La transfiguraci¨®n de Nicol¨¢s Maduro
El presidente, ya ungido sucesor de Ch¨¢vez, dio en imprimir paulatinos cambios a su ¡°torpe ali?o indumentario¡±
El registro cronol¨®gico de los gustos vestimentarios de Nicol¨¢s Maduro sugiere que erigirse tirano fue siempre el designio secreto, no solo suyo, sino tambi¨¦n de quienes lo necesitan como sanguinario fantoche de una narcodictadura militar pura y dura.
Por los d¨ªas en que su mentor, Hugo Ch¨¢vez, andaba a¨²n sobre la tierra exhibiendo, abotagado y risue?o, los estragos de la mexadetasona, como si pensara seriamente regresar con vida de una cuarta, tal vez tambi¨¦n de una quinta, sexta o hasta s¨¦ptima visita a los quir¨®fanos cubanos (?la medicina cubana es milagrosa!), Maduro vest¨ªa de traje oscuro y corbata. Sartorialmente hablando, Maduro era por entonces indistinguible de cualquier guarura mexicano.
En Venezuela la voz guarura designa un instrumento aer¨®fono precolombino hecho de una concha marina de regular tama?o que, al soplarse, deja escapar un ulular muy semejante al de un le¨®n marino. En M¨¦xico, en cambio, ?cosas del habla en cada patio de nuestra Am¨¦rica!, guarura es voz de origen posiblemente tarahumara que designa sin m¨¢s al guardaespaldas. Vestido con su traje de confecci¨®n, y mucho m¨¢s si gasta bigotazo, el guarura mexicano est¨¢ndar es indistinguible de Nicol¨¢s Maduro en tiempos en que era eso, precisamente, un guarura m¨¢s de Ch¨¢vez, debidamente camuflado como vicepresidente o canciller.
Tan pronto el Comandante Eterno dio el salto del tordito guanabanero, en marzo de 2013, Nicol¨¢s, ya ungido sucesor, dio en imprimir paulatinos cambios a su ¡°torpe ali?o indumentario¡±. Lo primero que hizo fue tocarse con un sombrero de yarey, de horma cubana. De la guayabera roja hablar¨¦ luego; aparquemos por un p¨¢rrafo o dos en esto del sombrero de yarey.
De lejos puede tomarse por un sombrero campesino venezolano, con el que se proteger¨ªa de la inclemencia del sol un mozo de faena llanero en una novela de R¨®mulo Gallegos. Pero bien sabemos que hoy d¨ªa nuestros llaneros ya no se tocan con sombreros de palma sino con gorras de b¨¦isbol, cascos de vinilo desechados por Petr¨®leos de Venezuela, y, en casos de extrema vanidad, con esa variante del borsalino de piel de conejo y ala ancha, hecho en Italia, que al llanero le recuerda el pelaje gamuzado del fruto del guamo, singular leguminosa tropical. Y, si el llanero es chavista, no va a caballo, sino en pick-up Toyota Tacoma.
Fue risiblemente tocado con ese pobret¨®n y anacr¨®nico sombrero de desflecado yarey cubano, que Maduro vio a Ch¨¢vez transfigurado en un tucusito (chrysolampis mosquitus) por conducto del cual el Comandante Eterno habl¨® desde el m¨¢s all¨¢. Si bien el chrysolampis mosquitus, abundante en Venezuela, no es ave prensora, no es menos cierto que Ch¨¢vez fue en vida hombre corpulento y muy parlero y es concebible que, al verse reencarnado en un pajarito de apenas ocho cent¨ªmetros de largo, la sobredosis de dexametasona llevase a Ch¨¢vez a trinar iluminadoras admoniciones para Nicol¨¢s.
La guayabera roja no requiere mayor elucidaci¨®n: la guayabera es el uniforme oficial de los mandatarios de la cuenca del Caribe, de rigor en sus inconducentes cumbres del Caribe. Nico las prefiere de rojo para singularizarse de tanto palurdo neoliberal lacayo del imperialismo yanqui. Lo que nos lleva a la guerrera verde oliva, extra?a cruza entre saco de liquiliqui y capote norcoreano color caca de oca con que ¨²ltimamente intenta ocultar su deleznable origen civil a los ojos de sus ventripotentes narcogenerales. A diferencia de estos, Maduro no exhibe el capote cubierto de condecoraciones ni porta bast¨®n de mando. Le basta con su morruda expresi¨®n de subordinado babieca asesino, ya muy hecho a su vil oficio, y su sombr¨ªo atuendo de verdugo de los j¨®venes venezolanos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.