Y, ?de qu¨¦ van a hablar despu¨¦s?
Ahora que Colombia ha alcanzado la paz con las FARC, los pol¨ªticos no tienen de qu¨¦ hablar
No siempre cambiar la tendencia, ni las grandes realizaciones, por m¨¢s extraordinarias que sean, genera recompensas pol¨ªticas y casi nunca electorales. El pueblo privilegia con su voto y su opini¨®n cotidiana, las gestas que le favorecen directamente y a su comunidad m¨¢s cercana.
M¨¢s de la autora
Churchill previ¨® la guerra. Organiz¨® a las fuerzas, gan¨® y fue relegado a esos segundos puestos a donde terminan con frecuencia los m¨¢s grandes. Su habilidad para volver a prever la amenaza fascista lo convirti¨® en el primer ministro que logra la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial. Solo tuvo 60 d¨ªas de gloria. Los votos de sus propios conciudadanos lo sacaron del cargo. El hombre que gan¨® la guerra, perdi¨® las elecciones. Ganaron los laboristas que propon¨ªan pleno empleo y reformas sociales, lo que les importa a los ciudadanos.
Pocas veces una serie ha logrado retratar tan magistralmente el fin de un hombre como lo hiciera Crown de Netflix para develar la grandeza reducida a la vanidad de c¨®mo podr¨ªa ser visto por la historia, retratado por un pintor que supo captar su profundo dolor, pero tambi¨¦n la forma como se desprendi¨® del poder, que era desprenderse de s¨ª mismo al punto de quemar su propia imagen.
Con la claridad de las proporciones, Richard Nixon tuvo que renunciar ante un impeachment por el esc¨¢ndalo de Watergate. Regresando de sellar el hist¨®rico acuerdo de integrar China al mundo en su papel en la redefinici¨®n de Estados Unidos en el escenario internacional, y ante una multitudinaria rueda de prensa, no hubo una sola pregunta sobre China y s¨ª sobre Watergate. Nuevamente los cambios hist¨®ricos son sobrepasados por coyunturas que como ese caso bien lo merec¨ªan. Siempre se le podr¨¢ ver en otra puesta de arte maravillosa, la pel¨ªcula Nixon de Oliver Stone.
A Juan Manuel Santos, que lee a todos estos grandes de la historia, en su pasi¨®n por las biograf¨ªas, lo ocurrido con estos hombres, le deben generar muchas reflexiones. No se le reconoce haber puesto fin a una guerra de 52 a?os en Colombia. Su apuesta por la paz en contra de la mitad de un pa¨ªs que prefer¨ªa la salida militar a la negociada, lo tiene hoy con una popularidad por debajo del 20 por ciento.
Pero ya se hizo. Y aunque no se la aplaudan. No la van a poder cambiar. Hoy el debate de las armas y los bienes y la impunidad no ser¨¢ el mismo para mayo de 2018 ni para la historia, el presidente m¨¢s impopular de los ¨²ltimos tiempos ser¨¢, quieran o no, el que acab¨® la guerra con las FARC y firm¨® la paz. Los que ahora inician la campa?a pol¨ªtica para sucederlo en el poder en 2018 tienen desde ya que pensar en los temas que le importan al ciudadano.
Nada por lo que hoy se rasgan las vestiduras les servir¨¢ para seguir profundizando la desesperanza. Los que dijeron que las FARC no iban a entregar las armas, ya vieron que hoy el 30 por ciento est¨¢n en poder de la ONU. Y para el 2018, estar¨¢n construidos los monumentos. Que tampoco entregar¨¢n los bienes, advirtieron, y ya se sabe que no solo los van a entregar, sino ser¨¢ la ¨²nica guerrilla en haberlo hecho. Y entonces la discusi¨®n no tendr¨¢ importancia. Otros ser¨¢n los temas.
La discusi¨®n de que Colombia est¨¢ a las puertas del ¡®castrochavismo¡¯ y de una ley habilitante como la Venezuela ser¨¢ el fondo del pr¨®ximo plan de desarrollo, de pronto, de pronto, a¨²n estar¨¢ en el debate, pues a quienes les toquen sus tierras, les tocar¨¢n el status quo, y el bolsillo y entonces el demonio comunista los visitar¨¢ hasta en sue?os.
El tema de la impunidad en la paz, posiblemente tampoco ser¨¢ el de marzo de 2018, pues ya habr¨¢n pasado por el Tribunal de la Paz, por la Justicia Especial para la Paz (JEP), miles y miles de militares y guerrilleros. Se sabr¨¢ la verdad de unos y otros y empezar¨¢ otra tarea, la de la construcci¨®n narrativa de nuestra historia violenta. Ese s¨ª que es un tema de fondo, porque de esa lectura se alimentar¨¢n las nuevas generaciones y crear¨¢n un imaginario que les permitir¨¢ habitar y ser ciudadanos de un pa¨ªs en paz o de uno reciclando guerras.
Y entonces, ?de qu¨¦ van a hablar? ?Sobre qu¨¦ van a soportar sus discursos pol¨ªticos los candidatos cuando ya la paz no sea ¡®el trompo de poner¡¯ y haya pasado a la historia sin porcentajes en las encuestas, pero sin posibilidad de cambiarla, cuando ya est¨¦n sentados en el congreso los integrantes de las FARC convertidos en parlamentarios? ?No deber¨ªan estar ¨Cmejor¡ª pensando en c¨®mo proyectar a la Colombia que debe surgir para el futuro?
No creo que este gobierno logre ya recibir los aplausos. Menos a¨²n en el ¨²ltimo a?o de gobierno, que es tambi¨¦n a?o electoral. Recordar¨¢ el jefe de la oposici¨®n, el expresidente Uribe, que ¨¦l tambi¨¦n tuvo que enfrentar el mismo n¨²mero o m¨¢s de paros y protestas que est¨¢ enfrentando el de Santos. La memoria es corta en pol¨ªtica y ahora es el mismo Uribe quien declara fallida la econom¨ªa colombiana en Londres. ?lvaro Uribe dice lo que los empresarios en silencio piensan: que este es el ¡®annus horribilis¡¯ y que el riesgo castrochavista es una realidad. Olvida que la econom¨ªa y el desempleo pasaron por el peor momento desde el 99, tambi¨¦n en el ¨²ltimo a?o durante su gobierno.
En Bogot¨¢, Mauricio C¨¢rdenas, el ministro de Hacienda, responde con cifras que nadie cree. Los maestros est¨¢n en paro y 8 millones de ni?os est¨¢n sin clases desde hace un mes en el gobierno que apost¨® por la educaci¨®n como ¨²nica forma posible de desarrollo e igualdad.
Las redes se llenan de insultos, y en la prensa la talla moral, los encargados de descubrir la manipulaci¨®n, decir la verdad al poder, s¨®lo son c¨®mplices de unos y otros en sus ambiciones y odios personales para hacer creer a sus audiencias que los mueve la justicia. Cu¨¢nta falta hace volver a leer a Edward W. Said en ¡®Representaciones del intelectual¡¯.
No s¨¦ si en otras partes del mundo tambi¨¦n se acab¨® la reflexi¨®n y priman las bien llamadas ¡°animadversiones ilustradas¡±. La cercan¨ªa de intelectuales y periodistas al poder, su proximidad a la influencia solo es v¨¢lida si no afecta el sentido de la moral, el escepticismo, pero sobre todo la capacidad, la condici¨®n insobornable, que permita mirar las grandezas incluso en quienes no son objeto de los afectos de los que se consideran los intelectuales period¨ªsticos de cada ¨¦poca.
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