Jorge
?Viva Ibarg¨¹engoitia!, el de las novelas indispensables, armadas como hilo de media y estructura de andamios que no se quiebran
Aunque ahora sea boutique, parece intacta la casona donde naci¨® Jorge Ibarg¨¹engoitia, all¨¢ al fondo del Paseo de la Presa, frente al estanque como espejo. Lleg¨® al mundo envuelto en lo que quedaba de una afrancesada familia de anta?o llamada Antill¨®n, que lleg¨® a tener un vag¨®n estacionado en una gare de Par¨ªs para engancharse en recorridos por todas las v¨ªas de una Europa que ya no exist¨ªa cuando el ni?o de ojos inmensos lleg¨® mimado al seno de Lul¨² y la t¨ªa Emma en el hogar donde el abuelo era capaz de rega?ar con s¨®lo arquearle las cejas.
A los ochos meses, muri¨® el padre y dec¨ªa mi t¨ªo Santiago que quiz¨¢ por eso ser¨ªan tan envidiables los juguetes con los que creci¨® el ni?o que inventaba paisajes cada Navidad para los trenes Lionel y al igual que mi familia, la de Jorge tuvo que mudarse a la Ciudad de M¨¦xico cuando lleg¨® la Agraria y se carg¨® con todo. Ambas familias se siguieron frecuentando en la Ciudad de M¨¦xico, donde consta a mi t¨ªo Pedro F¨¦lix que jugaban a la Cruzada de las Gatas, un divertimento de azotea ¡ªhoy absoluta y pol¨ªticamente incorrecto, como mucho de lo que escribe Jorge¡ª a punta de palos de escoba donde recuperaban la Tierra Santa de los lavaderos con el peque?o batallador de dragones a la cabeza de los templados que no Templarios ni?os guanajuatenses y contaba mi padre que Jorge su tocayo se divert¨ªa cambi¨¢ndole el letrero a los ba?os de una tienda departamental para escuchar los alaridos en cuanto alguna dama descubr¨ªa los mingitorios. De esos a?os, habr¨¢ que filmar el cortometraje de cuando pasaba por ellos el transporte del Colegio Grosso y se sub¨ªa en una esquina el ni?o engominado que no pod¨ªa cerrar su boquita, a lo que el Maestro Paco ¡ªchofer de la unidad¡ªaplicaba el m¨¦todo inexplicable de gritarle "?Barrab¨¢s, cierra el hocico!", cada vez que lo miraba babeando por el espejo retrovisor.
Luego de eso, Jorge se cambi¨® de escuela y se fue de scout al hilo de la hermandad que fund¨® hasta el sol de hoy con Manuel Felgueres. Mi padre y mis t¨ªos lo ver¨ªan de vez en cuando a lo largo de los a?os, pero jam¨¢s me presentar¨ªan con ¨¦l y por andar enredado en quien sabe qu¨¦ juerga, tampoco acompa?¨¦ al entra?able Juan Garc¨ªa de Oteyza y Aurelio Asi¨¢in el d¨ªa que una nueva generaci¨®n lograba entrevistarlo y hoy s¨®lo soy la sombra que intenta seguirle la huella a los cuentos y cr¨®nicas de Juan Villoro ¡ªen hilo de todos los p¨¢rrafos que dej¨® en tinta Ibarg¨¹engoitia¡ª desde el azaroso instante en que Jorge sal¨ªa de las puertas tipo western de la oficina de D. Joaqu¨ªn D¨ªez Canedo y en la sala de espera se levantaba para entrar Villoro, quiz¨¢ para firmar el contrato de su primer libro en Joaqu¨ªn Mortiz y soy tambi¨¦n el necio relector constante de la antolog¨ªa que hiciera Guillermo Sheridan en la desaparecida editorial Vuelta, en cuya redacci¨®n llegu¨¦ a escuchar de viva voz la rese?a que hiciera el propio Octavio Paz de la perfecta novela titulada Dos cr¨ªmenes, y soy no m¨¢s que devoto lector constante del inmenso Ibarg¨¹engoitia que camina con la mirada fija en la vereda de un Coyoac¨¢n desierto en la fotograf¨ªa que le acaba de tomar Paulina Lavista hace qui¨¦n sabe cu¨¢ntos a?os y soy el que llora en la acera de enfrente del n¨²mero 666bis de la rue Saint Didier en Par¨ªs cuando Joy Laville se asoma por el balc¨®n para despedir a Jorge, al filo de la puerta de un taxi Citro?n, gabardina en ristre y una novela en ciernes metida en el portafolio de cuero, rumbo a Bogot¨¢ para verse en el aeropuerto con Juan Jos¨¦ Arreola y Eliseo Alberto y llegar al encuentro que organiz¨® Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez con Martha Traba, ?ngel Rama y tantos fantasmas que se han ido sumando al viaje que emprendi¨® Jorge Ibarg¨¹engoitia exactamente hace noventa a?os al empezar a vivir su eternidad en Cu¨¦vano.
