Quinta jornada de protestas pac¨ªficas en Alhucemas
Los ciudadanos redoblan su desaf¨ªo pac¨ªfico y ponen al Estado frente al dilema de endurecer su respuesta
Noche del martes en Alhucemas. Quinta jornada de movilizaciones desde que se orden¨® el arresto de Nasser Zafzafi, el l¨ªder de las protestas. Son las nueve y media de la noche en lo alto del barrio de Sidi Abed, donde se organizan cada d¨ªa las manifestaciones, al final de una larga pendiente. A¨²n quedan 30 minutos para que comiencen a llegar los j¨®venes en masa. Apenas hay una veintena de ellos junto a un altavoz con una pegatina de Zafzafi. En este momento, la ¨²nica mujer entre tanto var¨®n es Nawal Ben Aisa, ama de casa de 36 a?os, casada y con cuatro hijos, que en pocos d¨ªas se ha erigido en la cabeza visible del movimiento. Est¨¢ ah¨ª con su hija Mayssam, de siete a?os. Y discute en voz alta con algunos de sus compa?eros c¨®mo gestionar las concentraciones. Ella sigue creyendo en la soluci¨®n pac¨ªfica y parece imponer su criterio sobre el resto a viva voz. Sentada en un banco se encuentra una se?ora vestida de negro, simpatizante de este movimiento popular.
De repente, como si hubieran aterrizado desde el cielo, irrumpen en la plaza varias furgonetas antidisturbios con las sirenas de emergencia y decenas de agentes con porras corren hacia los j¨®venes. Todo el mundo se pone a salvo en estampida. Menos Ben Aisa, que se queda abrazada a su hija, llorando las dos, la mujer de negro y este periodista. Entre todas las voces sobresale el llanto de la ni?a. Varios antidisturbios se dirigen hacia ellas dici¨¦ndoles que no se preocupen, que no van a hacerles nada. Les abren el paso para que salgan de ah¨ª.
La mujer de negro dice que ella no se va, que no ha hecho nada malo y no tiene por qu¨¦ irse, pero termina siguiendo a Ben Aisa y su hija. Los gritos y las carreras presagian una batalla campal. Y entonces, toda esa persecuci¨®n se transforma en un retrato de lo que est¨¢ viviendo el Rif. Retrato del miedo, porque Nawal Ben Aisa acude a una puerta entreabierta con la ni?a llorando, la calle vac¨ªa, a un lado los antidisturbios y a otro lado m¨¢s antidisturbios, y la due?a de la casa se niega a darles cobijo. Por miedo a las consecuencias. Retrato, tambi¨¦n, del coraje. Porque enfrente se abre otra puerta, Ben Aisa mete a su hija y vuelve a salir a la calle. Los polic¨ªas se arman tambi¨¦n con piedras recogidas del suelo. Los j¨®venes, ya a resguardo, desde otras calles, gritan: ¡°?Pac¨ªfica, pac¨ªfica!"
De pronto, sin que nunca quedase claro por qu¨¦ vinieron y por qu¨¦ se fueron, los antidisturbios vuelven sobre sus pasos y descienden en formaci¨®n por la calle principal del barrio Sidi Abed. Los j¨®venes les aplauden y corean "pac¨ªfica, pac¨ªfica". Algunos les abuchean, pero se imponen los aplausos y el grito de "pac¨ªfica, pac¨ªfica". Mientras tanto, los polic¨ªas de paisano contin¨²an a lo suyo, recabando informaci¨®n. Piden el carn¨¦ de periodista a los redactores que ven con una libreta en la mano, extranjeros y locales, y toman fotos de los carn¨¦s.
Queda la imagen de la impotencia de un Estado que reprime y no quiere reprimir ante una poblaci¨®n que tiene miedo y no lo tiene
No ha habido ni un rasgu?o que lamentar. Pero queda la imagen de la impotencia de un Estado que reprime y no quiere reprimir ante una poblaci¨®n que tiene miedo y no lo tiene. La demostraci¨®n de fuerza de la polic¨ªa ha atra¨ªdo a m¨¢s gente. A partir de las 10 de la noche la calle y la plaza se van llenando como nunca lo hicieron en estas cinco noches. Con los lemas de siempre: ¡°Todos somos Zafzafi¡±, ¡°Nasser, te vamos a defender, con la vida y con la sangre¡±... Este martes hay tambi¨¦n m¨¢s mujeres que nunca. Y m¨¢s periodistas.
Los polic¨ªas se han llevado un bafle con la foto de Nasser Zafzafi pegada. Pero al cabo de una hora los j¨®venes consiguen otro. Y toma la palabra Nawal Ben Aisa. ¡°Gracias a todos. Vamos a seguir de forma pac¨ªfica, como dijo Nasser. Lo juro, lo juro, no vamos a volver atr¨¢s. Vamos a seguir manifest¨¢ndonos hasta que liberen a los detenidos¡±.
Despu¨¦s habla otra militante, que coloca junto al altavoz un mensaje grabado por Nasser Zafzafi cuando supo que ya hab¨ªan ordenado su arresto. Y el mensaje de Zafzafi dice: ¡°Han venido a detenerme. Pero ten¨¦is que seguir con el movimiento porque estamos haciendo historia. Hay que hacerlo de forma pac¨ªfica. Y si nos detienen, hemos ganado¡±.
Despu¨¦s habla el padre de Zafzafi, que se encuentra al lado de Nawal Ben Aisa, junto a su esposa. Da las gracias a todos, dice que ¨¦l no est¨¢ preparado para hablar, se le humedecen los ojos y se despide con tres palabras que ya suenan como una letan¨ªa: ¡°Pac¨ªfica, pac¨ªfica, pac¨ªfica¡±.
Nawal Ben Aisa hab¨ªa sido la primera en hablar y es la ¨²ltima: ¡°Ahora, nos levantamos todos y nos vamos. No os vay¨¢is juntos, evitad las provocaciones de la polic¨ªa¡±.
El desempleado Nasser Zafzafi se convirti¨® en un s¨ªmbolo del descontento en el Rif. En pocos d¨ªas se labr¨® una imagen de hombre fuerte y sin miedo. Ahora est¨¢ naciendo otro s¨ªmbolo, tal vez mucho m¨¢s dif¨ªcil de combatir. Porque es un ama de casa y tiene cuatro hijos.
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