La brecha racial persiste en Los ?ngeles 25 a?os despu¨¦s de la violencia por Rodney King
La absoluci¨®n de cuatro polic¨ªas blancos filmados dando una paliza a un conductor negro caus¨® los peores disturbios raciales de EE UU
A las 3:15 de la tarde del 29 de abril de 1992, Estados Unidos vio por televisi¨®n c¨®mo un tribunal del norte de Los ?ngeles declaraba no culpables a cuatro polic¨ªas por abuso de la fuerza. Un a?o antes, el mundo hab¨ªa conocido el primer v¨ªdeo viral de la historia, aquel en el que esos cuatro polic¨ªas daban una paliza con porras y patadas a un hombre negro llamado Rodney King, mientras este agonizaba en el suelo. Dos horas despu¨¦s de ese veredicto, comenzaba el peor episodio de violencia racial que ha vivido Estados Unidos desde la esclavitud. A¨²n hoy, Los ?ngeles sigue siendo para mucha gente la ciudad de los disturbios raciales.
Murieron entre 53 y 63 personas en seis d¨ªas de caos y violencia que se extendieron por toda la ciudad. Los da?os se calculan en mil millones de d¨®lares. Ardieron alrededor de un millar de edificios. Todo el mundo en Los ?ngeles recuerda exactamente qu¨¦ estaba haciendo ese d¨ªa, a esa hora. D¨®nde se enter¨® del veredicto y en qu¨¦ momento supo de lo que estaba pasando en South LA, la zona del sur de la ciudad donde se concentraba entonces la poblaci¨®n afroamericana, con problemas end¨¦micos de pobreza y bandas. Es un gran trauma colectivo por el que la ciudad vuelve a terapia en cada aniversario. Y toda conversaci¨®n sobre la violencia de 1992 acaba girando en torno a una pregunta: ?Puede volver a pasar?
¡°Es una cuesti¨®n que casi se contesta sola¡±, afirma a EL PA?S el reverendo Cecil L. Murray. ¡°Si dejas problemas sin arreglar una y otra vez, esos problemas te arreglar¨¢n a ti¡±. Murray era entonces el reverendo de la Primera Iglesia Metodista Episcopal Africana (AME) de Los ?ngeles, situada en pleno South LA. Durante d¨ªas, antes del veredicto, pidi¨® a sus feligreses paciencia fuera cual fuera el resultado, y al final vio la ciudad arder de todas formas. Esa noche acogi¨® a cientos de personas en su iglesia.
¡°Seguimos teniendo comunidades sin esperanza, que creen que no tienen nada que decir¡±, reconoci¨® el pasado lunes el actual jefe de polic¨ªa, Charlie Beck, que entonces era sargento y hab¨ªa patullado aquellos barrios. ¡°1992 nos cambi¨® a mi y al Departamento de Polic¨ªa de Los ?ngeles para siempre. Entonces hab¨ªa un sentimiento de que la polic¨ªa estaba en guerra con la ciudad. Este departamento nunca volver¨¢ a declarar la guerra a nadie¡±. En una entrevista reciente con EL PA?S, Beck dec¨ªa que el caos que vio entonces ha guiado su carrera como polic¨ªa para evitar que se produzca otra vez. ¡°Sab¨ªa de donde venia la ira, sabia de qu¨¦ iba, pod¨ªas sentirlo, era palpable. No fue una gran sorpresa para mi que empezaran los disturbios. Pero el tama?o fue impresionante¡±.
El mundo entero vio el espantoso ataque contra el camionero Reginald Denny, sacado del cami¨®n en la esquina de las calles Florence y Normandie, epicentro de los disturbios. Edificios en llamas. Una ciudad tomada por la Guardia Nacional. Katynja McCory ten¨ªa 13 a?os y recuerda perfectamente los tanques por la avenida Vermont. McCory ense?a estos d¨ªas una exposici¨®n sobre los disturbios, que entre la comunidad negra de South LA se conocen como el levantamiento (uprising, en oposici¨®n a riots) en el centro social Community Coalition, a pocas manzanas de aquella esquina.
¡°Mi madre era de Mobile, Alabama, y estaba aterrorizada¡±, cuenta McCory. ¡°Yo estaba haciendo los deberes y lo vi por la tele. O¨ªa los helic¨®pteros, ve¨ªa los edificios arder y ol¨ªa a quemado, as¨ª durante seis d¨ªas y seis noches¡±. No hab¨ªa electricidad. No salieron de casa en toda ¡°la guerra¡±. Recuerda todos los comercios de su infancia arrasados por el fuego, uno detr¨¢s de otro. McCory lleva desde entonces trabajando con la comunidad en South LA. Para que no se repita algo parecido, ¡°la ¨²nica forma es invertir en la comunidad, y eso est¨¢ pasando. No lo suficiente, va a tardar al menos 25 a?os m¨¢s¡±.
