Cuetzalan, la dulce vida de la abeja de los mayas
Un modelo ¨²nico de producci¨®n de miel da una segunda oportunidad a una especie amenazada por la deforestaci¨®n y un horizonte prometedor a cientos de apicultores ind¨ªgenas en M¨¦xico
Cuetzalan es un pueblo de leyenda. Tiene menos de 50.000 habitantes, pero su fama ha rebasado las fronteras del pa¨ªs y el rumor de su belleza se ha esparcido entre cientos de miles de turistas que se adentran cada a?o en la sierra norte de Puebla, en el centro de M¨¦xico, para deslumbrarse con su arquitectura colonial, degustar su caf¨¦ o buscar la cura para el mal de amores en el fondo de un vaso de yolixpa, la antigua medicina para el coraz¨®n de los pobladores originales. Cuetzalan, sin embargo, a¨²n guarda un secreto milenario. Un grupo de apicultores ind¨ªgenas ha encontrado en la miel un negocio dulce y un modelo de producci¨®n sostenible que se remonta a la ¨¦poca de los mayas y que ha permitido rescatar a la abeja melipona, una variedad nativa sin aguij¨®n que estaba amenazada por la contaminaci¨®n, la fumigaci¨®n y la tala indiscriminada de ¨¢rboles.
Para contar el ¨¦xito de la meliponicultura en Cuetzalan hay que hablar primero de la historia del pueblo. El lugar de los quetzales es un sitio de contrastes y orgulloso de sus tradiciones. El n¨¢huatl a¨²n suena en sus calles, solo que ahora tambi¨¦n se cuela en los tel¨¦fonos m¨®viles y las conversaciones de WhatsApp, y todav¨ªa es com¨²n ver a las mujeres con vestidos bordados y a los hombres enfundados con los t¨ªpicos trajes de manta, sombreros y guaraches (sandalias).
Detr¨¢s de ese Cuetzalan rom¨¢ntico se esconde tambi¨¦n un pasado de abusos, en la que un pu?ado de mestizos sol¨ªa explotar a una mayor¨ªa de campesinos y comprar sus productos a precios arbitrarios e irrisorios. Las humillaciones, la usura y la explotaci¨®n por deudas eran una realidad hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX. "Eran caciques de tres o cuatro familias que se enriquec¨ªan a costa de miles de productores que viv¨ªan sumidos en la pobreza, en condiciones lamentables", relata el agr¨®nomo ?lvaro Aguilar.
Hace 40 a?os, los campesinos dijeron basta y crearon una cooperativa para abastecerse de productos b¨¢sicos y para negociar precios justos para lo que produc¨ªan. Tosepan Titataniske (unidos venceremos, en n¨¢huatl) es ahora una uni¨®n de ocho cooperativas que agrupa a 35.000 socios en 32 municipios y que cuenta con su propio centro de formaci¨®n, banco, comercializadora y negocio ecotur¨ªstico. La organizaci¨®n ha librado una batalla exitosa en el comercio justo de caf¨¦ y pimienta, los dos principales productos agr¨ªcolas de Cuetzalan, y en 2003 escucharon a un grupo de socios que ped¨ªa un rescate similar para la miel.
El negocio de la apicultura pr¨¢cticamente no exist¨ªa. La producci¨®n no rebasaba los 400 litros al a?o, se pagaba a 30 pesos (menos de dos d¨®lares) el litro y la edad media de los productores era de 60 a?os en adelante. La meliponicultura languidec¨ªa en los mares del autoconsumo y la nostalgia. Ahora, un litro se acopia en 300 pesos (15 d¨®lares) y se vende en 800 pesos (40 d¨®lares), se han llegado a producir hasta 3000 litros al a?o y m¨¢s de 350 productores de todas las edades, principalmente mujeres, se benefician de la venta de miel.
El epicentro de la revoluci¨®n de la miel est¨¢ en el Kuojtakiloyan (el monte en el que se produce todo, en n¨¢huatl). Hay que atravesar un pedazo de bosque tropical para llegar a la casa de Mois¨¦s Morales, uno de los principales productores del elixir de la pisilnekmej o abeja chiquita, como se conoce a la scaptotrigona mexicana porque tiene un tama?o similar al de una mosca. "Empec¨¦ con mi abuelo a los 14 a?os con dos ollas, me acuerdo que las abejitas me hac¨ªan cosquillas, muerden pero no pican como las grandes (las europeas)", recuerda Morales, de 66 a?os, con voz pausada y entre risas sobre el car¨¢cter sociable de las abejitas, menos agresivo que el de sus parientes africanos y europeos.
