¡°Me mataron en Internet como si fuera un zombi de la serie ¡®The Walking Dead¡±
Wagner Schwartz, el artista que realiz¨® la 'performance' 'La B¨ºte' en el Museo de Arte Moderno de S?o Paulo, habla por primera vez sobre los ataques que sufri¨®, en los que le llamaron ¡°ped¨®filo¡±
El 26 de septiembre de 2017, Wagner Schwartz, de 45 a?os, era un artista plenamente realizado. Abr¨ªa el 35? Panorama de Arte Brasile?o en el Museo de Arte Moderno de S?o Paulo, uno de los espacios m¨¢s prestigiosos de Brasil. Su performance, denominada La B¨ºte (El Animal), part¨ªa de la obra consagrada de Lygia Clark, una de las artistas m¨¢s importantes de la historia del pa¨ªs. Desde 2005, Wagner ya hab¨ªa presentado este trabajo diez veces, en Brasil y en Europa. Como en las ocasiones anteriores, tuvo lugar una experiencia art¨ªstica. Para que La B¨ºte pueda realizarse, es necesario que las personas del p¨²blico dejen de ser espectadores y se conviertan en participantes. Cada presentaci¨®n es diferente, porque es el p¨²blico quien cuenta una historia creada colectivamente al mover el cuerpo desnudo del artista como si fuera una de las figuras geom¨¦tricas con bisagras de Lygia Clark.
Durante los d¨ªas siguientes, sin embargo, una pesadilla que Wagner no ten¨ªa se materializ¨®.
Se divulg¨® en internet un fragmento de la presentaci¨®n con la intenci¨®n de provocar una hoguera. En ¨¦l, se ve¨ªa a una mujer y a su hija peque?a tocando el cuerpo del artista durante la performance, como hac¨ªan tantas otras personas del p¨²blico. Pero, recortada y fuera de contexto, convirtieron la escena en algo que no era. Y millones de personas en internet llamaron ¡°ped¨®filo¡± a Wagner.
En busca de popularidad y electores, pol¨ªticos sin escr¨²pulos grabaron v¨ªdeos e hicieron declaraciones en las que condenaban al museo y al artista. L¨ªderes religiosos fundamentalistas, la mayor¨ªa vinculadas a iglesias evang¨¦licas neopentecostales, diseminaron odio al estimular a sus fieles a olvidarse de los preceptos cristianos m¨¢s b¨¢sicos y a condenar al artista y al museo como si estuvieran ¡°al servicio de Satan¨¢s¡±. Grupos vinculados a movimientos extremistas de derecha promovieron protestas delante del museo, a las que se juntaron an¨®nimos enfurecidos, y llegaron a agredir a los trabajadores. Internet se convirti¨® en una plaza medieval donde lincharon a Wagner Schwartz como si fuera un ¡°monstruo¡± y un ¡°ped¨®filo¡±.
El artista tuvo que prestar declaraci¨®n durante casi tres horas en la 4? Comisar¨ªa de Polic¨ªa de Represi¨®n a la Pedofilia. La Fiscal¨ªa de S?o Paulo abri¨® una investigaci¨®n para averiguar si se hab¨ªa producido un crimen. La Comisi¨®n de Investigaci¨®n de los Malos Tratos, del Senado Federal, decidi¨® aprovechar el momento para facturar con su propio factoide y convoc¨® a los comisarios del museo, a la madre de la ni?a y al artista para que declararan.
Sin v¨ªctima, sin hechos y, por lo tanto, sin crimen, y aun as¨ª transformaron a Wagner Schwartz en un monstruo
De repente, transformaron a Wagner Schwartz en un criminal. Y no en el autor de un crimen cualquiera, sino en un ¡°ped¨®filo¡±, una de las figuras que m¨¢s repulsa provoca a la sociedad. Sin v¨ªctima, sin hechos y, por lo tanto, sin crimen. Sus linchadores, los an¨®nimos y los p¨²blicos, en ning¨²n momento recordaron que all¨ª hab¨ªa una persona, con una historia, con una vida y con sentimientos. No importaba.
