?Espa?ol o catal¨¢n?

Algunos lectores brasile?os me han pedido que, como espa?ol, ¡°me defina sobre Catalu?a¡±. Empiezo por decir que no me gustan ni las banderas ni los himnos. No me emocionan. Quiz¨¢s por ello me siento, sobre todo, ciudadano del mundo.

Himnos y banderas me traen ecos de batallas de unos pueblos contra otros. Los himnos nacieron como gritos de guerra. Prefiero los minutos de silencio para recordar alguna tragedia, como los celebrados en Barcelona para homenajear a las v¨ªctimas del terrorismo.

No me gustan las banderas que me evocan igualmente los tiempos, desde la antig¨¹edad, cuando los pueblos luchaban entre s¨ª para ensanchar sus territorios. Los papas bendec¨ªan las banderas de los cruzados. La cruz cristiana sigue presente en muchas banderas. Yo prefiero las cantadas por el grupo de rock espa?ol, Extremoduro:

Las banderas de mi casa son la ropa tendida,

en mi casa las banderas son los p¨¢jaros sin amo¡­.

En mi casa las banderas son de todos los colores¡­

En mi casa las banderas est¨¢n hechas de agua pura

son los duendes del parque que registran las basuras.

Me gustar¨ªa tejer una bandera con los colores de todas las culturas del planeta. Una bandera que recoja las aspiraciones de justicia y libertad de todos los oprimidos y olvidados, los sue?os de todos los poetas, los latidos de todos los enamorados.

Soy hijo del planeta. Por ello, me siento catal¨¢n porque soy espa?ol. Y porque soy espa?ol me siento tambi¨¦n gallego y asturiano y vasco y andaluz y castellano. Me siento espa?ol de todas sus comunidades, cada una con su historia, su literatura y sus riquezas naturales. Si acaso me sent¨ª, de joven, atra¨ªdo especialmente por Catalu?a, por haberse opuesto al franquismo y porque fue la que mas se contagi¨® de los valores democr¨¢ticos del exterior, cuando el resto de Espa?a dorm¨ªa en su ostracismo, ausente del mundo. La democracia le debe mucho a Catalu?a.

Soy espa?ol de toda Espa?a y soy europeo porque tengo conciencia que la Uni¨®n Europea no solo trajo prosperidad al viejo continente, sino sobre todo paz, ya que el ¨²nico medio siglo de Europa sin guerras fue el que estamos viviendo desde que naci¨® la Europa Unida.

Hoy, cuando me invade la tristeza de ver aletear de nuevo sobre Espa?a a los demonios de una posible guerra entre hermanos, tengo la certeza que, acabe como acabe, el drama catal¨¢n, separados nos sentir¨ªamos m¨¢s solos en un planeta que hab¨ªa empezado a romper sus fronteras para sentirse una ¨²nica aldea enriquecida por la fuerza de la uni¨®n de sus lenguas y sus culturas.

Que la Catalu?a del dise?o y de la econom¨ªa, la de sus arquitecturas que emocionan al mundo, la Catalu?a laboriosa y seria, la democr¨¢tica, la envidiada por empresarios e intelectuales, la abierta al mundo, no renuncie a ser esa parte que Espa?a necesita para serlo del todo. Y que la Espa?a democr¨¢tica y europe¨ªsta, que creci¨® y prosper¨® de la mano de Catalu?a que la ayud¨® a luchar contra la barbarie de la guerra y de la dictadura, no permita, aunque sea a costa de inventar lo imposible, que los catalanes acaben fuera de ella.

Perder¨ªamos todos los espa?oles, perder¨ªa Europa y perder¨ªa el mundo, ya que hoy no se mueve una ficha en su tablero sin que las dem¨¢s entren en alarma. ¡°Divide y vencer¨¢s¡± fue un antiguo grito de guerra. La paz, la de Espa?a y la de Catalu?a, la de Europa y la del mundo, solo ser¨¢ posible juntos, no partidos.