La batalla de la NFL: para Trump, patriotismo; para sus cr¨ªticos, racismo
La ¨²ltima pol¨¦mica del presidente contra los jugadores de f¨²tbol americano no es la ¨²nica que incluye elementos raciales
El viernes pasado el presidente de Estados Unidos llam¨® ¡°hijos de puta¡± a los jugadores negros de f¨²tbol americano que protestan, arrodill¨¢ndose ante el himno, por la violencia policial y sistem¨¢tica contra los negros y otras minor¨ªas en EE UU. Antes de lanzar su insulto, Donald Trump pregunt¨® a los centenares de personas, blancos en su mayor¨ªa, si a ellos, como a ¨¦l, no les molestaba que ¡°esa gente¡± hiciera esas protestas. Para el presidente era patriotismo; para sus cr¨ªticos, racismo.
¡°Esto no tiene nada que ver con la raza. No he mencionado nada sobre la raza. Esto s¨®lo es cuesti¨®n de respeto por nuestro pa¨ªs y nuestra bandera¡±, defendi¨® Trump el domingo, cuando reapareci¨®, tras dos d¨ªas de tuits insistiendo en su desaprobaci¨®n al gesto y alentando a un boicot a la NFL, la liga del deporte rey del pa¨ªs. Y as¨ª es como el presidente se mostr¨® m¨¢s molesto por la protesta a un problema que por el problema en s¨ª: la desigualdad racial en EE UU. Este martes, Trump volvi¨® al ataque para pedir que la liga proh¨ªba arrodillarse, una escalada m¨¢s en su empecinado pleito.
Numerosos pol¨ªticos y deportistas criticaron a Trump. El senador Rand Paul reconoci¨® que si ¨¦l fuera el presidente no habr¨ªa interferido en este asunto por las implicaciones raciales. El popular entrenador de los San Antonio Spurs, un equipo de la NBA, y una autoridad en el deporte estadounidense, Gregg Popovich, tambi¨¦n se pronunci¨®: "Sabemos que el racismo existe. Me pregunto hasta cuando los votantes de Trump tolerar¨¢n esto, ?d¨®nde est¨¢ su l¨ªmite?, ?en qu¨¦ momento entra en juego la moralidad?"
En cuesti¨®n de horas, el presidente, un personaje guerrero, obsesionado con su ego y protagonismo, reaviv¨® una protesta olvidada. No era la primera vez que las palabras de Trump se prestaban a interpretaciones raciales. A?os atr¨¢s, el magnate lider¨® la teor¨ªa conspiratoria que sosten¨ªa que Barack Obama, el entonces presidente, no hab¨ªa nacido en EE UU. Inaugur¨® su campa?a electoral tachando a los mexicanos de ¡°violadores¡± y ¡°narcotraficantes¡±. Y, en sus discursos previos a las elecciones, utiliz¨® ese tipo de peyorativos contra refugiados, inmigrantes e incluso afroamericanos, a quienes ped¨ªa el voto repitiendo frases como: ¡°Est¨¢is viviendo en la pobreza, vuestros colegios no sirven de nada, no ten¨¦is trabajos, ?qu¨¦ narices ten¨¦is que perder? Votadme¡±.
Desde la Casa Blanca, Trump ha mantenido su ret¨®rica divisiva para satisfacer a sus bases, en general los blancos de la clase media trabajadora. Para el presidente es nosotros?versus ellos, blancos versus el resto: extranjeros o minor¨ªas. Sabe que con criticarlos a ellos contenta a los suyos. Cuando en su discurso del viernes dio dos pasos atr¨¢s, frunci¨® el ce?o, apunt¨® con su mano firme y grit¨® ¡°saquen a ese hijo de puta del terreno de juego, ?despedido!¡±, el p¨²blico salt¨® euf¨®rico.
Tras solo ocho cortos meses en Washington, el presidente ha tratado de impulsar un veto migratorio contra todos los refugiados y los ciudadanos de seis pa¨ªses de mayor¨ªa musulmana. Pese a que la justicia solo le ha permitido poner en pr¨¢ctica una versi¨®n aligerada de esta medida, Trump ampli¨® el domingo la prohibici¨®n a ciudadanos de Chad, Corea del Norte y funcionarios del Gobierno de Venezuela. Tambi¨¦n ha mantenido su promesa de construir un muro en la frontera con M¨¦xico.
El punto m¨¢s ¨¢lgido que se?alan los que acusan a Trump de agitar el racismo en favor de sus ganancias pol¨ªticas son los violentos disturbios que protagonizaron supremacistas blancos en Charlottesville el pasado mes de agosto. Las tensiones, que resultaron en la muerte de una joven, atropellada por uno de los neonazis, fue levemente condenado por Trump. ¡°Hab¨ªa gente mala en ambos bandos¡±, dijo el presidente, equiparando a quienes, en su mayor¨ªa afroamericanos, se manifestaban contra la marcha de los supremacistas blancos. La reacci¨®n del presidente, tard¨ªa y con titubeos, fue una prueba m¨¢s para quienes eran esc¨¦pticos de su firmeza contra quienes alientan la superioridad blanca.
M¨¢s all¨¢ de la cuesti¨®n racial, los comentarios de Trump impulsan la noci¨®n de un pa¨ªs dividido y un presidente que, lejos de querer enmendarlo, saca provecho de las fisuras sociales y culturales que siempre han caracterizado a Estados Unidos. Este lunes, decenas de jugadores de f¨²tbol americano y due?os de equipos continuaron rechazando las cr¨ªticas del presidente. El domingo, muchas estrellas de la NFL retomaron el gesto e hincaron la rodilla sobre el c¨¦sped de los enormes estadios. ¡°Nos dicen que estas protestas son contrarias a nuestro pa¨ªs y nuestra bandera. Pero son complementarias. Es el derecho por el que lucha nuestro Ej¨¦rcito¡±, dijo un exjugador de la NFL durante una entrevista.
Las muestras de solidaridad y unidad entre jugadores y clubes fueron ensordecedoras contra el presidente. Y duraron hasta la noche del lunes, cuando Trump recurri¨® de nuevo a su tel¨¦fono m¨®vil para comunicar v¨ªa Twitter a sus seguidores que, en su mundo paralelo, ellos siguen ganando: ¡°Tremenda respuesta negativa contra la NFL y sus jugadores por faltar el respeto a nuestro pa¨ªs¡±.
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