Lo que importaba era manipular el odio, la mercanc¨ªa que m¨¢s abunda en el Brasil actual, con objetivos pol¨ªticos. Se desplazaba as¨ª la atenci¨®n de la gravedad de lo que pasaba ¡ªy pasa¡ª en el pa¨ªs hacia una amenaza inexistente. El truco es viejo, se ha usado bastante en reg¨ªmenes totalitarios, como en la Alemania nazi. Pero parece que siempre hay gente de sobra que se une a las manifestaciones m¨¢s triviales. El odio, como sabemos, es burro.?
De repente, el problema ya no era que Michel Temer estuviera en el poder a pesar de todas las denuncias de corrupci¨®n, la maleta llena de dinero y las conversaciones comprometedoras. Ni que el Congreso m¨¢s corrupto de la historia reciente utilizara dinero p¨²blico con fines privados, personales y particulares en el mercado de chantajes en el que se ha convertido Brasilia. Ni el hecho de que los derechos conquistados por la lucha de muchos se estuvieran suprimiendo r¨¢pidamente de la vida de los brasile?os. Ni el desempleo y la falta de perspectivas. No.
?C¨®mo se pudo convencer a tanta gente a que creyeran en una ficci¨®n totalmente inveros¨ªmil, como la de que el problema de Brasil son los ped¨®filos que albergan los museos?
Las milicias del odio, al servicio de s¨ª mismas y de algunos pol¨ªticos, crearon una ficci¨®n y millones de personas se olvidaron de raciocinar, se juntaron al linchamiento y produjeron pruebas contra s¨ª mismos. Vale la pena investigar por qu¨¦ caminos, objetivos y subjetivos, se pudo convencer a tanta gente a que creyeran en una ficci¨®n de mala calidad, porque es totalmente inveros¨ªmil, como la de que el problema de Brasil son los ped¨®filos que albergan los museos y las exposiciones de arte.?
La cat¨¢strofe es que, a partir del momento en que se crey¨® en una ficci¨®n, se cre¨® por lo menos una v¨ªctima real: Wagner Schwartz.
?Qui¨¦n responder¨¢ por lo que hicieron con su vida?
Adem¨¢s de inventarse que el artista era ¡°ped¨®filo¡±, los haters tambi¨¦n notificaron que se hab¨ªa suicidado o que lo hab¨ªan matado a golpes
Wagner Schwartz recibi¨® 150 amenazas de muerte por algo que inventaron que hizo. Ya no pod¨ªa caminar solo por la calle. Para imaginar c¨®mo le afect¨®, basta hacer el ejercicio de vestir su piel por algunos minutos y pensar en qu¨¦ le suceder¨ªa a tu vida, al igual que a la vida de tu familia, si de la noche a la ma?ana se inventaran que has cometido un crimen de pedofilia. Y que tu cara estuviera en las redes con la etiqueta m¨¢s terrible: ¡°ped¨®filo¡±. No se necesita mucha empat¨ªa para imaginar los efectos de algo de tama?a dimensi¨®n. Y, aun as¨ª, tantos se olvidaron de ese ejercicio b¨¢sico de humanidad y se convirtieron en protagonistas y c¨®mplices de la violencia contra ¨¦l, esta, s¨ª, criminal.
Durante los d¨ªas siguientes, se inventaron m¨¢s hechos. No bastaba con transformar a Wagner en un ped¨®filo. Lo mataron con noticias falsas en internet. En una, se hab¨ªa suicidado. En otra, lo mataban a golpes. ?Qui¨¦n puede imaginarse lo que es leer la noticia de tu propia muerte en internet? ?Lo que significa para tus familiares? ?C¨®mo se vive mientras tantos te matan repetidamente?
Wagner hab¨ªa decidido hacer la performance en 2005, al encontrar en Par¨ªs una de las figuras geom¨¦tricas de Lygia Clark encerrada en una caja. Como cuenta en esta entrevista, quer¨ªa liberar ¡°al animal¡± que hab¨ªa creado la artista, para que la obra volviera a ser lo que es. El pasado septiembre, en Brasil, Wagner descubri¨® lo que sucede cuando un cuerpo se atreve a salir de la caja en un pa¨ªs tomado por el odio y por fundamentalismos, en un pa¨ªs de linchadores.
