Navegaci¨®n de eternidad
La poes¨ªa y las novelas de Mutis est¨¢ ya tatuada con no pocos versos entre lo mejor que se ha escrito en lengua castellana
Reunidos en la Abad¨ªa de Fontevraud, donde yace Leonor de Aquitania, un grupo de amigos y estudiosos de Francia, Colombia, Ecuador y M¨¦xico aprovecharon el paisaje para rendirle el primer y m¨¢s que merecido homenaje que se le deb¨ªa a la vida y obra de ?lvaro Mutis desde que ¨Cseg¨²n las enciclopedias¡ªse fue de este mundo. Lo cierto es que, como Macqroll el Gaviero, Mutis no podr¨¢ hacer ¨ªdem jam¨¢s: su poes¨ªa est¨¢ ya tatuada con no pocos versos entre lo mejor que se ha escrito en lengua castellana y de sus novelas, hay por lo menos tres que son memoria viva de la mejor prosa posible, sue?os en tinta que van remontando los paisajes de una memoria que se contagia. All¨ª va el gaviero y Mutis al tim¨®n de una obra imperecedera, con la sonrisa amable y el comentario erudito, con la sapiencia inquebrantable del silencio y la grandeza con la que sab¨ªa destazar a la estupidez ajena con su gorra de marinero griego, con o sin bigote, pluma en ristre.
Pour ?lvaro Mutis se llam¨® el encuentro que viene organizando desde hace ya varios a?os el escritor Patrick Deville y el caballero andante Philippe Oll¨¦-Laprune, quienes dedican tiempo, saz¨®n y esmero a un encuentro que cada a?o honra la obra de alg¨²n escritor indispensables en el marco de Fontevraud, all¨ª donde est¨¢ tambi¨¦n la tumba de Ricardo Coraz¨®n de Le¨®n y que en alg¨²n ayer que preferimos no olvidar jam¨¢s, tambi¨¦n fue prisi¨®n del horror nazi para no pocos defensores y m¨¢rtires de la Francia libre, la que conoc¨ªa Mutis de memoria y sin acento. Am¨¦n de comer como debe de ser ¨Cy beber los que beben¡ªel mise en sc¨¦ne ecualiza el des¨¢nimo de saber que el propio ?lvaro s¨®lo se aparece ahora en tinta y en el recuerdo intacto de quienes le debemos tantas p¨¢ginas y que, efectivamente, ?tanto lo queremos, carajo!
Mutis brinc¨® el vado que muy pocos escritores han logrado o siquiera intentado: pasar de la poes¨ªa que roza perfecci¨®n casi constante al reino casi inabarcable de la novela. En medio, quiz¨¢ como posible puente de explicaci¨®n, los llamados Intermezzos, intermedios o ucron¨ªas de peque?os instantes de la Historia con may¨²scula que quiz¨¢ ocurrieron simplemente porque se le ocurri¨® a Mutis consignarlos en su imaginaci¨®n: me refieron en particular al Intermedio de Constantinopla (dedicado a Rodrigo Garc¨ªa Barcha), el Intermedio en Schoembrunn (para D. Jaime Mu?oz de Baena) y el Intermedio en Niza (dedicado a Diego Garc¨ªa El¨ªo) donde la pluma del poeta no se esconde en las breves prosas donde Mutis inventa que recuerda haber presenciado la ca¨ªda de Constantinopla¡ el gesto de Napole¨®n, enfundado en un cansado abrigo de campa?a y a¨²n sin quitarse el inmenso tricornio negro¡ y el recoveco de silencio donde el emperador Carlos V lamenta la muerte de Garcilaso de la Vega, inmenso poeta ca¨ªdo en batalla.
Digo posible puente de explicaci¨®n, aunque en realidad no hay explicaci¨®n precisa ni necesaria para celebrar el milagro de que ?lvaro Mutis pas¨® del verso a la prosa, abri¨® el caudal torrentoso de una navegaci¨®n de su memoria y destil¨® entre otras joyas la historia perfecta de La ¨²ltima escala del Tramp Steamer o la aventura contagiosa de La nieve del Almirante. As¨ª se convers¨® entre Fabienne Bradu, Christopher Dom¨ªnguez Michael, Jos¨¦ Mar¨ªa Espinasa, Fedrico D¨ªaz-Granados, Eduardo Garc¨ªa Aguilar, Dominique Rabourdin, C¨¦sar Ramiro V¨¢sconez, Juan Felipe Robledo, Diego Valverde Villena, Andr¨¦ Velter y el propio Philippe Oll¨¦-Laprune que ha escrito que Mutis ¡°fue un personaje admirado y amado, lector sorprendente, amigo sutil y fiel, espectador poco entusiasta de su propia ¨¦poca, apasionado por la historia y mel¨®mano advertido¡±. En resumen, un genio que correg¨ªa con generosidad los textos ajenos y dedicada las portadillas con su letra de vampiro desvelado, contagiaba lecturas con la gracia de un dulce por paladearse y anduvo por el mundo con la secreta radiograf¨ªa de leerlo desde las entra?as m¨¢s imperiosas del alma. Un ching¨®n que no pasa un solo d¨ªa sin que lo extra?e¡ e intente agradecerle tantas y todas las p¨¢ginas que nos hered¨®.
Jorge F. Hern¨¢ndez
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