El derecho a ser uno mismo (Boavita, Boyac¨¢)
Colombia, un pa¨ªs en el que m¨¢s de cien personas LGBT son asesinadas cada a?o
Se ve que hace fr¨ªo. Va la c¨¢mara, como un carro, por la carretera. Y, luego de cruzarse con los animales de la vereda, se tropieza con la espalda ancha de la protagonista de este documental estupendo: Se?orita Mar¨ªa, la falda de la monta?a. La se?orita Mar¨ªa del t¨ªtulo naci¨® hombre en los a?os setenta, de una hermana violada por su hermano, pero se sinti¨® mujer muy pronto y hoy lo es. Y sucedi¨® en este lugar: en Colombia, en el departamento de Boyac¨¢, en el municipio de Boavita. En una tierra muda, ultracat¨®lica, ultraconservadora, testigo de la polic¨ªa salvaje de los peores d¨ªas de la Violencia bipartidista. En un paraje verd¨ªsimo que despu¨¦s de todo ¨Cde la religi¨®n, de la pol¨ªtica, de la cultura¨C sigue siendo un enigma: quiz¨¢s lo mejor de esta pel¨ªcula tan bella sea el retrato, como sacado del romanticismo del siglo XVIII, de un yo que se defiende y se reafirma en la naturaleza.
Se?orita Mar¨ªa, uno de los 57 largometrajes colombianos terminados este a?o, ha conseguido encontrarse con su p¨²blico en una cartelera de cine vigilada por Liga de la Justicia. Debe ser porque ni su retrato ni su personaje podr¨ªan ser m¨¢s relevantes: la se?orita Mar¨ªa, que tiene un dulce rostro de piedra, consigue ser ella misma a pesar de todo ¨Cde eso se trata¨C mientras cuenta que se bautiz¨® a s¨ª misma en el nombre de la Virgen, viste de falda porque es mujer pero tambi¨¦n porque detesta los pantalones, vive en la casa perdida en las monta?as en donde su mam¨¢ muri¨® y la dej¨® sola, corta le?a y carga bultos y arregla cosas porque desde ni?o sabe trabajar, se asoma a su ¨¢lbum de fotos con desilusi¨®n, pasa por la vereda y por el pueblo aunque la silben y se r¨ªan, canta ¡°reine Jes¨²s por siempre¡¡± y camina y va a misa con sus amigos y sus amigas de la regi¨®n, y ¡°si no fuera por ellos qu¨¦ vida ser¨ªa la m¨ªa¡¡±, dice.
Y lo dice en una sociedad en la que no est¨¢ garantizado el derecho a ser uno mismo. Y lo dice en un pa¨ªs en el que m¨¢s de cien personas LGBT son asesinadas cada a?o. Y lo dice en una campa?a presidencial en la que una coalici¨®n de derecha ha empezado a renegar del estado de la familia, de la educaci¨®n sexual, del matrimonio gay, de la adopci¨®n homoparental, de una supuesta ¡°ideolog¨ªa de g¨¦nero¡±, del cond¨®n.
Se?orita Mar¨ªa es el quinto largometraje de un artista incansable que ha estado pregunt¨¢ndose c¨®mo se ha sobrevivido a la violencia, c¨®mo se ha sobrevivido en los m¨¢rgenes. Se llama Rub¨¦n Mendoza. Naci¨® en 1980 en la misma Boyac¨¢ oscurecida en la que naci¨® su retratada, su se?orita Mar¨ªa, unos a?os antes. Ha vivido entre el cine desde que se vio obligado a hacer algo con su vida. Es el autor de trabajos tan serios e implacables como La sociedad del sem¨¢foro, Tierra en la lengua y El valle sin sombras. Y es tan clara su voz y es tan merecido su prestigio que el pasado jueves 30 de noviembre, en una proyecci¨®n del documental en una sala de cine del norte de Bogot¨¢, fue suplantado por un hombre que quer¨ªa llevarse sus aplausos y premiarse con su nombre: no es nada f¨¢cil ser uno mismo aqu¨ª en Colombia.
La se?orita Mar¨ªa ha sabido ser ella misma en su paraje del mundo, en su casa, en su cuerpo. Ha estado haci¨¦ndolo lejos de todo, a salvo en la naturaleza, como visitando la realidad de tanto en tanto: nadie es raro cuando est¨¢ solo. Pero este documental que es un elogio de la identidad no es una invasi¨®n a su drama, ni una exhibici¨®n de su figura en la feria de estos tiempos, sino el encuentro definitivo con los otros para el que se ha estado preparando desde que naci¨®. Aqu¨ª est¨¢ la se?orita Mar¨ªa. Se despierta triste cuando sue?a que ha quedado embarazada. Y por estos d¨ªas se mueve sin miedo entre una sociedad endog¨¢mica que lo ha hecho todo para ser temida.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.