Jeremy Corbyn: ¡®monsieur¡¯ Zen se siente bien
El candidato laborista sale reforzado de unas elecciones que han disparado su popularidad
En las primeras semanas de campa?a, cuando le preguntaron c¨®mo llevaba los malos resultados en los sondeos y los constantes ataques en la prensa, Jeremy Corbyn respondi¨® con cuatro palabras: ¡°Monsieur Zen est¨¢ bien¡±. El l¨ªder regalaba al mundo un apodo con el que dirigirse a ¨¦l, mucho m¨¢s elegante que el de ¡°viejo blandengue con cabeza de cordero¡± que le dedic¨® Boris Johnson.
Corbyn est¨¢ acostumbrado a desenvolverse en territorio hostil. Lleva tres d¨¦cadas siendo la voz discordante en su partido; dos a?os soportando la ofensiva de todos los medios y de casi todos sus diputados. Cuando se convocaron las elecciones el pa¨ªs estaba convencido de que Corbyn ser¨ªa aplastado. Su cara sal¨ªa m¨¢s en la papeler¨ªa de los tories que en la de su propio partido. Muchos candidatos laboristas, cuando ped¨ªan el voto, explicaban a sus electores que no hab¨ªa motivo para asustarse, que Corbyn nunca ser¨ªa primer ministro, que de lo que se trataba era de evitar que May no tuviera una mayor¨ªa demasiado grande.
Pero de pronto monsieur Zen empez¨® a estar muy bien. Hab¨ªa recortado la distancia en las encuestas a la mitad. Sus ¨ªndices de popularidad sub¨ªan al mismo ritmo al que bajaban los de May. Cierto es que part¨ªa de un lugar tan bajo que resultaba dif¨ªcil no subir. Como l¨ªder de la oposici¨®n en el Parlamento, puede que no haya estado a la altura. Pero, a la hora de la verdad, el ajustado resultado de las elecciones, y la fuerte subida de los laboristas, muestran a un Corbyn reforzado tras su primera campa?a como l¨ªder.
Toda una vida defendiendo causas perdidas constituye un buen aprendizaje para defender la suya propia. Le han ayudado los errores de May. Corbyn acert¨® al desviar la campa?a del Brexit y del liderazgo, terrenos ambos en que los tories son m¨¢s fuertes, y centrarse en la defensa de los servicios p¨²blicos.
Pero sobre todo acert¨® en el tono. No se enfad¨® con las preguntas inc¨®modas. Ni siquiera cuando el Daily Mail le acus¨® en su portada de ser ¡°apologista del terror¡±. En un panorama pol¨ªtico aguerrido, ha renunci¨® a la agresividad, a la estridencia. Fue monsieur Zen.
Recorri¨® el pa¨ªs de multitud en multitud, en m¨ªtines que parec¨ªan festivales de rock. Pocos pol¨ªticos brit¨¢nicos han congregado a tantos fans. Tambi¨¦n domin¨® la conversaci¨®n en redes sociales. Como Bernie Sanders en EE UU, Corbyn ha demostrado que un mensaje de izquierdas sin complejos, pronunciado por un l¨ªder desprovisto de artificios, puede motivar a j¨®venes desencantados con la pol¨ªtica tradicional. El problema era precisamente ese: la subida en intenci¨®n de voto del Partido Laborista depend¨ªa de los j¨®venes. Los mismos que, el d¨ªa de las elecciones, tienden a quedarse en casa.
Sus cr¨ªticos dijeron que Corbyn ten¨ªa un techo electoral y que la experiencia demuestra que las elecciones se ganan en el centro. Todos los sondeos daban al Partido Laborista perdedor, a seis puntos menos que los tories, aunque con una media de en torno al 37% del voto (un porcentaje superior al 35,2% con el que Tony Blair gan¨® las elecciones de 2005). Las urnas han sorprendido con un resultado a¨²n mejor que el previsto para los laboristas que han obtenido un 40,2% de los votos y se han puesto tan solo a dos puntos de los tories. Cualquier resultado por encima del 30,4% que cosech¨® Ed Miliband hace dos a?os habr¨ªa dado argumentos a Corbyn para defender su derecho a permanecer como l¨ªder. Con un avance de casi diez puntos respecto a las ¨²ltimas elecciones, su liderazgo es ahora incuestionable.
?l mismo ha reconocido que, cuando se present¨® como candidato a suceder a Miliband en 2015, ni siquiera quer¨ªa el trabajo. El sector m¨¢s izquierdista quiso poner a un candidato en la contienda para enriquecer el debate y ¨¦l accedi¨®. Dos a?os despu¨¦s, ha protagonizado la mayor transformaci¨®n del partido en d¨¦cadas. La militancia se ha duplicado y ahora el laborismo es un movimiento de base compuesto por medio mill¨®n de personas. Puede que su ambici¨®n, con 68 a?os, no sea convertirse en primer ministro, sino consolidar el giro a la izquierda del Partido Laborista. Que alguien que fue tenido como un rebelde pintoresco acabe marcando el camino del partido, no es haza?a peque?a.
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