Lo trataron con brutalidad. Pero ¨¦l se niega a continuar sometido, convertido en objeto sin voz. Wagner cree que la respuesta m¨¢s importante a los ataques la da continuando con su trabajo.
Wagner Schwartz y otros tres artistas que sufrieron ataques por su trabajo est¨¢n creando una obra de para el Festival de Teatro de Curitiba
Este a?o, el Festival de Teatro de Curitiba propone una reflexi¨®n, que tambi¨¦n es una acci¨®n, sobre los ataques contra el arte. Wagner Schwartz, Elisabete Finger, performer y madre de la ni?a que particip¨® en La B¨ºte, Maikon K, un artista que lleg¨® a ser detenido en Brasilia durante la performance ADN de Dan, en la que se queda desnudo, y Renata Carvalho, una actriz que fue atacada por ser travesti y hacer de Jesucristo en una representaci¨®n teatral, est¨¢n creando una obra a partir de la violencia que sufrieron.
La campa?a contra el arte y los artistas no tiene nada de inocente. Inventa una justificaci¨®n ¡°moral¡± y genera un apoyo popular para defender la disminuci¨®n de inversiones en Cultura. El sector cultural, hist¨®ricamente falto de inversiones, hoy est¨¢ en una situaci¨®n desesperante.
El momento que vive el pa¨ªs es tan imb¨¦cil que, en lugar de que la poblaci¨®n pida m¨¢s inversiones en Cultura, una parte ataca el arte y los artistas, pr¨¢cticamente reivindicando la estrechez de su propia vida y la de sus hijos. Cuantas menos inversiones en arte y cultura haya, menos acceso al arte y la cultura habr¨¢, y m¨¢s desconfianza y miedo de lo que no se conoce. La imbecilidad del mal vive d¨ªas de gloria en Brasil, con la colaboraci¨®n activa de una parte de la poblaci¨®n.
En esta entrevista, el brasile?o Wagner Schwartz, core¨®grafo que vive entre Par¨ªs y S?o Paulo, habla por primera vez sobre la violencia que sufri¨®, una violencia cuyos efectos est¨¢n lejos de terminar. Entre las primeras preguntas, enviadas por correo electr¨®nico, y las primeras respuestas, pasaron dos meses y medio. Lo que le hicieron provoc¨® un efecto brutal en su vida, le duele el cuerpo. Cuando toca el tema, algunas partes de su cuerpo tiemblan. Cualquier palabra parece casi arrancada. Para quien fue silenciado al ser transformado en objeto de odio, hablar se ha convertido en algo penoso. La noche antes de la publicaci¨®n, se qued¨® af¨®nico, su voz, entrecortada, a veces desaparec¨ªa.
Aun as¨ª, Wagner hizo el esfuerzo del gesto, el de creer que todav¨ªa se puede convivir y dialogar en el Brasil actual.
Pregunta: ?C¨®mo surgi¨® la performance? ?Y c¨®mo es tu relaci¨®n con esta obra de Lygia Clark?
Respuesta: En 2005, me invitaron a presentar, en Par¨ªs, en la programaci¨®n del A?o de Brasil en Francia, mi primera performance, Transobjeto, que hab¨ªa estrenado en el antiguo programa Rumos Dan?a (Rumbos Danza) del Ita¨² Cultural, en S?o Paulo.
Al visitar las galer¨ªas de la ciudad francesa, me encontr¨¦ con una de las esculturas de Bichos (Animales), de Lygia Clark, expuesta en una caja de cristal. Era de metal. Era mayor que mis manos. Ten¨ªa unas ocho partes, planas y puntiagudas como cuellos de camisa, envejecidas por el tiempo. En Francia, los Animales pueden llamarse ¡°B¨ºtes¡±.
