La aldea de las oportunidades
Mil ni?os hu¨¦rfanos a causa de la explosi¨®n del sida en Kenia reciben educaci¨®n digital y en el remoto poblado de Nyumbani
Cuando Anna Musymi lleg¨® a la aldea de Nyumbani no se pod¨ªa creer lo que ve¨ªa. ¡°Me sorprendi¨® que fuera un lugar tan grande. Los ni?os ten¨ªan comida y ten¨ªan escuela y me preguntaba c¨®mo era posible que pudieran alimentarlos a todos¡±. Anna ten¨ªa entonces 63 a?os y acababa de perder a su hijo v¨ªctima del sida. Se qued¨® sola, con sus dos nietos y decidi¨® pedir ayuda en este poblado fundado por Sister Mary Owens, una monja irlandesa que lleg¨® a ?frica a finales de los sesenta.
Mil ni?os,tres escuelas, paneles solares para abastecerse y el extra?o lujo del agua corriente.
Por mucho que Anna hubiera o¨ªdo hablar de Nyumbani es l¨®gico que se sorprendiera. Este es un reducto de paz en medio de la nada a m¨¢s de dos horas de Nairobi: un poblado para mil ni?os repartidos en cien casas, tres escuelas, paneles solares para abastecerse y el extra?o lujo del agua corriente. Pero lo verdaderamente excepcional en este lugar no es material. Aqu¨ª no existe el estigma del sida que lleva a las familias a repudiar a los enfermos y abandonar a los ni?os cuando quedan hu¨¦rfanos. En Nyumbani los peque?os encuentran esperanza en forma de cari?o, de retrovirales y de educaci¨®n.
Nyumbani no es solo el hogar de mil ni?os que lo han perdido todo. Tambi¨¦n lo es de cien abuelos que vieron c¨®mo sus hijos mor¨ªan por el virus. La mayor¨ªa son abuelas, como Anna. Vive con los dos nietos que le quedan y con diez hu¨¦rfanos m¨¢s. ¡°No me cuesta cuidar de ellos porque todos son muy responsables¡±, dice con una sonrisa que la dureza de su vida no ha terminado de eclipsar.
Esa responsabilidad se ve cuando los ni?os acuden a clase como un diminuto ej¨¦rcito disciplinado. Se sientan sin alzar la voz hasta que el profesor les saluda y se levantan perfectamente coreografiados para gritar ¡°yes¡±. Hoy les toca lo que llaman la clase de ProFuturo ¨Cfor future, dice un peque?o para explicarlo. Todos tienen claro el ritual: se acercan al maestro para que les entregue la preciada tableta, hacen cola, la recogen y se la llevan con las dos manos, agarr¨¢ndola cuidadosamente con cierta veneraci¨®n. Parece que transportaran un polluelo. O un tesoro. Que es lo que es aqu¨ª un dispositivo as¨ª. Miden la velocidad con la que la dejan en los pupitres descabalgados. Los 34 alumnos de primaria est¨¢n preparados para arrancar la lecci¨®n: los mam¨ªferos.
Responden a una pregunta que muchos menores de este pa¨ªs nose pueden plantear: ¡°?qu¨¦ quieres ser de mayor?¡±
Nesta, Faith y Hamid se sientan en la ¨²ltima fila. Tienen doce a?os. Faith duda al decir su edad. Los tres llegaron a Nyumbani cuando eran peque?os, tanto que no pueden recordarlo. Nesta se ha quedado atrapado en una de las im¨¢genes de la tableta: explica que las ballenas son mam¨ªferos aunque vivan en el agua. Hace por avanzar en el test, pero una y otra vez vuelve al dibujo del animal. Sus dos compa?eros le han adelantado. Faith responde con decisi¨®n. ¡°?Cu¨¢l de estos animales no est¨¢ en peligro de extinci¨®n?¡± Le falta tiempo para pulsar sobre el dibujo de un burrito. El silencio de la clase solo se interrumpe por el cacareo de las voces que salen de las tabletas. Nesta baja el volumen para no molestar y vuelve a la escena de la ballena.
Desde su mesa, el profesor controla sus respuestas. John Kioko tiene 24 a?os y se crio aqu¨ª. Cuando fue creciendo decidi¨® hacerse maestro para ayudar a sus hermanos. A los hermanos de destino y la hermana biol¨®gica que vino al poblado con ¨¦l. No le ha costado adaptarse al nuevo sistema y est¨¢ convencido de que sirve para que los peque?os aprendan mejor.
Una de las mayores recompensas de Sister Mary es que sus ni?os est¨¦n sanos y que los m¨¢s vulnerables se vayan recuperando. La otra, que respondan a una pregunta que muchos menores de este pa¨ªs ni siquiera se pueden plantear: ¡°?qu¨¦ quieres ser de mayor?¡± Doctor. Arquitecto. Abogado. Futbolista. Uno que quiere ser fot¨®grafo no deja de inmortalizar a sus compa?eros con la tableta. Se agolpan ante el objetivo cuando la clase est¨¢ a punto de acabar, en el ¨²nico momento en el que se han permitido salirse de la disciplina escolar.
?Por qu¨¦ tabletas en ?frica? ¡°Por esto¡±, repite Sister Mary, ¡°porque los ni?os de ?frica merecen los mismos cuidados, la misma atenci¨®n m¨¦dica y la misma educaci¨®n de calidad que en cualquier parte del mundo¡±. La directora de ProFuturo, impresionada por c¨®mo est¨¢ funcionando su proyecto en Kenia, apoya la determinaci¨®n de la fundadora de Nyumbani. ¡°Cuanta m¨¢s necesidad, m¨¢s educaci¨®n¡±, dice rotunda Sof¨ªa Fernandez de Mesa, ¡°si quieres cambiarles la vida, si quieres darles una oportunidad, dales m¨¢s educaci¨®n¡±. Eso es esta aldea de Nyumbani: la puerta al futuro, el lugar donde pueden permitirse pensar qu¨¦ quieren ser.
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