¡°Tenemos que prepararnos y el resto dej¨¢rselo a la voluntad de Dios¡±
As¨ª se preparan los residentes de Miami Beach, uno de los condados de mayor riesgo por inundaci¨®n, ante la llegada de Irma
En Miami Beach este jueves se escucha m¨²sica cl¨¢sica. Hace sol, 32 grados cent¨ªgrados y unos pocos turistas pasean por la playa acompa?ados de sus maletas. Mientras algunos dan sorbos a sus ¨²ltimos caf¨¦s con vistas a un oleaje sosegado, decenas de trabajadores instalan a contrarreloj planchas de madera y metal sobre ventanas y puertas de hoteles y restaurantes en la calle Ocean Drive. Estos contrastes marcan las horas previas a la llegada a Florida del peor hurac¨¢n registrado en el oc¨¦ano Atl¨¢ntico ¡ªIrma, de categor¨ªa cinco¡ª que ya ha causado da?os sin precedentes en varios pa¨ªses caribe?os y provocado la muerte de al menos 13 personas.
A tempranas horas de la ma?ana, la polic¨ªa ya coordina el tr¨¢fico de los ¨²ltimos coches que huyen de esta zona paradisiaca de Miami, y la esperada zona cero?despu¨¦s de que el ojo del hurac¨¢n, con vientos de casi 300 kil¨®metros por hora, arrase los edificios bajos de estilo Art D¨¦co de este condado cercano al downtown. En el News Caf¨¦, a las nueve de la ma?ana, los camareros sirven los ¨²ltimos desayunos antes de finalizar su corta jornada. "Nos estamos preparando. Cerramos al mediod¨ªa y no sabemos cuando volveremos a abrir. En una tormenta hace unos a?os tardamos dos semanas en reabrir. Esto es un hurac¨¢n", se?ala uno los empleados. El sonido de los taladradores para apretar tuercas e instalar protecciones se alterna con la melod¨ªa de los altavoces del restaurante.
La mayor¨ªa se va. Pero unos pocos se quedan. Pese a que las autoridades han ordenado la evacuaci¨®n obligatoria de este condado, el m¨¢s vulnerable por su escasa altitud sobre el nivel del mar, quienes deseen pueden permanecer en sus casas; as¨ª se interpreta la libertad individual en EE UU.
Es el caso de Andr¨¦s Asi¨®n, un broker inmobiliario de 42 a?os y residente en un rascacielos en la punta sur del paseo mar¨ªtimo. Pasar¨¢ las horas m¨¢s cr¨ªticas en su apartamento, con vista directa al oc¨¦ano y en el primer punto de contacto de la ciudad con Irma. Allen Kordich, de 37 a?os, tambi¨¦n se queda. Ambos dedican el d¨ªa a rellenar sacos de arena para colocar en las puertas de comercios y evitar ¡ªcon pocas probabilidades de ¨¦xito¡ª que el agua inunde los locales. "No tengo miedo, se va a disipar, (Irma) llegar¨¢ siendo de categor¨ªa dos o tres", afirma confiado Kordich, con ba?ador y sin camiseta, mientras cava su pala en la arena.
Pero la mayor¨ªa prefiere no dej¨¢rselo al destino. Andrea Ratkovic, una turista de Oklahoma que les ayuda antes de marcharse de vuelta a casa, no es tan optimista. "Tenemos que prepararnos y el resto dej¨¢rselo a la voluntad de Dios. Es la madre naturaleza, no hay nada que discutir con ella. Viene hacia aqu¨ª", dice.
Andr¨¦s Gonz¨¢lez, un argentino de 36 a?os, carga su Fiat Punto de color blanco con lentejas, fideos, prote¨ªna en polvo, bebida y otras pertenencias. Gonz¨¢lez y su mujer, que son m¨²sicos, dicen llevar todo lo necesario para rehacer su vida en cualquier otro lugar: "Llevamos amplificadores, guitarras y el teclado". Su plan es conducir durante unas diez horas seguidas hasta Atlanta, algo que tampoco ser¨¢ tarea f¨¢cil por las kilom¨¦tricas retenciones y las dificultades para encontrar gasolina que ya afectan a quienes intentan huir por v¨ªa terrestre.
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