Cuando se crearon los Animales, en la d¨¦cada de 1960, se pod¨ªa mover las diferentes partes de su cuerpo gracias a las bisagras. En las exposiciones, solo realizaban su funci¨®n como obra de arte si el p¨²blico participaba. En 2005, al ver a un Animal encerrado, le promet¨ª a ¨¦l y me promet¨ª a m¨ª mismo que sacar¨ªa su cuerpo de dentro de aquella caja de cristal, para que se retomara la relaci¨®n entre el objeto y las personas.
Lygia Clark dec¨ªa que un Animal era un organismo vivo, una obra esencialmente actuante. Entre ¨¦l y el p¨²blico se establec¨ªa una integraci¨®n total, existencial. En la relaci¨®n entre ambos, no hab¨ªa pasividad, ni por parte del p¨²blico ni del objeto. En ese contacto, se produc¨ªa una especie de cuerpo a cuerpo entre lo que ella denominaba ¡°dos entidades vivas¡±: el Animal y el que lo dobla y desdobla.
Los Animales no se concibieron para que se observaran, sino para que se manipularan. Clark consideraba que la acci¨®n de las personas que forman el p¨²blico es tan importante como sus esculturas, porque, de hecho, esa acci¨®n es parte integrante de sus esculturas. En el momento en que se encierra un Animal dentro de una caja de cristal, se desconsidera la acci¨®n de la persona, se desconsidera una parte de la obra, se desconsidera una de las partes de los Animales.
Por eso, me sent¨ª encerrado. Y, de hecho, necesitaba encontrar una forma de transformar esa sensaci¨®n de haber sido encerrado. Sin embargo, ser¨ªa imposible ¡°soltar¡± a aquella escultura de la caja de cristal, ya que no pod¨ªa adquirir un original. Y para recuperar sus movimientos, pens¨¦, yo tendr¨ªa que convertirme en un Animal. Compr¨¦ una r¨¦plica de pl¨¢stico y cre¨¦ (la performance) La B¨ºte.
Seg¨²n la propia Lygia Clark, esas esculturas tienen un car¨¢cter org¨¢nico, las bisagras que unen sus planos recuerdan una espina dorsal. Cuando le preguntaban cu¨¢ntos movimientos pod¨ªa hacer un Animal, respond¨ªa: ¡°Yo no lo s¨¦, t¨² no lo sabes, pero ¨¦l lo sabe¡±. Clark cre¨® una relaci¨®n simb¨®lica entre las articulaciones del objeto y las del cuerpo humano. Imagin¨¦ que, art¨ªsticamente, podr¨ªa ser interesante dar vida a esa asociaci¨®n.
En La B¨ºte, tengo la r¨¦plica de un Animal en las manos. Pongo esa r¨¦plica en el suelo. Me arrodillo, me tumbo, me siento a su lado. Doblo y desdoblo sus extremidades en silencio. Despu¨¦s de un rato, como quien no quiere continuar solo con la maniobra, le pregunto al p¨²blico, hasta el momento espectador: ¡°?Alguien quiere intentarlo?¡±. Y entonces ofrezco mi cuerpo a los presentes, como la r¨¦plica de la r¨¦plica de un Animal de Lygia Clark.
P: Entonces, ?La B¨ºte solo existe si el p¨²blico participa?
R: S¨ª. Una persona tras otra entra en escena. El espectador se convierte en participante. Durante los primeros minutos, algunos prueban la flexibilidad de mi cuerpo. Creen que puede ponerse de formas que los suyos no pueden. Otros ven l¨ªmites. Los participantes me doblan, desdoblan, encojen y estiran. Con el paso del tiempo, algunos creen que son como yo, me cuidan: me dan masajes, ponen mi cuerpo en posiciones de relajaci¨®n, me abrazan. Otros proponen desaf¨ªos, pensando que no son como yo: ponen el animal en el que me he convertido en posiciones complejas, desafiadoras, me dejan caer.
Para que La B¨ºte se realice, es importante que los que est¨¢n en la galer¨ªa o en el museo est¨¦n dispuestos a repensar el lugar del espectador. Un lugar que, parad¨®jicamente, es impracticable en esta performance. Algunas personas entran en escena para mover las ¡°bisagras¡± del Animal humanizado. Otras se quedan fuera e, igualmente, act¨²an sobre las acciones que van sucediendo al comentarlas entre ellos.
