La profesi¨®n m¨¢s antigua en la China m¨¢s moderna
La prostituci¨®n es ilegal en este pa¨ªs, pero ha florecido al hilo del desarrollo econ¨®mico
Durante el d¨ªa, Jinjin colabora con una ONG y promueve el sexo seguro, reparte condones y educa a las prostitutas de Pek¨ªn sobre c¨®mo evitar las enfermedades de transmisi¨®n sexual y sobre sus derechos. Por la noche, en un club de alterne, es una m¨¢s de ellas. Con un cuerpo rotundo lleno de curvas y una sonrisa p¨ªcara, no tiene dificultades para conseguir clientes.
¡°Es una vida c¨®moda¡±, se encoge de hombros. ¡°Al d¨ªa puedo ganar m¨¢s de mil yuanes (unos 150 euros) f¨¢cilmente, al mes m¨¢s de 30.000 (unos 4.000 euros). Los clientes a veces me invitan a comer, me hacen regalos, se encaprichan conmigo ?En qu¨¦ otro trabajo podr¨ªa ganar tanto dinero? La ONG paga muy poco¡±.
Lleva en la industria del sexo 7 a?os. En 2010, a los 24 a?os, decidi¨® dejar su vida en un pueblo de Anhui, una de las provincias m¨¢s pobres de China, y a un marido al que detestaba. Los primeros meses, al llegar a Pek¨ªn, fueron muy duros. ¡°Empec¨¦ como vendedora ambulante, pero apenas sacaba dinero. No ten¨ªa contactos, no conoc¨ªa a nadie. No me qued¨® otra opci¨®n¡±.
La prostituci¨®n es te¨®ricamente ilegal en China. Casi desaparecida durante la ¨¦poca mao¨ªsta, comenz¨® a resurgir al tiempo que el pa¨ªs iniciaba su escalada econ¨®mica en los a?os ochenta. Hoy d¨ªa es un sector floreciente, y ubicuo, en salas de karaoke, salones de masaje o peluquer¨ªas donde se ofrecen ¡°servicios especiales¡±. La ONU calcula que la ejercen entre cuatro y seis millones de personas, aunque algunos estudios apuntan que esta cifra podr¨ªa llegar a los diez millones.
¡°Cuando el est¨®mago est¨¢ lleno, llega la hora de pensar en el sexo¡±. Es un refr¨¢n chino que cita la escritora Zhang Lijia, quien investig¨® el sector durante 12 a?os para documentar su novela Lotus, la historia de una joven prostituta. Zhang percibe una relaci¨®n directa entre el boom econ¨®mico chino y el ¡°espectacular retorno¡± del mercado del sexo.
La s¨²bita riqueza ha sacado a la luz la ¡°tendencia hedonista¡± reprimida durante el mao¨ªsmo, cuenta la autora. Muchos negocios se discuten rodeados de comida, bebida y mujeres. Tener una amante es, para muchos hombres, una cuesti¨®n de prestigio y un modo de exhibir nivel econ¨®mico. Adem¨¢s, el desarrollo urban¨ªstico ha atra¨ªdo a las ciudades a muchos hombres de otras regiones del pa¨ªs que se trasladan sin sus familias. A todo esto se suma la revoluci¨®n sexual que ha vivido China desde los a?os 90.
La mayor¨ªa de las prostitutas en China ¡ªexplica Zhang¡ª proviene de las zonas rurales, atra¨ªdas por la promesa de una vida mejor en las ciudades del este o deseosas de dejar atr¨¢s, como en el caso de Jinjin, un mal matrimonio. El tr¨¢fico es algo minoritario. ¡°Normalmente, entran en ese mundo por su propia voluntad, aunque motivadas por la falta de otras opciones. No es una decisi¨®n f¨¢cil¡±, puntualiza la escritora.
