Vidas bajo m¨ªnimos en la Ciudad de M¨¦xico
Cobrar entre uno y dos salarios m¨ªnimos no garantiza una existencia digna. Quienes defienden elevar el suelo salarial se han encontrado con dos aliados inesperados: EE UU y Canad¨¢
Mar¨ªa Eugenia Zamora es uno de tantos ejemplos de supervivencia con lo m¨ªnimo en la Ciudad de M¨¦xico. Buena parte de sus 37 a?os de vida han discurrido en un asentamiento informal al sur de la segunda ciudad m¨¢s grande de Am¨¦rica Latina, donde la urbe se funde con el campo y la miseria queda a flor de piel. Ella y su hijo Leo, de 10 a?os, viven a duras penas en una casa de madera poco m¨¢s de 30 metros cuadrados y una sola estancia reci¨¦n levantada por una ONG sobre un terreno familiar bald¨ªo. En un extremo, un precario fuego de gas en el que a duras penas cocina; al otro lado, una litera y un armario desvencijado. Es verano, pero tras varios d¨ªas de lluvias torrenciales en la capital mexicana, la humedad se convierte en fr¨ªo en el centro de la estancia donde un tabl¨®n de madera y tres botes de pintura hacen las veces de comedor y una bombilla, la ¨²nica, ilumina tenuemente la escena. Sin un contrato de electricidad formal, el pinchazo a la red no da para m¨¢s.
Zamora gana poco m¨¢s de un salario m¨ªnimo: 3.500 pesos al mes (algo menos de 200 d¨®lares) por nueve horas diarias de trabajo como limpiadora de un laboratorio. Como madre soltera, con ese dinero tiene que mantener a su peque?o y a s¨ª misma. ¡°Es muy dif¨ªcil llegar a finales de quincena [cuando cobra]; no alcanza¡±. Cada mes, 300 pesos se van solo en desplazarse, durante m¨¢s de dos horas al d¨ªa, de casa al trabajo y del trabajo a casa. 800 cuesta el transporte de Leo a la escuela. Y 1.500 se evaporan todos los meses en la comida m¨¢s b¨¢sica del mercado: unos frijoles, unas tortillas, huevos y, de vez en cuando, algo de pollo. La situaci¨®n se complica en pleno inicio del curso escolar, cuando tiene que comprar material escolar para el cr¨ªo: 230 pesos para una gu¨ªa, 220 para un par de zapatos ¡ª¡±tienen que ser buenos porque el piso es de loza y el a?o pasado ya se cay¨® dos veces¡±, relata esta mujer menuda y de mirada firme¨C, 220 para el uniforme y otro tanto para cuadernos y bol¨ªgrafos. En total, m¨¢s de 1.000 pesos (56 d¨®lares) de una tacada: una suma asumible para un mexicano de clase media, pero una fortuna para el 39% de la poblaci¨®n que, como Mar¨ªa Eugenia, cobra entre uno y dos salarios m¨ªnimos. Por mucho que se estire, ese ingreso es insuficiente para que una familia de dos miembros pueda hacerse con lo m¨¢s b¨¢sico, seg¨²n los c¨¢lculos del Coneval, el organismo p¨²blico que eval¨²a las pol¨ªticas de desarrollo social. Ni hablar si en el hogar viven cuatro personas, lo m¨¢s com¨²n en M¨¦xico: en esos casos, echar n¨²meros no sirve para nada.
En las ¨²ltimas semanas, el debate sobre el salario m¨ªnimo ha tomado una nueva derivada: en la renegociaci¨®n del Tratado de Libre Comercio (TLC), tanto Estados Unidos como ¡ªsobre todo¡ª Canad¨¢ han puesto sobre la mesa la necesidad de aumentar salarios y, muy especialmente, de elevar el m¨ªnimo. Aunque los 125 d¨®lares actuales no rinden igual al norte que al sur del r¨ªo Bravo, ambos pa¨ªses consideran que su vecino del sur lleva d¨¦cadas compitiendo deslealmente con ellos conteniendo artificialmente los sueldos. Y, en buena medida, perjudicando a un segmento importante de su propia poblaci¨®n. "No entiendo el argumento del Gobierno mexicano de que de alguna manera 'tenemos que oprimir a nuestros ciudadanos para estar mejor'. Es un sinsentido y es indignante", dijo el s¨¢bado el l¨ªder del mayor sindicato canadiense, Jerry Dias, que acompa?a a su Gobierno en las conversaciones.
