El desplome
M¨¦xico no est¨¢ a¨²n en una situaci¨®n de Estado fallido, por m¨¢s que algunas regiones se aproximan a ello, pero en muchos sentidos hemos dejado de creer en el Estado
Logramos superar al presidencialismo, pero no sustituirlo por un orden democr¨¢tico. Las cosas nunca han estado del todo pegadas en M¨¦xico, pero es evidente que algo importante se rompi¨® en los ¨²ltimos a?os y no parece tener compostura. El Estado ha sido desbordado una y otra vez desde adentro y desde afuera; igual por bandas que desaf¨ªan abiertamente a la autoridad que por gobernadores que convierten el erario en bot¨ªn personal, o que por un mandatario dispuesto a boicotear los comicios en el Estado de M¨¦xico con una violaci¨®n masiva de las normas electorales, con tal de mantener el control en este que es su reducto.
No estamos a¨²n en una situaci¨®n de Estado fallido, por m¨¢s que algunas regiones se aproximan a ello, pero en muchos sentidos hemos dejado de creer en el Estado. Obreros y trabajadoras dom¨¦sticas dan por sentado que ser¨¢n robados en el transporte p¨²blico; los millonarios se atrincheran en cotos privados y se apertrechan detr¨¢s de su propia polic¨ªa; la clase media deja de transitar los caminos, calles y antros tomados por el hampa y se encomienda a los dioses para no formar parte de las cifras rojas que crecen d¨ªa a d¨ªa.
La confianza en la autoridad, que nunca fue mucha, se ha esfumado casi por completo. Cada semana penetramos un poco m¨¢s en la dimensi¨®n del horror con alg¨²n nuevo caso que antes habr¨ªamos considerado inaudito. La familia violada y el beb¨¦ acribillado en la autopista M¨¦xico-Puebla, una de las m¨¢s concurridas en el pa¨ªs; el periodista que daba por sentado que ser¨ªa asesinado porque se negaba a dejar de hacer su trabajo; el cami¨®n repleto de gendarmes asaltado por tres delincuentes. Por no hablar de fosas clandestinas y estudiantes desaparecidos.
Parad¨®jicamente fueron los pol¨ªticos los primeros que dejaron de creer en el Estado y comenzaron a verlo exclusivamente como un bot¨ªn gremial. No es que antes no hubieran robado, siempre lo han hecho, pero exist¨ªa la noci¨®n de que hab¨ªa algo por encima de ellos, de que ejerc¨ªan un poder concedido desde arriba y formaban parte de una instituci¨®n con densidad hist¨®rica, de una entidad que de alguna manera los trascend¨ªa. Ll¨¢mese presidencialismo si se quiere, pero el hecho es que los funcionarios y pol¨ªticos ten¨ªan un sentido de pertinencia vagamente vinculado con el Estado. Y con ello no invoco un regreso al pasado; logramos superar al presidencialismo pero no fuimos capaces de sustituirlo por un orden democr¨¢tico; en consecuencia padecemos los excesos de la ley del m¨¢s fuerte, tr¨¢tese de un cartel o un pol¨ªtico corrupto e impune.
Hoy parecer¨ªa que la clase pol¨ªtica, independientemente del partido del que se trate, no obedece a otra cosa que a sus propias prisas por aprovechar la oportunidad de enriquecerse y mantenerse en el poder a toda costa. La impunidad campea desde la punta hasta el ¨²ltimo de los bur¨®cratas; las peque?as purgas que el sistema ofrece (gobernadores detenidos, funcionarios inhabilitados) parecen obedecer m¨¢s a cambios de fortuna pol¨ªtica dentro del grupo que a una estrategia cre¨ªble de combate a la corrupci¨®n creciente.
El ejercicio del Gobierno afronta una especie de secularizaci¨®n pol¨ªtica por parte de sus miembros. Ninguna idea de partido, de convicci¨®n, de perspectiva hist¨®rica o de plataforma ideol¨®gica. El aprovechamiento personal, puro y llano. No, el Estado no se ha desplomado, a¨²n, pero hemos dejado de creer en ¨¦l. Peor a¨²n, han dejado de creer en ¨¦l aquellos que lo controlan.
@jorgezepedap
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