Montesquieu y Condorito
La salida del presidente Kuczynski hubiera supuesto la captura total del poder por el autoritarismo fujimorista
En las jornadas cargadas de destino, como la del jueves lo fue para el Per¨², suelen citarse los pensamientos de autores cl¨¢sicos que ayudan a contemplar el cadalso con estoica perspectiva. Los citados por Alberto Borea, el abogado del presidente Pedro Pablo Kuczynski, en su alegato de defensa ante el Congreso, fueron Raymond Aron, Montesquieu y Condorito. En las largas horas siguientes de un debate interminable, una parlamentaria notoria hasta en este Congreso, Yeni Vilcatoma, atac¨® con chirriante xenofobia a Borea por haber mencionado el nombre de un chi-le-no (as¨ª lo silabe¨®): el entra?able habitante de la m¨ªtica Pelotillehue, el ciudadano Condorito.
La farsesca argumentaci¨®n del debate no ocult¨®, sin embargo, lo que estaba en juego: el inminente peligro del derrocamiento de la democracia peruana. Si PPK hubiera sido destituido por ¡°incapacidad moral permanente¡±, sus dos vicepresidentes hubieran renunciado (como hab¨ªan hecho saber) y la presidencia de la Rep¨²blica hubiera sido asumida por el presidente del Congreso, el fujimorista converso (y por ende sobreactuado) Luis Galarreta, durante los meses que le tomara realizar la misi¨®n constitucional de convocar elecciones generales.
Eso hubiera supuesto la captura total del poder por el autoritarismo fujimorista, derrocado el 2000 luego de la revelaci¨®n documentada de niveles de corrupci¨®n propios del crimen organizado. As¨ª, la democracia peruana, condenada a caminar desde el 2001 sobre el filo de la cornisa, mir¨¢ndose con el abismo, forzada a escoger el mal menor para prevenir la calamidad mayor, hubiera terminado su m¨¢s largo per¨ªodo de sobrevivencia en nuestra historia.
Pese a que pudo haber sido la v¨ªctima, Kuczynski no hubiera tenido a nadie m¨¢s que a s¨ª mismo para culpar por ese desenlace. Elegido en segunda vuelta el 2016 solo gracias al apoyo de las fuerzas democr¨¢ticas, que aqu¨ª deciden elecciones, pero no, desafortunadamente, candidatos, Kuczynski tuvo inicialmente mucha popularidad. Enfrentando una hostil mayor¨ªa fujimorista en el Congreso, pudo haber fortalecido su autoridad presidencial forzando cuestiones de confianza que le permit¨ªan, como ¨²ltima medida, convocar a nuevas elecciones parlamentarias si le censuraban dos Gabinetes ministeriales. En lugar de eso, opt¨® por el apaciguamiento y la sumisi¨®n, buscando ganar la condescendencia de Keiko Fujimori para gobernar.
Le censuraron a los mejores ministros, lo humillaron una y otra vez y prosigui¨® con la terquedad de un Neville Chamberlain lime?o. Ahora, cuando el caso Odebrecht avanza cubriendo casi todo el horizonte pol¨ªtico, los fujimoristas, inquietos por protegerse de una investigaci¨®n que avanza en su direcci¨®n y que intentan destituir al fiscal general para ahogarla, consiguieron informaci¨®n que implica a PPK en un pasado conflicto de intereses (entre 2004 y 2007) con Odebrecht, aunque sin se?a alguna de pago de sobornos, y acogieron con celeridad de v¨¦rtigo la iniciativa de vacancia presentada por otro grupo, que los llevar¨ªa al control total del Gobierno.
El proceso era en realidad un linchamiento con precario hilo dental de procedimiento. Buena parte de los ministros cortesanos de PPK desert¨® y lo abandon¨®. Solo un grupo peque?o de leales le evit¨® sentirse el Lear de la calle Choquehuanca; ese grupo fue reforzado por unas pocas personalidades democr¨¢ticas, entre ellas su abogado Borea, que le dieron vigor republicano a su discurso e hicieron posible (junto con la sorpresiva escisi¨®n del fujimorismo) que sobreviviera a su cita con el cadalso.
?Aprendi¨® de esta experiencia extrema? Los d¨ªas siguientes lo revelar¨¢n. Ayer, empero, lo rodeaban de nuevo los cortesanos. Dicen que perro viejo no aprende trucos nuevos, pero ¨¦l sostuvo, al disculparse ante su pueblo en la v¨ªspera del debate, que ¨¦l no dejar¨¢ de aprender.
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