As¨ª ensaya un burdel de ?msterdam la autogesti¨®n del sexo de pago
Con tres meses de rodaje, My Red Light quiere ayudar a transformar la prostituci¨®n, ejercida de forma voluntaria, en una profesi¨®n normal
La prostituci¨®n es legal en Pa¨ªses Bajos desde el a?o 2000, pero a las trabajadoras del sexo, que pagan impuestos y deben registrarse en la c¨¢mara de comercio como aut¨®nomas, nadie les vende una casa. Los bancos tampoco expiden tarjetas de cr¨¦dito a su nombre para usos profesionales, solo de car¨¢cter personal, por tratarse de una labor de riesgo y estigmatizada.
Casi dos d¨¦cadas despu¨¦s, la norma no se aplica adecuadamente, de ah¨ª que My Red Light (Mi luz roja), el primer burdel gestionado por las prostitutas, quiera contribuir a cambiar las cosas. Lleva tres meses abierto en el Barrio Rojo de ?msterdam, y usa 13 de sus 14 ventanas, similares a las que han hecho famoso el distrito. Eso durante la noche. De d¨ªa, con m¨¢s turistas que clientes, hay 3 o 4 en marcha. ¡°Llevar¨¢ tiempo, pero deseamos que el proyecto, in¨¦dito en el mundo, sirva para emancipar y empoderar a las mujeres (tambi¨¦n a transexuales y hombres) que ejercen voluntariamente¡±, asegura Justine le Clercq, su portavoz.
Artista y escritora, de 50 a?os, Justine acab¨® haciendo la calle entre los 18 y los 21 a?os por culpa de las drogas, y habla con pasi¨®n de My Red Light. Pretende crear, dice, ¡°una comunidad donde las trabajadoras del sexo [unas 40] se sientan seguras al formar parte de la direcci¨®n¡±. Repartido entre cuatro edificios propiedad del Ayuntamiento, ¨¦ste los vendi¨® luego a una fundaci¨®n independiente. ¡°No es un burdel municipal. La renta se paga con los ingresos de las prostitutas y es ingresada por la fundaci¨®n. Es preciso aclararlo, porque las reticencias son infundadas. No recibimos subsidios, aunque competimos con las 10 casas de citas de ?msterdam¡±.
El consistorio ¡°facult¨® el proyecto despu¨¦s de cerrar unas 125 ventanas en el ¨¢rea, y ahora observa su evoluci¨®n, nada m¨¢s¡±, a?ade Jasper Karman, portavoz del alcalde. Desde Brasil, donde pasa sus vacaciones, Lyle Muns, trabajador sexual y miembro de la junta de My Red Light, subraya en un correo electr¨®nico el ¡°talento, innovaci¨®n y creatividad que ofrece el sector¡±. En su opini¨®n, ¡°mucha gente piensa en explotaci¨®n, abuso sexual y drogadicci¨®n al hablar sobre el trabajo sexual, pero proyectos como este demuestra que los trabajadores sexuales son mucho m¨¢s que eso¡±.
Decoraci¨®n a gusto de las prostitutas
Decorado en tonos rojos y negros por el interiorista Janpaul Scholtmeijer, del estudio Vens Arquitectos, con muebles de la firma Lensvelt, las prostitutas dictaron sus preferencias para la sede del colectivo, marcadas por estrictas normas de higiene. En lugar de baldosas, como los dem¨¢s locales, pusieron lin¨®leo, que es m¨¢s c¨¢lido, y se?alaron la distribuci¨®n de las habitaciones. Para evitar roces mayores, My Red Light paga el mismo alquiler por las ventanas que el resto: 80 euros de 10:00 de la ma?ana a 20:00 horas, y 160 euros de las 20:00 a 05:00 de la madrugada.
Otra cosa son los precios cobrados al cliente. La cuota m¨ªnima suele ser de 50 euros (por media hora). ¡°A partir de ah¨ª, no hay l¨ªmites¡±, apunta Justine, que se ufana en diferenciar la prostituci¨®n voluntaria del tr¨¢fico de personas, ¡°un crimen horrendo, este ¨²ltimo¡±. ¡°Comprendo que resulte dif¨ªcil entender que alguien elija esta profesi¨®n. Pero no todas las prostitutas son v¨ªctimas, o bien v¨ªctimas de trata. En Holanda hay m¨¢s tr¨¢fico de seres humanos en la industria de las flores, los invernaderos o la construcci¨®n. Estoy segura de que en el Barrio Rojo ya no queda. El problema es que no pueden defender sus derechos por s¨ª mismas. Si salimos adelante, marcaremos la diferencia¡±, asegura.
Su entusiasmo es matizado por Jolanda de Boer, fiscal especializada en tr¨¢fico de personas. My Red Light le parece ¡°una buena idea¡±, pero subraya que tambi¨¦n hay trata en el Barrio Rojo. ¡°Es dif¨ªcil encontrar los lugares, y por muchas leyes que aprobemos, es tan f¨¢cil traer a una chica de Europa del este y ponerla en una ventana contra su voluntad nada m¨¢s llegar¡¡±, asegura. Si bien reconoce que el fen¨®meno de las prostitutas que ejercen porque quieren ¡°no es mi campo¡±, le parecen una minor¨ªa, y le preocupa que se considere un trabajo normal. ¡°No hay una escuela de prostituci¨®n, y los ni?os no van diciendo que quieren serlo de mayores. Es respetable, pero creo que calificarlo de trabajo normal es un insulto para muchas mujeres, que tal vez no denuncien su situaci¨®n. El control es necesario, si no salen ganando los traficantes. Y entonces s¨ª que hablamos de v¨ªctimas¡±, concluye.
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