨®n militar y ahora de nuevo bajo presidencia de Trump pero con la respuesta que se conoce. Pero especialmente por su concepci¨®n del papel intervencionista del presidente en la direcci¨®n de los asuntos militares, desmentida en los hechos por el actual inquilino de la Casa Blanca en la que ha sido calificada como su primera acci¨®n propiamente presidencial. Pero tambi¨¦n ha quedado desautorizada la pol¨ªtica rusa de Trump y desmontado buena parte del doctrinarismo exhibido en la campa?a respecto a la pol¨ªtica internacional, especialmente el America First y el desprecio de las alianzas.
El gendarme mundial ha regresado, pero nadie sabe para cu¨¢nto tiempo y ni siquiera si quiere recuperar el papel que hab¨ªa abandonado
Aunque este brusco quiebro pol¨ªtico parece restaurar la disuasi¨®n. En la misma direcci¨®n que el bombazo del jueves sobre Afganist¨¢n, lo hace de forma poco convincente. Si Trump ha cambiado ya una vez, antes de cumplir los cien primeros d¨ªas, ?con qu¨¦ frecuencia puede cambiar de nuevo en el futuro? Para que Washington recupere su tradicional capacidad disuasoria debe ofrecer una imagen de estabilidad y previsibilidad que la actual administraci¨®n jam¨¢s ha cultivado, empezando por su err¨¢tico jefe con sus tuits intempestivos. De momento, est¨¢ claro que el gendarme mundial est¨¢ de vuelta a la ciudad, pero nadie sabe para cuanto tiempo ni con qu¨¦ intenciones.
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