Un matrimonio homosexual contra el Gobierno rumano
Adrian Coman y Claibourn Hamilton pelean por que Ruman¨ªa reconozca el derecho a la libre residencia de c¨®nyuges extracomunitarios
Un tel¨¦fono suena a las siete y media de la ma?ana en Harlem, Nueva York. El rumano Adrian Coman, 46 a?os, empleado de una fundaci¨®n defensora de los derechos de los homosexuales, descuelga y da los buenos d¨ªas. En su voz no hay rastro de somnolencia. Tampoco en la de su marido, Claibourn Hamilton, estadounidense de la misma edad. Al contrario. Pese a lo temprano de la hora, Hamilton desprende ya cierta agitaci¨®n: es dise?ador gr¨¢fico y afronta su segundo d¨ªa de trabajo en una empresa de cosm¨¦ticos. La vuelta a la realidad tras una escapada juntos a un retiro de yoga en Panam¨¢. Ambos conforman uno de los muchos matrimonios homosexuales de nacionalidades diferentes repartidos por el mundo, pero su caso dista mucho de ser com¨²n: en cuesti¨®n de semanas pueden cambiar las leyes europeas.
El caso se remonta a 2012, cuando Coman pidi¨® al Gobierno rumano que su marido pudiera establecerse con ¨¦l en Ruman¨ªa. Nada que no pueda hacer una pareja heterosexual formada por un europeo y un extracomunitario. La respuesta fue negativa. Bucarest argument¨® que las leyes rumanas no reconocen el matrimonio homosexual, y por tanto los maridos o esposas de parejas gais y lesbianas que no sean de un pa¨ªs de la UE no pueden instalarse all¨ª. Pero Adrian y Clai ¡ªapodo por el que le conocen¡ª, no se resignaron. Llevaron el caso a los tribunales rumanos, desde donde ha llegado hasta la justicia europea con perspectivas muy favorables: el abogado general, cuya opini¨®n suele coincidir con la decisi¨®n final de la Corte de Luxemburgo, ha defendido que los 28 estados deben reconocer el matrimonio gay aunque no sea legal en su territorio.
La pareja inici¨® su relaci¨®n en 2002. Se conocieron a trav¨¦s del chat del desaparecido portal de Internet gay.com, quedaron en Central Park y hablaron durante horas mientras paseaban. Una historia de amor contempor¨¢nea. Tras siete a?os juntos, Coman recibi¨® una oferta para trabajar en el Parlamento Europeo y se march¨® a vivir a Bruselas. El noviazgo no solo sobrevivi¨® a la distancia: se fortaleci¨® hasta el punto de que, dado que en aquel momento ¡ª2010¡ª no era legal casarse en Estados Unidos, decidieron contraer matrimonio en la capital belga.
Dos a?os despu¨¦s, terminado su contrato en la Euroc¨¢mara, buscan un pa¨ªs al que trasladarse juntos. EE UU, B¨¦lgica y Ruman¨ªa son las opciones. En ese momento Coman no tiene trabajo, por lo que preocupados ante la incertidumbre laboral, escogen la opci¨®n m¨¢s barata, volver a Ruman¨ªa, de donde Adrian Coman se hab¨ªa marchado a los 30 a?os rumbo a Estados Unidos. Finalmente, frustrados sus planes de establecerse juntos en Ruman¨ªa por la negativa del Ejecutivo rumano, Coman logra mudarse a Nueva York con un nuevo empleo, donde desde entonces convive con su marido.
Solucionado el problema, lo sencillo hubiera sido quitar la denuncia y evitar l¨ªos judiciales, pero la pareja sigui¨® adelante con el contencioso. "Si un d¨ªa queremos mudarnos a Ruman¨ªa tiene que ser nuestra decisi¨®n y no la del Gobierno. Han pasado cinco a?os desde que empez¨® el proceso. Tenemos que acabar con esto ahora. No solo por nosotros, sino por otros que no disponen de nuestros recursos", afirma Coman.? Si la justicia europea les da la raz¨®n, cualquier matrimonio homosexual formado por un ciudadano de la UE y un extracomunitario podr¨¢ mudarse a otro pa¨ªs de los Veintiocho sin restricciones.
El caso ha generado un intenso debate en Ruman¨ªa y les ha colocado en un primer plano medi¨¢tico. Varias parejas homosexuales les han contactado para compartir problemas similares. La potente iglesia ortodoxa se opone a equiparar ambos tipos de matrimonio. Y durante la audiencia en la Corte de Luxemburgo, Hungr¨ªa, Polonia, Letonia y la propia Ruman¨ªa alegaron que es competencia de los Estados decidir al respecto.
Tras desfilar por prensa, radio y televisi¨®n, la pareja est¨¢ sorprendida por la respuesta de la gente frente a la cerraz¨®n de las principales instancias pol¨ªticas y religiosas. Ilustran ese apoyo con una an¨¦cdota. "Una noche fuimos a cenar a un restaurante espa?ol de un rumano que vivi¨® en Espa?a. Nos regal¨® una botella de champagne y dijo: 'Espero que gan¨¦is. Mucha gente est¨¢ con vosotros'. Lo recuerdo porque era un desconocido sin inter¨¦s personal. No era homosexual", rememora Coman.?
En su opini¨®n, para la clase pol¨ªtica rumana, la rentabilidad electoral de cualquier medida favorable al colectivo homosexual sigue siendo dudosa. "Tienen miedo a posicionarse pensando que la mayor¨ªa de la gente es hom¨®foba y les criticar¨¢. Pero creo que no solo nuestro caso evidencia lo contrario, tambi¨¦n las encuestas". Su propia historia familiar es un ejemplo de aceptaci¨®n. A los 25 a?os desvel¨® a su madre su orientaci¨®n sexual y no puso ninguna objeci¨®n. "A mi padre nunca me atrev¨ª a dec¨ªrselo. Se enter¨® cuando me entrevistaron en televisi¨®n. Me llam¨® despu¨¦s. Quer¨ªa saber si era feliz".
Por ahora, la pareja no contempla volver a Ruman¨ªa. "Nuestra vida est¨¢ aqu¨ª, pero en la vida pasan cosas inesperadas. Clai empez¨® a trabajar despu¨¦s de tres meses desempleado. Si vuelve a ocurrir, Ruman¨ªa puede ser una opci¨®n, y no queremos que el Gobierno diga que no podemos ir porque a los pol¨ªticos no les parece bien".
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