El escritor Ryan Gattis eligi¨® los disturbios de 1992 como escenario para su libro All involved, publicado el a?o pasado. Gattis entrevist¨® a decenas de personas para su novela, incluyendo l¨ªderes de bandas. En una conversaci¨®n con EL PA?S a ra¨ªz de la publicaci¨®n de la novela, Gattis opinaba que las condiciones que dieron lugar a los disturbios siguen existiendo hoy d¨ªa. Porque no era solo la rabia por la sentencia lo que hizo explotar a una comunidad, sino la pobreza que vio en la violencia una oportunidad. ¡°Recuerdo vivamente haberme sentado a entrevistar a un tipo que yo no quer¨ªa ni saber lo que hab¨ªa estado haciendo durante los disturbios¡±, dec¨ªa Gattis. ¡°Le pregunt¨¦: ¡®?Por qu¨¦ fuiste a los saqueos?¡¯. Se ech¨® hacia delante, me mir¨® a los ojos y me dijo: ¡®No hab¨ªa comido en un d¨ªa y medio, todas las tiendas estaban abiertas y la comida era gratis. ?Por qu¨¦ crees que fui?¡±.
¡°Todas las dificultades que ayudaron a crear los disturbios de 1992 est¨¢n ah¨ª. Realmente solo est¨¢n esperando una chispa¡±, dec¨ªa Gattis en aquella entrevista. ¡°Tristemente, una de las cosas que oyes una y otra vez es que todo vecindario tiene un Rodney King, del color que sea. Todo el mundo conoce a alguien que ha sido golpeado por la polic¨ªa¡±.
Esa polic¨ªa asegura haber cambiado mucho. Phillip Tingirides es el subjefe de polic¨ªa del sur de Los ?ngeles, el actual jefe de toda la zona que ardi¨® en llamas hace un cuarto de siglo. En 1992 ten¨ªa 33 a?os. ¡°El Departamento no estaba preparado. No hab¨ªa recursos. Salimos a la calle, hicimos cuatro o cinco arrestos y los dejamos ir porque no hab¨ªa ning¨²n plan sobre qu¨¦ hacer. As¨ª que volvimos al centro de mando. La misi¨®n cambi¨®, de detener a la gente a proteger la estaci¨®n de bomberos¡±, relata Tingirides a EL PA?S. ¡°Por la noche, ¨ªbamos de un fuego a otro escoltando a los bomberos. Solo acud¨ªamos a las llamadas, as¨ª que para llegar a un fuego pas¨¢bamos de largo por delante de otros 20 fuegos. Era un completo caos¡±.
La sentencia de los polic¨ªas de Rodney King, para una comunidad que llevaba a?os denunciando la brutalidad policial y por fin ten¨ªa una prueba en v¨ªdeo, ¡°fue como tirarles barro a la cara¡±, dice Tingirides. ¡°Al principio hubo mucha gente enfadada por el veredicto. Pero tambi¨¦n hubo mucha gente que dijo ¡®oye, una tele gratis¡¯. Y el pillaje se extendi¨® porque hab¨ªa barra libre¡±.
La relaci¨®n con la comunidad afroamericana ha cambiado, asegura este polic¨ªa que fue puesto como ejemplo por Barack Obama. ¡°Es dif¨ªcil medir la relaci¨®n con la comunidad. En 2008, fuimos a leer a un colegio de Watts y los ni?os salieron corriendo pensando que los ¨ªbamos a detener. Tres meses despu¨¦s, cuando hab¨ªamos ido varias veces, los ni?os corr¨ªan hacia los agentes cuando entraban en el colegio. Esas cosas no se pueden cuantificar¡±. El concepto que gu¨ªa su trabajo es ¡°legitimidad policial¡±, asegura.
El reverendo Cecil L. Murray est¨¢ retirado y ahora da clases. Pero sigue escuchando las mismas quejas en su comunidad, en boca de gente que no hab¨ªa nacido en 1992. ¡°Persisten los mismos problemas. No tenemos el Ku Klux Klan, pero ahora las t¨²nicas est¨¢n escondidas. El racismo est¨¢ envuelto en palabras. Hay un peligro de que el siglo XXI sea el siglo de ¡®basta ya¡¯. Los desfavorecidos est¨¢n diciendo ¡®basta¡¯. La generaci¨®n millenial les est¨¢ diciendo a los viejos ¡®basta¡¯. Y cuando no escuchamos, puede explotar¡±.
As¨ª que volvemos a la pregunta inicial. Y el reverendo Murray contesta muy despacio: ¡°El poeta Langston Hughes ten¨ªa raz¨®n cuando se pregunt¨®: ¡®?Qu¨¦ le ocurre a un sue?o pospuesto? ?Se seca, como una pasa al sol? ?O explota?¡¯. La historia nos muestra que tiende a explotar, como en Los ?ngeles en 1965 y en 1992. El sue?o suspendido, explot¨®. ?Puede pasar otra vez? Le contar¨¦ una historia de un joven que quer¨ªa dejar en rid¨ªculo a un sabio en lo alto de la monta?a. ¡®Hombre sabio, tengo en mis manos un p¨¢jaro. Dime, ?est¨¢ vivo o est¨¢ muerto?¡¯. El hombre supo que si dec¨ªa que estaba muerto, el joven abrir¨ªa las manos y le dejar¨ªa volar. Si dec¨ªa que estaba vivo, el joven aplastar¨ªa al p¨¢jaro con sus manos. ¡®Bueno, ?est¨¢ vivo o muerto?¡¯, insisti¨®. Y el sabio contest¨®: ¡®Est¨¢ en tus manos, hijo. Est¨¢ en tus manos¡±.
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