Las personas tambi¨¦n pueden abandonar la performance. Nadie est¨¢ obligado a esperar a que termine. Y, como es el p¨²blico quien hace La B¨ºte, las personas tambi¨¦n pueden proponer un final para la acci¨®n.
La B¨ºte pone en evidencia la cultura del otro, su manera de narrar. Despu¨¦s de que se presentara en el Museo de Arte Moderno, en el Parque del Ibirapuera, en S?o Paulo, la performance se sigui¨® realizando y reproduci¨¦ndose, pero de una forma diferente de como Lygia Clark y yo propusimos. La B¨ºte sali¨® de todos los espacios art¨ªsticos y sigui¨®, en estas otras realizaciones, mostrando la cultura de la gente que dobla, desdobla y redobla una performance, que, en este caso, ni siquiera se vio.
P: ?Por qu¨¦ la forma como Animal se reprodujo es diferente de como t¨² y Lygia Clark la propon¨ªais? Los ataques contra el arte y el artista, as¨ª como los sentidos que se atribuyeron, ?no podr¨ªan leerse como parte de la performance o incluso otra performance de diferentes grupos que se apropiaron de La B¨ºte, aunque fuera a partir de la imagen de un m¨®vil que un espectador/participante hizo y colg¨® en internet?
R: El arte es un territorio sin control, pero el fragmento de la performance ¡ªy no la performance¡ª que se reprodujo estaba recontextualizado para promover etiquetas ideol¨®gicas conservadoras, como ¡°la familia brasile?a¡± o ¡°nuestros ni?os¡±. Ese acto perform¨¢tico tambi¨¦n existe como experiencia, pero, en lugar de expandir la relaci¨®n de las personas con el mundo, la silencia por medio del miedo. Ese acto perform¨¢tico no propone im¨¢genes emancipadoras, sino que adoctrina, reduce un concepto abierto a la propiedad privada de la creencia de un grupo espec¨ªfico de personas.
P: ?Te acuerdas del momento exacto en que la madre y la ni?a te tocaron? ?C¨®mo fue ese momento para ti, antes de que se contaminara?
R: La performance estaba terminando cuando me di cuenta de que dos personas se acercaban. Como mi cuerpo hab¨ªa sido estirado en el suelo por otras personas y yo miraba fijamente el techo del museo, solo vi que se trataba de Elisabete, una amiga a la que no ve¨ªa hac¨ªa tiempo, y su hija cuando cruzaron mi campo de visi¨®n. Para m¨ª, aquel momento fue como cualquier otro de la performance.
P: ?C¨®mo te enteraste de lo que sucedi¨® despu¨¦s?
R: Tras la presentaci¨®n de La B¨ºte, Elisabete, su marido y yo quedamos para ir al teatro, esa misma semana. Nos encontramos, fuimos a ver la obra juntos. Al terminar, me acerqu¨¦ a otros amigos en el vest¨ªbulo y los perd¨ª de vista. Cuando los volv¨ª a encontrar, me di cuenta de que el marido de Elisabete estaba al tel¨¦fono, inquieto. Le pregunt¨¦ si hab¨ªa pasado algo grave. Entonces Elisabete me dijo que un v¨ªdeo, que conten¨ªa el breve fragmento en el que su hija y ella participaban en la performance en el Museo de Arte Moderno de S?o Paulo, se hab¨ªa hecho viral en internet, sin que se protegiera su rostro ni el de su hija. Me qued¨¦ consternado, preocupad¨ªsimo con su familia, con la protecci¨®n de la ni?a, con los graves problemas que surgen cuando se saca una performance de su contexto y se difunde masivamente. Me puse a su disposici¨®n para lo que necesitaran.
Crearon muertes tan reales para m¨ª como las que pueden convertirse en pel¨ªculas: la sangre en la pantalla parece que est¨¦ hecha de p¨ªxeles
P: ?C¨®mo se sinti¨® en ese momento?