En M¨¦xico, un pa¨ªs en el que el cuatro de cada diez personas vive por debajo del umbral de la pobreza y ocho de cada 10 est¨¢n en situaci¨®n de carest¨ªa extrema, cobrar el salario m¨ªnimo (el 5% de los trabajadores) o entre uno y dos salarios m¨ªnimos (uno de cada tres) no es sin¨®nimo de una vida digna en lo material. ¡°Es dram¨¢tico que el lugar en el que nazca una persona condicione tanto su futuro¡°, se queja Enrique C¨¢rdenas, exrector de la Universidad de las Am¨¦ricas-Puebla y uno de los economistas que con m¨¢s vehemencia (y conocimiento de causa) piden revisar el suelo salarial.
Aunque sigue entre los m¨¢s bajos de Latinoam¨¦rica, el salario m¨ªnimo mexicano pas¨® el a?o pasado de 73 a 80 pesos diarios. Y Gobierno, patronales y sindicatos debaten ahora otro aumento para este a?o, hasta los 94 pesos. T¨¦cnicamente, a Mar¨ªa Eugenia no deber¨ªa afectarle positivamente lo que decida en los pr¨®ximos meses la Comisi¨®n Nacional de Salarios M¨ªnimos (Conasami) ¨Cel ¨®rgano encargado de fijar el suelo salarial en M¨¦xico¨C: al estar ligeramente por encima de ese umbral, sus empresas no estar¨ªan obligadas a aplicarles el nuevo baremo. ¡°Pero s¨ª tendr¨¢ efectos sobre ellas y sobre el resto de ese casi 40% de mexicanos que est¨¢ en su misma situaci¨®n¡±, explica Raymundo Campos, investigador en temas de econom¨ªa del desarrollo de El Colegio de M¨¦xico. ¡°Aunque un incremento del salario no tiene efectos sobre toda la escala salarial¡±, complementa Enrique C¨¢rdenas, ¡°s¨ª tiene incidencia a la larga para quienes cobran solo un poco m¨¢s de un salario m¨ªnimo¡±. Con la inflaci¨®n por encima del 6%, la subida se torna m¨¢s necesaria que nunca para, al menos, recuperar parte del poder adquisitivo perdido.
Por parad¨®jico que parezca, quienes siguen de cerca las reuniones de la Conasami aseguran que las mayores resistencias no proceden de los empresarios, sino del Gobierno y sus sindicatos afines. ¡°Es el mundo al rev¨¦s¡±, resume Campos. ¡°Ha quedado demostrado que una subida moderada del salario m¨ªnimo no tiene efecto sobre los precios ni provoca aumentos en los salario medios y altos, pero ellos siguen oponi¨¦ndose¡±, lamenta.
Con 3.500 pesos mensuales tambi¨¦n se mantienen como pueden Blanca Garc¨ªa y su hermano, que justo ahora acaba de empezar a trabajar tras terminar la preparatoria (bachillerato), un nivel educativo que ella no pudo alcanzar: se vio abocada a trabajar a los 15 a?os. Una d¨¦cada despu¨¦s se desempe?a nueve horas al d¨ªa en un comedor industrial. Los c¨¢lculos le salen igual de mal que a Mar¨ªa Eugenia: ¡°Nos privamos de muchas cosas y vivimos al d¨ªa para enviarle lo que sobra a mi madre¡±, que volvi¨® hace a?os a la zona rural del Estado de Hidalgo (noreste de la Ciudad de M¨¦xico) de la que procede su familia. En el barrio de la capital en el que viven ellos ni siquiera hay agua potable; cada tres d¨ªas tienen que rellenar sus garrafas para cocinar y ducharse. ¡°Es el impuesto que pagan por ser pobres¡°, resume Enrique Cano, portavoz de Techo, la ONG que ha ayudado tanto a Blanca como a Mar¨ªa Eugenia a levantar la casa en la que viven. El 80% de las familias con las que trabaja la organizaci¨®n subsiste con menos de 4.800 pesos al mes.
Este mes, despu¨¦s del palo econ¨®mico que supuso el inicio del curso escolar, el objetivo de Mar¨ªa Eugenia es ahorrar 200 pesos ¡°para urgencias¡±. Quiz¨¢, si este a?o y los siguientes vencen quienes luchan por un aumento de los salarios m¨¢s bajos, en un futuro no tan lejano su esfuerzo de verdad sirva para cubrir imprevistos. Por lejos que le queden, las conversaciones para la actualizaci¨®n el TLC pueden jugar a su favor.
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