Timochenko, candidato
?Cu¨¢les ser¨¢n los temas del aspirante cuando todo lo que haga y diga tenga como espejo la tragedia venezolana?
Esta carta persa que hoy escribo desde Bogotown, Rep¨²blica de Colombia, entretiene las ideas sueltas de un venezolano sobre Timochenko, el candidato presidencial del FARC.
Por poco escribo maquinalmente ¡°de las FARC¡±, en lugar de ¡°candidato del FARC¡±, torciendo el hecho de que Rodrigo Londo?o, alias Timochenko, no es el candidato de la legendaria organizaci¨®n narcoterrorista conocida por esas siglas desde la segunda mitad del siglo XX, sino de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Com¨²n.
El FARC se propone participar en la campa?a electoral colombiana con un candidato perceptiblemente zanahoria, ni m¨¢s ni menos que si se tratase de la Liga Verde, el partido ecologista finland¨¦s.
Aunque la conversaci¨®n p¨²blica colombiana gira encrespadamente sobre si deben los excabecillas de las FARC purgar penas de prisi¨®n antes de ocupar curules en el Congreso, me intriga m¨¢s la estrategia de campa?a electoral de alias Timochenko.
?Cu¨¢les podr¨¢n ser los temas de publicidad electoral del candidato del FARC en tiempos de posconflicto cuando todo lo que haga y diga tiene como espejo la tragedia venezolana, la inhumana faz, el descomunal fracaso del socialismo bolivariano? Al fin y al cabo, las ideas del FARC de Timochenko son declaradamente afines a las del estent¨®reo socialismo bolivariano del siglo XXI, propugnado por el extinto Hugo Ch¨¢vez.
Es previsible que la campa?a de Rodrigo Londo?o estilice, intensific¨¢ndolos, temas ya tratados por el FARC en v¨ªdeos testimoniales como el de la chica que viaja en Transmilenio mientras desgrana, en voice over, frases hechas del tipo ONG sobre derechos sociales y pol¨ªticos.
Restar¨ªa a¨²n resolver el problema de c¨®mo potabilizar hasta el grado de ciudadano presidenciable a un caballero imputado decenas de veces por asesinato, secuestro, tr¨¢fico de drogas, lavado de dinero y qui¨¦n sabe si hasta por aparcar en doble fila sobre un paso de cebra.
Este reto medi¨¢tico me recuerda la estrategia adoptada, hace m¨¢s de 40 a?os, por los excomunistas venezolanos que, una vez descartada por ellos la lucha armada como ruta al poder, decidieron participar en elecciones. Fundaron un partido desganadamente socialdem¨®crata, lo llamaron Movimiento Al Socialismo (MAS) y se buscaron un candidato que no fuese un cortagargantas excomandante guerrillero. Lo s¨¦ bien porque de joven integr¨¦ aquella panda como activista de su comisi¨®n de propaganda.
El MAS design¨® candidato a un respetad¨ªsimo periodista y parlamentario progre, un denodado defensor de los derechos humanos llamado Jos¨¦ Vicente Rangel. S¨ª, ese mismo.
Rangel era por entonces un elegante abogado cuarent¨®n cuyos bigotillos le daban un extraordinario parecido con el santo patr¨®n de los venezolanos: el venerable m¨¦dico de los pobres Jos¨¦ Gregorio Hern¨¢ndez, muerto en 1919 y actualmente en proceso de beatificaci¨®n.
Hern¨¢ndez es para los creyentes venezolanos emblema de piedad y beatitud cristianas. Millones de estampas y estatuillas lo muestran en traje, chaleco y corbata. Aparece siempre tocado con un sombrero homburg gris y las manos cruzadas a la espalda.
Pues bien, el MAS tapiz¨® los muros de toda Venezuela con afiches del candidato Rangel fotografiado taimadamente en la misma postura que el santo de Venezuela: con traje, corbata y las manos cruzadas a la espalda, pero sin el sombrero homburg.
El afiche fue celebrado como genialidad publicitaria, como el no va m¨¢s de los m¨¦todos subliminales. Las encuestas otorgaban al debutante MAS cerca del 11% de la intenci¨®n de voto.
El establishment pol¨ªtico y las c¨¢maras empresariales reaccionaron aniquiladoramente. Tapizaron a su vez los muros de Venezuela con el exacto reverso del afiche del MAS: el env¨¦s del beato doctor Jos¨¦ Gregorio Hern¨¢ndez era el protervo compa?ero de viaje Jos¨¦ Vicente Rangel, visto de espaldas.
Sus manos sosten¨ªan arteramente una ametralladora. Rangel obtuvo el 4,6% de los votos.
De te fabula narratur, Londo?o.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.