R: Pedimos dos taxis. Elisabete y su marido se fueron a casa. Yo me fui a la fiesta de otra amiga. Por el camino constat¨¦, por las actualizaciones en mi smartphone, que estaba recibiendo una gran cantidad de mensajes de odio, enviados por desconocidos. En uno, me llamaban ¡°ped¨®filo¡±. Cerr¨¦ los ojos. Apoy¨¦ la cabeza en el reposacabezas del asiento. Apagu¨¦ el tel¨¦fono. Tuve una bajada de presi¨®n. El taxista me pregunt¨® si me encontraba bien. Respond¨ª que me pondr¨ªa bien. Encontr¨¦ a algunos amigos en la fiesta y les cont¨¦ lo que hab¨ªa sucedido. Se quedaron at¨®nitos, me aseguraron que se movilizar¨ªan. No pude quedarme mucho rato. En el metro, encend¨ª el tel¨¦fono y llam¨¦ a mi familia. Llegu¨¦ a casa y me encerr¨¦ en mi habitaci¨®n. Encend¨ª el ordenador. Leyendo los posts, entend¨ª que los haters (odiadores) hab¨ªan difundido mi nombre y mi trabajo en las redes sociales, sin conocerme ni a m¨ª ni mi trabajo, como amenazas a sus convicciones pol¨ªticas y referencias culturales. Hab¨ªan provocado otro equ¨ªvoco con cl¨ªmax moral para polemizar en Brasil.
Al d¨ªa siguiente, recib¨ª la foto de tres ni?os a quien cog¨ªa de la mano durante el agradecimiento final de la presentaci¨®n de La B¨ºte que tuvo lugar en el festival IC Encuentro de Artes, en 2017, en el Instituto Goethe, en Salvador. De nuevo, otra imagen hab¨ªa sido arrancada de su contexto y usada sin consentimiento. Las personas que no estuvieron en el festival en el que present¨¦ la performance se convirtieron en odiadores y empezaron a acusar lo que no conoc¨ªan.
En internet, me mataron, como se matan los zombis de la serie The Walking Dead. Despu¨¦s, dijeron que me hab¨ªa suicidado, un tema muy discutido en 2017 tras el lanzamiento de otra serie, Por trece razones. Personalizaron la violencia, con el objetivo de volver real la intenci¨®n fabulada de las series emitidas en continuo. Crearon muertes tan reales para m¨ª como las que pueden convertirse en pel¨ªculas. Acercaron la ficci¨®n a la vida off-line.
La sangre en la pantalla parece que est¨¦ hecha de p¨ªxeles.
Era como si viera mi propio funeral. Un sentimiento de luto se adue?¨® de mi cuerpo
P: ?Qu¨¦ efectos produjo ese ¡°asesinato¡± en el hombre ¡°real¡±, en la realidad de su cuerpo, en Wagner Schwartz?
R: Era como si viera mi propio funeral. Un sentimiento de luto se adue?¨® de mi cuerpo. Los d¨ªas siguientes a los ataques, no consegu¨ªa ser objetivo. Mi familia y mis amigos me ayudaban a tomar decisiones, de las m¨¢s simples a las m¨¢s complejas: d¨®nde dormir, c¨®mo cuidarme. No dorm¨ªa en mi casa, porque pod¨ªan descubrir mi direcci¨®n y concretar las amenazas que no paraba de recibir. Entonces, dorm¨ªa cada d¨ªa en un lugar diferente. Es curioso: las personas pod¨ªan amenazarme, pero yo no tuve derecho a protecci¨®n. Los amigos me llamaban llorando porque hab¨ªan le¨ªdo sobre mi muerte en internet. Pas¨¦ mucho tiempo respondiendo los mensajes de todos los que me conoc¨ªan para decir que estaba vivo. Porque, si no respond¨ªa, creer¨ªan las noticias falsas. Luchaba diariamente contra esa sensaci¨®n de p¨¦rdida, y recib¨ªa apoyos de todo tipo. Me preguntaban si estaba bien. Yo respond¨ªa que s¨ª, autom¨¢ticamente, porque ten¨ªa que resistir, resignificar la muerte simb¨®lica. Todav¨ªa lo hago. Y queda mucho trabajo por delante.