Su sencilla casa de dos habitaciones est¨¢ rodeada de 500 ollas de barro, donde las abejas forman sus panales. Los meliponicultores utilizan las ollas en sustituci¨®n de los troncos huecos u hobones, el h¨¢bitat natural de los insectos y el modelo de producci¨®n que utilizaban los mayas. Esto les permite extraer la miel m¨¢s f¨¢cilmente y reproducir el pie de cr¨ªa en serie, sin afectar la vegetaci¨®n, explica Rub¨¦n Chico, el l¨ªder de los meliponicultores.
La Tosepan ha profesionalizado el m¨¦todo, con utensilios que solo se utilizan para la cosecha, para aprovechar toda la miel de forma m¨¢s higi¨¦nica. La cooperativa recauda miel, cera, propolio y polen, y ya cuenta con un laboratorio para dar valor agregado a los productos. Adem¨¢s de la miel y los comestibles, se fabrica champ¨², cremas y otros cosm¨¦ticos. Las ganancias se distribuyen entre los socios en funci¨®n de la materia prima que aporten.
Una de las ollas de Don Moy, como lo conocen sus vecinos, est¨¢ rodeada de decenas de z¨¢nganos que olfatearon a una reina virgen y que aguardan ansiosos a atraparla en el vuelo nupcial. Solo uno de los machos podr¨¢ fecundarla y el afortunado morir¨¢ poco tiempo despu¨¦s. La casa de Morales tiene una cerca natural de capulines, cafetales, naranjos¡ las abejas polinizan la mayor parte de la vegetaci¨®n. M¨¢s abejas se traducen en mejores cultivos y en m¨¢s dinero. "Son important¨ªsimas para el ecosistema, hubi¨¦ramos perdido muchas plantas de no haber sido por ellas", apunta Aguilar.
"Las abejas son muy inteligentes, m¨¢s que nosotros, se dan cuenta si el marido pasa demasiado tiempo en la cantina o si un matrimonio pelea mucho y si uno de los dos es infiel, las abejas se van", cuenta Margarita Madero, que tiene 200 ollas alrededor de su hogar. Madero dice que mantener a las abejas no es mucho trabajo, pero que tiene que cuidarlas ante depredadores como ara?as y mosquitos, as¨ª como de ladrones que se han dado cuenta del valor que han adquirido en el mercado.
La miel de la melipona o miel virgen es un poco m¨¢s ¨¢cida, m¨¢s l¨ªquida, tiene mejor protecci¨®n contra las bacterias que la miel comercial y sus caracter¨ªsticas eran aprovechadas por los mayas, que le atribu¨ªan propiedades curativas, asegura la cooperativa. Las diferencias con la miel que conocemos, ir¨®nicamente, han obstaculizado su exportaci¨®n, lo que ha convencido a los socios de quedarse con su tesoro para el disfrute de la comunidad y de los visitantes. "Nuestra miel es como los buenos vinos, entre mayor tiempo pase mejor y se fermenta por meses antes de venderse", afirma Chico.
Cuetzalan, a miles de kil¨®metros de los grandes centros ceremoniales mayas, se hizo heredera de la miel por las antiguas rutas de tributo que se entregaban a los mexicas, aunque la presencia de la scaptotrigona mexicana se extiende desde Tamaulipas, en el norte del pa¨ªs, a Guatemala. El pueblo fue declarado santuario de la pisilnekmej en 2011 y se ha convertido en el gran guardi¨¢n de la melipona mexicana, que hace un par de a?os lleg¨® a reducir sus poblaciones en un 80% en zonas del pa¨ªs como Quintana Roo y la pen¨ªnsula de Yucat¨¢n.
"En cada zona hab¨ªa menos abejas y su principal enemigo era el hombre", lamenta Aguilar. Hoy hay una nueva esperanza para ellas y 60 comunidades de siete municipios de la sierra norte de Puebla: "Nuestra meta es que todas las familias de la cooperativa tengan abejas y puedan beneficiarse cuid¨¢ndolas".
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