HRW detalla c¨®mo hospitales p¨²blicos pretenden ¡°curar¡± a los gais en China
Un informe de la ONG documenta las ¡°terapias de conversi¨®n¡± que a¨²n se emplean en la segunda potencia del mundo tanto en centros estatales como privados
¡°La homosexualidad es como cualquier otra enfermedad mental, como la depresi¨®n, la ansiedad o la bipolaridad. Se puede curar¡ F¨ªese de m¨ª, d¨¦jelo aqu¨ª, quedar¨¢ en buenas manos¡±. Con estas palabras, el psiquiatra convenci¨® a la madre de Wen Qi (nombre supuesto) para que dejara a su hijo en su cl¨ªnica. Para este joven gay chino comenzaba un largo calvario de tratamientos para ¡°sanarlo¡± y convertirlo en heterosexual.
La homosexualidad no es un delito en China ni est¨¢ considerada oficialmente una enfermedad. En 2001, el Colegio de Psiquiatras la elimin¨® de su lista de problemas mentales. Dos personas que han llevado a juicio a cl¨ªnicas que ofrecen ¡°tratamientos¡± para la supuesta curaci¨®n han ganado en los tribunales. Pero, como denuncia un nuevo informe de la organizaci¨®n no gubernamental Human Rights Watch, en el pa¨ªs se siguen ofreciendo las llamadas ¡°terapias de conversi¨®n¡±, que buscan cambiar la orientaci¨®n sexual de los pacientes. No es el ¨²nico pa¨ªs en el que se dan estos pseudotratamientos, prohibidos expresamente s¨®lo en tres pa¨ªses del mundo ¡ªBrasil, Ecuador y Malta¡ª.? Aunque en China se ofertan no s¨®lo en establecimientos privados; tambi¨¦n en hospitales p¨²blicos.
La popularidad de estas pseudoterapias tiene su origen en la arraigada convenci¨®n social que establece la fuerte preferencia por tener hijos que perpet¨²en el apellido familiar. Los hijos de orientaci¨®n gay o lesbiana sufren fuertes presiones de su entorno, especialmente de sus familiares de m¨¢s edad, para que se casen con una pareja de distinto sexo y tengan descendencia; una situaci¨®n que puede verse agravada si ¡ªcomo ocurre con frecuencia debido a los a?os de pol¨ªtica del hijo ¨²nico¡ª no tienen hermanos y todas las esperanzas de las generaciones previas se depositan en ellos. La terapia se ve como una soluci¨®n para los casos ¡°recalcitrantes¡±.
Este tipo de pseudotratamientos, por la que los pacientes o sus familiares pagan fuertes sumas de dinero, abarca en China m¨²ltiples t¨¦cnicas, desde la hipnosis a los f¨¢rmacos. Pasando por el electrochoque.
Ni Wen Qi ni ninguno de los otros 17 entrevistados por Human Rights Watch para el informe ¡°?Has pensado en la felicidad de tus padres?¡± cambi¨® de orientaci¨®n sexual pese a los ¡°tratamientos". Todos ellos insistieron en que, de no haber sido por la fuerte presi¨®n de su entorno, jam¨¢s se hubieran sometido a la ¡°terapia de conversi¨®n¡±.
¡°Mi padre se arrodill¨® delante m¨ªo, llorando, implor¨¢ndome que fuera. Dec¨ªa que no sab¨ªa c¨®mo podr¨ªa continuar viviendo si la gente descubriese que soy gay. Me suplicaba que fuera para que ¨¦l pudiera vivir¡ Llegados a ese punto, ?qu¨¦ otra cosa pod¨ªa hacer yo? No ten¨ªa alternativa¡±, explica en el informe uno de los pacientes, bajo el seud¨®nimo Xu Zhen.
En la mayor¨ªa de los casos ¡ª14¡ª, el tratamiento se administr¨® en hospitales p¨²blicos. En el resto, ocurri¨® en cl¨ªnicas psiqui¨¢tricas o psicol¨®gicas autorizadas a operar por la Comisi¨®n Nacional de Salud. Algunas de estas instituciones ofrecen estos servicios de manera muy discreta. Otras hacen publicidad muy abiertamente.
Durante el tratamiento, casi todos los entrevistados fueron v¨ªctimas de insultos y de acoso verbal por parte de los propios m¨¦dicos, que se dirig¨ªan a ellos con palabras como ¡°pervertido¡±, ¡°anormal¡± o ¡°sucio¡±. Tres intentaron escapar. Uno lo logr¨®, pero al regresar a su casa sus padres le enviaron de inmediato de regreso al centro m¨¦dico.
A 11 de los 17 les suministraron, o incluso se les oblig¨® a consumir, medicamentos por v¨ªa oral o mediante inyecciones, sobre los que no recibieron ning¨²n tipo de informaci¨®n. ¡°El m¨¦dico y la enfermera se negaron a decirme qu¨¦ p¨ªldoras eran esas. Solo me dijeron que me conven¨ªan y me ayudar¨ªan con el tratamiento. Despu¨¦s de tomarlas, normalmente me sent¨ªa hiper-energ¨¦tico durante unas horas, pero al cabo de un rato me empezaba a sentir muy cansado y deprimido¡±, cuenta Li Zhi, de la ciudad de Nanping.
Cinco de ellos recibieron descargas de electrochoque mientras se les hac¨ªa pensar en el acto sexual o ver pornograf¨ªa, para que asociaran la homosexualidad a algo doloroso.
¡°Me taparon los ojos y me dijeron que me relajara y pensara en el sexo con mi novio. Me ataron las piernas a la cama, con unas sujeciones de metal debajo. Tambi¨¦n me ataron las manos a la cama¡ Cuando encendieron la corriente, empec¨¦ a sentir la electricidad que ven¨ªa de mis piernas¡ Pens¨¦ que iba a ser algo corto, pero la dejaron encendida un rato, se me hizo muy largo. Empec¨¦ a temblar en la cama. Las sujeciones estaban ardiendo. Les ped¨ª que apagaran aquello, pero creo que no me o¨ªan¡±, cuenta Xu Zhen, de la provincia de Sichuan, en el centro de China.
Seg¨²n denuncia HRW, las autoridades chinas no han tomado medidas rotundas para impedir este tipo de terapias, como inspecciones o la emisi¨®n de directrices que las proh¨ªban con claridad. Este pa¨ªs tampoco cuenta con legislaci¨®n espec¨ªfica contra la discriminaci¨®n por orientaci¨®n sexual.
¡°Han pasado m¨¢s de veinte a?os desde que China dej¨® de considerar la homosexualidad como un delito, pero la gente LGBTI+ todav¨ªa se ve sometida a encierros, medicaci¨®n forzada e incluso electrochoque para intentar cambiar su orientaci¨®n sexual¡±, explica Graeme Reid, director de derechos LGBT de HRW.
¡°Ha llegado el momento de que China se una al consenso global: reconocer que la terapia de conversi¨®n m¨¦dica/forzada es abusiva y discriminatoria, y prohibirla¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.