P: Sentiste miedo, ?todav¨ªa lo sientes?
R: El miedo es algo que siento ahora. Le¨ª una vez un art¨ªculo, no me acuerdo d¨®nde, que trataba sobre unos padres que sacaron a su hijo de la boca de un cocodrilo. En el momento del ataque, no pod¨ªan sufrir ni entregarse. Ambos sintieron que ten¨ªan que actuar, sacar al ni?o de la boca del cocodrilo. Y eso fue lo que hicieron. En cierto modo, creo que eso fue lo que me pas¨® a finales de septiembre. Ten¨ªa que dar una respuesta salvaje a los ataques, as¨ª que me convert¨ª en un animal para protegerme del cocodrilo que me estaba devorando. Mi cuerpo entero se endureci¨®. No consegu¨ªa hablar. Hoy, el miedo tiene mi altura: 1,86 m. Este miedo que protege lo necesito. Pero el miedo que silencia y enferma, lo voy a enfrentar.
P: Has necesitado mucho tiempo para empezar a responder mis preguntas. ?C¨®mo es hablar sobre todo esto?
R: Precisamente, he necesitado dos meses y medio para salir del trauma. Era muy dif¨ªcil hablar del tema los d¨ªas posteriores a los ataques. Las palabras se me escapaban y me faltaban. En este momento, en que s¨¦ que mis palabras estar¨¢n en internet, en esta entrevista, mi voz concreta falla, me quedo af¨®nico. Necesito parar, volver a mi refugio para recuperar el aliento. Necesito estar callado, para que el aire vuelva a mi cuerpo, hasta que consiga reaccionar.
Participar en una performance es una elecci¨®n, no una condici¨®n
P: ?Qu¨¦ diferencia hay entre lo que sucede all¨ª, en la performance, y la imagen de un fragmento de lo que sucedi¨® all¨ª que se vuelve viral en internet?
R: La diferencia es que, en el museo, lo que existe es una performance de m¨¢s o menos 60 minutos. En la imagen de un fragmento, lo que existe es un breve recorte que ya no puede denominarse performance. En la imagen de un fragmento no se puede entender el contexto de una performance. Un recorte, fruto de una elecci¨®n personal, puede volverse autoritario, cuando toma el lugar de todo lo que no muestra.
En el museo, varias personas ven lo que pasa en la escena, en directo. En el v¨ªdeo, solo lo ve quien le da al enter o al play, y no en el momento en que transcurre la performance. En la foto, solo se ve un segundo retirado de 60 minutos. En el museo, las personas construyen juntas el contenido de la performance. En la imagen de un fragmento, cada persona se pone en contacto con algo que puede que se est¨¦ manipulando en alguna direcci¨®n diferente de la performance en directo.
Conclusi¨®n: asociaron La B¨ºte con el m¨¢s horrible de los trastornos. En la vida p¨²blica, eliminaron mi seguridad, la de mi familia, la de mis amigos y de aquellos que se manifestaron a favor de la performance, del Museo de Arte Moderno de S?o Paulo y del Goethe Institut de Salvador (Bah¨ªa). Recib¨ª 150 amenazas de muerte de personas que est¨¢n libres en la calle, con sus perfiles activos en las redes sociales. Recib¨ª amenazas de an¨®nimos, de robots.
Hay que reiterar que, en La B¨ºte, quien dobla y desdobla el cuerpo del artista ¡ªque tiene que estar disponible para recibir las ¨®rdenes de los participantes¡ª son los que se permiten entrar en escena o hablar sobre ella. Participar es una elecci¨®n, no una condici¨®n.
P: ?C¨®mo eran esas amenazas? ?Puedes reproducir algunas?
R: Recib¨ª amenazas como esta: ¡°No tendr¨¦ piedad si te encuentro por la calle, perro impuro e ¡®in¨²ti¡¯¡±. Me enviaron la foto de un bate de b¨¦isbol cubierto de alambre de p¨²as y con la siguiente frase: ¡°Si un d¨ªa te acercas a mis hijos...¡±. Uno tambi¨¦n escribi¨®: ¡°El alg¨²n momento, alguien te pillar¨¢, si no es la polic¨ªa ser¨¢ un padre de verdad¡±. Otro: ¡°No sirve de nada esconderse, te encontraremos¡±. O: ¡°Voy a cazarte y a descuartizarte. Cada parte de tu cuerpo. Las ir¨¦ tirando por la calle. ?Ya ver¨¢s!¡±.
