El fuero constitucional
La inmunidad parlamentaria se ha convertido en un refugio de delincuentes perseguidos por la ley
Cuando tuve conocimiento de la detenci¨®n de Julio de Vido, exministro de Planificaci¨®n acusado de diversos cargos criminales durante la Administraci¨®n de Cristina Kirchner en Argentina, qued¨® clara la maniobra pol¨ªtica de la expresidenta de buscar, a como diera lugar, una senadur¨ªa para gozar de fuero constitucional y escapar, de esta suerte, al lac¨®nico golpe de un mallete asestado por la autoridad judicial. Ella no estaba dispuesta a correr la misma suerte de su antiguo colaborador.
En diversos pa¨ªses se considera al fuero (o inmunidad parlamentaria) como un eficiente certificado de seguridad para quienes ejerzan cargos de elecci¨®n popular, entre otros m¨¢s, y puedan conducirse con absoluta libertad en sus gestiones como representantes populares. Sin embargo, dicho fuero se ha convertido en varias naciones del hemisferio sur, M¨¦xico absolutamente incluido, en un refugio de delincuentes perseguidos por la ley, a trav¨¦s del cual adquieren un mecanismo de impunidad para evitar sanciones penales, por m¨¢s que exista el proceso de desafuero que, entre otros recursos jur¨ªdicos dilatorios, podr¨ªa dictarse burocr¨¢ticamente cuando ya hubieran caducado las facultades legales para investigar hechos constitutivos de delito.
?La se?ora Kirchner, acusada de encubrimiento por favorecimiento personal, impedimento o estorbo del acto funcional e incumplimiento de los deberes de funcionario, entre otros cargos m¨¢s, no podr¨ªa ser detenida si ya fue electa como senadora o bien se le podr¨ªa impedir su admisi¨®n en el Congreso? Los expertos en estas cuestiones sostienen que ella no podr¨ªa ser privada de la libertad aun cuando un juez dictara la orden de arresto hasta en tanto los propios senadores no voten el desafuero. El Poder Judicial tiene entonces las manos amarradas y sus resoluciones se estrellar¨¢n en las puertas de los recintos legislativos.
?Claro que el fuero debe otorgar las debidas protecciones a los legisladores y a otros funcionarios para que puedan cumplir con sus funciones y gozar, por ejemplo, el de la libre expresi¨®n de las ideas! Sin embargo, esta excepci¨®n a favor de los legisladores y de otras autoridades, misma que no puede ser solicitada ni alegada a favor de los ciudadanos de a pie en contra del principio de igualdad, no puede ser entendida como un reducto de pillos que cometieron delitos antes o durante sus gestiones legislativas para vivir impunemente al margen de la ley.
En M¨¦xico empieza a existir un movimiento en torno a la validez y el l¨ªmite de la figura jur¨ªdica del fuero. En varias entidades ya fue eliminada y en otras simplemente acotada, en efecto, pero existen mociones entre los partidos pol¨ªticos para que ni el presidente de la Rep¨²blica, con algunas excepciones, ni los legisladores federales, ni los ministros de la Suprema Corte de Justicia, ni magistrados, ni secretarios de Estado, entre otros funcionarios m¨¢s, puedan gozar de dicho fuero. Esta iniciativa legal, que constituye un aut¨¦ntico clamor popular, fue saboteada con razones inconfesables por el PRI, claro est¨¢, imposible que hubiera sido de otra manera, y por Morena, un partido pol¨ªtico propiedad de L¨®pez Obrador, ambos abiertos defensores de la impunidad que tiene harta a la sociedad mexicana.
Es evidente que el caso de la expresidenta Kirchner se da y se repite en buena parte de Am¨¦rica Latina. Las naciones progresistas, deseosas de construir un genuino Estado de derecho, deben insistir en lograr la igualdad ciudadana ante la ley de modo que los delincuentes que intenten parapetarse en los Congresos, en donde se debe proponer la edificaci¨®n de una patria limpia, eficiente y libre de par¨¢sitos, no se encuentre viciada por sujetos perseguidos por la justicia que poco o nada pueden aportar en la consecuci¨®n de este sano y promisorio objetivo.
Para fortalecer a las instituciones democr¨¢ticas resulta inaplazable acotar los alcances del fuero constitucional, de modo que se garanticen los derechos a disentir p¨²blicamente dentro del contexto de la libre expresi¨®n de las ideas, pero, claro est¨¢, sin que esta libertad se convierta en un libertinaje aprovechado por los delincuentes para escapar de los golpes sonoros de los malletes, el cincel y el martillo imprescindibles para construir pa¨ªses en donde todos seamos iguales ante la ley.
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