La tragicomedia de las estatuas (Balneario Hurtado, Valledupar)
Colombia est¨¢ repleta de esculturas como fantasmas de su Historia
Cuando uno se muera, luego, claro, de haber cometido lo que cometi¨®, lo mejor va a ser no volver por estos lados. Habr¨¢ que visitar a la familia: c¨®mo no. Pero, de resto, para qu¨¦ enterarse de lo que acab¨® haci¨¦ndose con lo que uno hizo. Ser¨ªa como pasarse la eternidad defendiendo, aclarando, poni¨¦ndoles pies de p¨¢gina a los textos que se public¨®. Ser¨ªa como volver para ver qu¨¦ est¨¢n haciendo con la estatua de uno si uno fue en vida un discutible ¡°l¨ªder de la sociedad¡±. Qu¨¦ ignorantes la est¨¢n ignorando. Qu¨¦ palomas se le est¨¢n cagando encima. Qu¨¦ borrachos risue?os la est¨¢n humillando como han estado humillando a la estatua del difunto vallenatero Diomedes D¨ªaz (¡°la herida que siempre llevo en el alma no cicatriza / inevitable me marca la pena, que es infinita¡¡±, cant¨®) en el Balneario Hurtado de Valledupar.
Por estos d¨ªas se ha vuelto un problema colombiano, colombian¨ªsimo, esa estatua sonriente y dorada a unos pasos del cantado r¨ªo Guatapur¨ª. En las omnipotentes redes sociales, d¨®nde m¨¢s, un par de descendientes del llamado ¡°Cacique de La Junta¡± ¨Cque antes de morir alcanz¨® a reconocer 28 hijos y sigue siendo un ¨ªdolo de masas controversial y mirado de reojo¨C les exigieron respeto a los muchachos que se toman fotos burlescas en el monumento como si estuvieran veng¨¢ndose de los publicitados desmanes de macho del cantante vallenato. El alcalde de Valledupar amenaz¨® con ¡°sanciones ejemplarizantes¡± a los irrespetuosos, desde su cuenta de Twitter, bajo un collage de las fotos ¡°obscenas¡± que termin¨® siendo un meme. Y todo acab¨® en el siguiente titular: ¡°Indignaci¨®n por protecci¨®n de polic¨ªas a estatua de Diomedes D¨ªaz¡±.
Y, en la siguiente foto, un par de polic¨ªas protegen aquella figura ic¨®nica de sus v¨¢ndalos en un pa¨ªs en el que pueden matar a cualquiera.
Colombia est¨¢ repleta de estatuas como fantasmas de su Historia: estatuas de cristos, de conquistadores, de m¨¢rtires, de libertadores, de gram¨¢ticos, de presidentes, de poetas. Y, como nadie se los presenta a nadie, como nadie sabe qui¨¦nes son, es com¨²n que terminen volvi¨¦ndose un chivo expiatorio de estos pa¨ªses mal hechos, una pera de boxeo de la irreverencia, un mu?eco de A?o Viejo para siempre: nunca he visto una estatua m¨¢s ultrajada, m¨¢s vejada, que aquella estatua del ge¨®grafo Am¨¦rico Vespucio, en Bogot¨¢, que puede amanecer con un par de calzoncillos en la cabeza. Pero ya que ¨²ltimamente han estado haci¨¦ndoles monumentos a los ¨ªdolos populares, desde ¡°el Jardinerito¡± Herrera hasta ¡°el Pibe¡± Valderrama, desde ¡°el Cacique¡± D¨ªaz hasta ¡°el Centuri¨®n¡± Arroyo, mucha gente parece estarse tomando a pecho las afrentas.
Si andan por ah¨ª diciendo que ¡°lo que es con esas estatuas es conmigo¡± es porque esos s¨ª son sus ¨ªdolos. Y son sus ¨ªdolos porque los logros de esos muertos y esos vivos s¨ª son verificables. Hace poco se arm¨® un esc¨¢ndalo de santiguadores patrioteros cuando un turista se mont¨® empeloto sobre ¡°La Gorda Gertrudis¡±, la escultura de Fernando Botero en la plaza Santo Domingo de Cartagena, como domando el patrimonio de la ciudad vieja. Podr¨ªa haber sido peor. Podr¨ªa haber sido la defensa de los s¨ªmbolos nacionales. Podr¨ªa haber sido la reivindicaci¨®n violenta de alg¨²n victimario que un d¨ªa amaneci¨® graduado de pr¨®cer. Pero pasar del chovinismo al fetichismo no parece suficiente: sigue hacer monumentos en vida.
Ser colombiano no ha sido prevenir, sino curar, lamentar, llorar sobre la leche derramada. Y ser¨ªa una plegaria atendida que todos estos debates sobre la paz derrotaran nuestra cultura de la muerte y recobraran nuestra vocaci¨®n a la vida.
Qui¨¦n sabe si a m¨ª me toque. Pero la idea es que el fantasma de uno no tenga que volver por estos lados porque ha muerto de viejo.
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