Wang Xiaohong empez¨® de una manera t¨ªpica, en una peluquer¨ªa que ofrec¨ªa ¡°servicios extra¡±: ¡°me dijeron que me pusiera a cortar el pelo y a dar masajes. Como no sab¨ªa hacer ninguna de las dos cosas, me dijeron que entonces tendr¨ªa que practicar el sexo con los clientes¡±. Ahora, a sus 43 a?os y m¨¢s de 15 en la profesi¨®n, trabaja por su cuenta. Tiene alquilado un cuarto diminuto en un hutong, una callejuela tradicional, en un barrio de clase media-baja al sureste de Pek¨ªn, donde la enorme cama no deja otro espacio libre. Sobre ella come, charla y trabaja.
Como su amiga Jinjin, Wang no considera que su vida sea especialmente desgraciada. Se da caprichos que en su vida anterior no hubiera podido so?ar: se compra ropa, se ha ido de vacaciones a Malasia. Presume de haber comprado una casa con jard¨ªn en Hebei, la provincia pr¨®xima a Pek¨ªn, y varios pisos en la capital, su ¡°seguro de vida¡± cuando le llegue la hora de retirarse: ¡°y ya no me queda tanto. Ya no gano como antes. Algunos clientes se me quejan, dicen que quer¨ªan a alguien m¨¢s joven¡±.
En una sociedad como la china, en la que la igualdad de g¨¦nero es a¨²n un sue?o distante, estas mujeres disfrutan del poder y del estatus ante sus familias que les da el dinero. ¡°Es una situaci¨®n complicada, no es una vida de completa desgracia. Tienen v¨ªnculos de amistad muy fuertes entre ellas. Algunas disfrutan de la atenci¨®n que les dan sus clientes, y gozan de un placer sexual que no les daban sus maridos o sus novios¡±, cuenta Zhang.
El principal problema del que hablan Wang y Jinjin son las redadas peri¨®dicas y los abusos de la Polic¨ªa: desde pruebas obligatorias del sida a golpes y vejaciones. Un informe de la ONG Asia Catalyst encontraba el a?o pasado que un 43% de las trabajadoras sexuales fueron interrogadas por la Polic¨ªa en los doce meses previos. Un 71% acabaron en el cuartelillo, un 27% fueron multadas y un 47% quedaron bajo detenci¨®n administrativa. Una detenci¨®n sin juicio previo que puede durar hasta dos a?os en un centro de reeducaci¨®n y donde a menudo se les exige que trabajen gratis todos los d¨ªas de la semana.
Es m¨¢s probable que resulten detenidas si llevan encima condones, algo que la Polic¨ªa considera prueba de sus actividades, seg¨²n denuncia esta ONG. ¡°Normalmente, siempre hay alguien vigilando en la entrada de nuestros lugares de trabajo. Si nos avisan, tenemos que deshacernos de los condones de inmediato, tir¨¢ndolos por el v¨¢ter o como sea¡±, explica Wang.
Otro de sus grandes miedos es el sida y otras enfermedades de transmisi¨®n sexual: representan el 48,6% de las mujeres infectadas por el VIH en China. Un 66% admite haber padecido s¨ªntomas de alguna ETS en el ¨²ltimo a?o. Su condici¨®n de trabajadoras ilegales les deja tambi¨¦n indefensas ante la posible violencia de los clientes.
La lucha contra la corrupci¨®n que ha lanzado el Gobierno desde la llegada al poder de Xi Jinping ha afectado al sector y le ha hecho menos visible. En Pek¨ªn, una campa?a de embellecimiento de la capital ha derribado muchos peque?os establecimientos desde donde estas mujeres operaban. ¡°La alternativa ha sido alquilar pisos y fijar las citas a trav¨¦s de las redes sociales¡±, explican desde Asia Catalyst.
Jinjin apunta otro factor: la campa?a de destrucci¨®n de estructuras ilegales en Pek¨ªn ha dejado sin trabajo y alejado a muchos inmigrantes. Con esa marcha, asegura, ha perdido clientes. ¡°Ahora tocamos a menos¡±, se lamenta. Por supuesto, asegura, le gustar¨ªa que la sociedad retirara el estigma que ahora tiene la prostituci¨®n y que dejara de ser una actividad prohibida. ?Legalizada y regulada? ¡°Tanto como eso, quiz¨¢ no. Habr¨ªa m¨¢s competencia. Y los clientes ser¨ªan m¨¢s exigentes¡±, se r¨ªe.
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