Quer¨ªan que fuera ingeniero y la ¨²nica aventura pr¨¢ctica que asumi¨® al frente del rancho de la familia sirvi¨® para quebrarlo. Al filo de terminar sus estudios en la resistencia de materiales, Jorge se pas¨® a Mascarones y empez¨® a so?ar con obras de teatro donde ¨¦l mismo descubri¨® que ten¨ªa facilidad para los di¨¢logos, pero no para dialogar con la gente de teatro. Su t¨ªa Lola Sierra dec¨ªa de sobremesa que "el Destino quiso que yo fuera desgraciada, pero no me dio la gana" y as¨ª, el sobrino lleg¨® a cuajar como un agudo cuentista de la realidad convertida en ficci¨®n, con an¨¦cdotas ver¨ªdicas pasadas por la gasa de la imaginaci¨®n y brincar al bello arte de la novela como un delicioso delirio de anta?o donde el planteamiento, trama y desenlace enmarcan las biograf¨ªas palpables de personajes cre¨ªbles y la literatura se encarga de desmitificar a la Historia con may¨²scula, bajando al fango de las peores corruptelas a los viejos revolucionarios que anduvieron en la bola y bajando del pedestal marmolado a los padres que nos dieron Patria. La novela del caudillo caribe?o que gobierna como gangster y la novela del maravilloso mundo de la bohemia universitaria, que vive cada generaci¨®n de cuevanenses con las mismas canciones de Agust¨ªn Lara en las madrugadas y los mismos murales er¨®ticos en el antojo y los desvelos y lograr que sus escenarios sean eternos aunque ya no pueda habitarlos con mis hermanos salvo en la memoria de la imaginaci¨®n que nos hered¨® Ibarg¨¹engoitia para que ahora sean mis hijos y un ej¨¦rcito de primos como nietos del festejado los anden crey¨¦ndose otras mentiras o inventos raros o di¨¢ologos maravillosos que se inventa a diario Jorge, al que le cantamos hoy sabiendo que todos lo conocemos y todos lo queremos, incluso los que ni lo conocen ni lo han le¨ªdo.
?Viva Ibarg¨¹engoitia!, el de las dos columnas por semana en papel peri¨®dico y un art¨ªculo mensual en revista, el de los cuentos como charla de sobremesa y las obras de teatro que se representan en la marquesina sin ventanas de la vida misma. ?Viva Ibarg¨¹engoitia!, el de las novelas indispensables, armadas como hilo de media y estructura de andamios que no se quiebran. Jorge, el que enamor¨® la mirada de una pintora inglesa en el instante en que lo vio por primera vez cruzando la plaza de San Miguel de Allende y el t¨ªmido ojos de sapo grande que tem¨ªa por la reacci¨®n de su mam¨¢ y su t¨ªa al presentarle a la inglesita que ten¨ªa un hijo de un primer matrimonio que es hoy el entra?able amigo que me ha narrado las traves¨ªas con Jorge por las calles de Par¨ªs en busca de la compra diaria de la baguette y las verduras, carnes y vinos que ¨¦l mismo confeccionaba en la cocina m¨¢s ¨ªntima como si fuera literatura comestible mientras Ella pintaba, Ella que tocaba Haydn en el cello y que lleva colores pastel en la yema de los dedos y que lo escuchaba murmurar "Soy un ching¨®n" al filo de la siesta, cuando dejaba descansar la roja m¨¢quina de escribir, habiendo platicado con taxistas la trama del siguiente cap¨ªtulo en ciernes y medir el paso de los d¨ªas con el tequila que se echaban ambos en el balc¨®n de la casa en Francia en el momento en que sonaba el timbre para el recreo del colegio de las ni?as que les quedaba al lado, sabiendo que en las noches ambos volv¨ªan a Coyoac¨¢n en sue?os, con los sabores intactos y los amigos a la vuelta de la esquina que le segu¨ªan los pasos a su prosa y quedaban retratados al ¨®leo en la mirada hermosa de Joy a quien abrazo en este p¨¢rrafo para recordarle que Jorge anda de viaje y que la adoro y que por eso hablamos por lo menos una vez a la semana desde hace a?os que son apenas un rato en el entendido de que Jorge sigue de viaje, como todos los amados seres que de pronto dejamos de ver, pero que nos queda leer en los libros que se vuelven tan nuestros que parecen memorizados o dictados por el coraz¨®n compartido.
Jorge sigue de viaje y no pasa un solo d¨ªa sin que lo piense e intente contagiar al siguiente lector de un mundo donde siempre supo desvelar la rid¨ªcula formalidad de lo in¨²til, la bochornosa recurrencia de los corruptos, la facha de los fachosos y el mal gusto, la imbecilidad de los que creen que siempre tienen la raz¨®n en todo, la ronda interminable de los pol¨ªticos est¨²pidos y filtrar el escenario del mundo con la lente del sarcasmo fino y la iron¨ªa pensante, la palabra ligada a la imaginaci¨®n y la memoria viva, como barquito de papel que navega sobre las calmas aguas de una presa infinita en una de las ca?adas de Guanajuato, que es Cu¨¦vano y se lee con los p¨¢rpados cerrados, entre risas por el elevado humor ¨Cque no chistorete¡ª que comparten los ni?os que as¨ª miran al mundo. Est¨¦n donde est¨¦n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.