El ¡®bullying¡¯ de los patos contra las escopetas
El presidente termina confundiendo la realidad con el aplauso de su entorno inmediato
?Qu¨¦ horas son?, pregunta el soberano; las que usted diga, se?or, responde el cortesano. La frase es una caricatura, pero ilustra un problema de fondo: los presidentes se hacen una idea del pa¨ªs que dirigen gracias a la informaci¨®n que reciben de un peque?o c¨ªrculo de colaboradores y cortesanos, a partir de lo que este c¨ªrculo cree que desea escuchar el mandatario. Un c¨ªrculo vicioso que termina por crear una visi¨®n de la realidad que solo existe en la mente de quien ocupa Los Pinos, la Casa Rosada o la Casa Blanca. No es que ignoren los reportes sobre pobreza, desigualdad o crecimiento del d¨¦ficit. Es que la mayor¨ªa de las veces se trata de reportes estad¨ªsticamente maquillados para dar cuenta del impacto favorable de las medidas tomadas por la Administraci¨®n.
Y cuando por alguna raz¨®n resultan documentos cr¨ªticos o descarnados, los c¨ªrculos cortesanos inmediatamente los descalifican atribuyendo sus or¨ªgenes a prop¨®sitos oscuros e insidiosos o, de plano, de ser total o parcialmente desinformados.
De otra manera, no se explica el lamento de Enrique Pe?a Nieto cuando escuch¨® una cr¨ªtica al desempe?o del Gobierno en materia de seguridad p¨²blica. Sin importar que este a?o sea el m¨¢s violento en la historia moderna de M¨¦xico, con m¨¢s de 18.000 asesinatos, la reacci¨®n del presidente es honesta y espont¨¢nea, desde su perspectiva. En el pa¨ªs que existe en su cabeza el cuestionamiento es injusto e ingrato para con los esfuerzos que su Gobierno ha desplegado.
Seguramente, est¨¢ pensando en un indicador de inseguridad (secuestros, quiz¨¢s) en el que ha habido avance, seg¨²n sus propios reportes o las muchas reuniones del Gabinete dedicadas al tema.
Los presidentes no se ponen a ver noticieros ni a leer peri¨®dicos. E incluso si lo hicieran, lo que ver¨ªan es en buena medida resultado de las ingentes campa?as de publicidad oficial. En el mejor de los casos revisan alguna s¨ªntesis de prensa preparada por sus asistentes. Y sus interlocutores, cuando no son empleados suyos, suelen ser empresarios, profesionales y miembros de la ¨¦lite que buscan halagar al mandatario con el prop¨®sito de hacer avanzar su propia agenda.
El divorcio entre el soberano y otros protagonistas de la vida p¨²blica (organismos sociales, academia, periodismo independiente, iniciativa privada, entre otros) se acent¨²a a lo largo de la administraci¨®n de manera inexorable. Vicente Fox (2000-2006) termin¨® confundido por la incomprensi¨®n del p¨²blico. Felipe Calder¨®n (2006-2012) acab¨® furioso. Enrique Pe?a Nieto (2012-2018) se siente infravalorado. Una y otra vez se queja de que la gente no habla de las cosas buenas de su Gobierno, solo de las malas. Seguramente, porque en los salones de consejos de Los Pinos o en los medios de comunicaci¨®n beneficiados por las pautas de publicidad oficial se habla sobre todo de las cosas buenas y muy poco de las malas. El presidente termina confundiendo la realidad con el aplauso que recibe del entorno que lo envuelve.
Las redes sociales rompieron este cerco y permitieron al p¨²blico externar su opini¨®n sobre el estado de la naci¨®n en general y su parecer sobre el presidente en particular. En los primeros meses de Gobierno, Los Pinos reaccionaron despidiendo funcionarios crucificados en y por la blogosfera. Pero la corte del rey neutraliz¨® r¨¢pidamente esta fuga inesperada. Las redes sociales son viscerales, privilegian los mensajes de odio, son fr¨ªvolas y ef¨ªmeras, se dijo. No deben ignorarse, pero tampoco tomarse a pecho. Y acto seguido inundaron el espacio digital de motores y repetidores para cantar loas al rey.
Las escopetas que denuncian ser v¨ªctimas del bullying de los patos; parecer¨ªa un chiste de mal gusto, pero no lo es. En el mundo de las escopetas el pato termina siendo el villano.
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