Estos mensajes y cientos m¨¢s, junto con sus autores, se han registrado en una denuncia. Y no paran de llegar. Seguramente recibir¨¦ m¨¢s amenazas tras la publicaci¨®n de esta entrevista. Las registrar¨¦ todas.
Tambi¨¦n me calumniaron personas que, para permanecer en sus cargos pol¨ªticos, se juntaron al movimiento de los que se autodenominan ¡°ciudadanos de bien¡± y se camuflan bajo el velo del cristianismo. Nac¨ª en el seno de una familia cristiana y s¨¦ que a los cristianos no les gusta la sangre. A quienes les gusta la sangre es a los homicidas.
Y tambi¨¦n se produjo la siguiente intervenci¨®n de un pol¨ªtico brasile?o en el Congreso Nacional: ¡°Me gustar¨ªa preguntarle si sabe qu¨¦ son los derechos humanos. Los derechos humanos son un bate de madera como el que us¨¢bamos hace a?os en las comisar¨ªas de polic¨ªa. Y si sabe qu¨¦ es un azote, que tambi¨¦n lo us¨¢bamos en los buenos tiempos en las comisar¨ªas de polic¨ªa. Si ese desgraciado hiciera una exposici¨®n en Goi¨¢s (estado de la regi¨®n centro-oeste de Brasil) se llevar¨ªa tal mamporro que nunca m¨¢s iba a querer ser artista y nunca m¨¢s se duchar¨ªa desnudo¡±.
P: ?C¨®mo fue dejar de ser el artista Wagner Schwartz y convertirse en ¡°el chico desnudo¡±?
R: Cuando se dirigen a m¨ª como el ¡°chico desnudo¡± o como el ¡°hombre desnudo¡±, en lugar de ¡°el artista Wagner Schwartz¡± o ¡°Wagner Schwartz, el autor de La B¨ºte¡±, se elimina la acci¨®n perform¨¢tica y mi existencia como artista tambi¨¦n desaparece. A fin de cuentas, los hombres generalmente est¨¢n desnudos en la ducha, en los parques de Berl¨ªn, en las playas nudistas. Y los artistas est¨¢n desnudos en las galer¨ªas, los museos, teatros.
En este caso, ?no deber¨ªamos preguntarnos por qu¨¦ es tan necesario destacar la desnudez de un trabajo art¨ªstico que se muestra en un museo?
Un ejemplo: no creo que nadie se refiera a L¨²cio Costa como ¡°el hombre vestido de Brasilia¡±, porque en esta manera de enunciarlo faltar¨ªan dos informaciones esenciales ¡ªsu nombre y su profesi¨®n¡ª y sobrar¨ªa una, excesiva: la de estar vestido. Quiz¨¢s, por alg¨²n motivo espec¨ªfico, podr¨ªan suprimir su nombre y decir ¡°el arquitecto que dise?¨® Brasilia¡±, o incluso ¡°el arquitecto que dise?¨® el Plano Piloto de Brasilia¡±. En esta formulaci¨®n, se podr¨ªa saber de qui¨¦n estamos hablando y, quien no tuviera ninguna referencia, podr¨ªa buscarlo en Google. Pero si digo ¡°el hombre vestido de Brasilia¡±, como no se trata de enunciar a la persona, sino a la persona que existe en su trabajo, no llegar¨ªamos a L¨²cio Costa.
Por lo tanto, la frase ¡°el hombre desnudo del Museo de Arte Moderno¡± o ¡°el chico desnudo del Museo de Arte Moderno¡± puede crear im¨¢genes distorsionadas sobre lo que ocurri¨® en la apertura de la exposici¨®n. Decir ¡°un hombre estaba desnudo en un museo y una ni?a lo toc¨®¡± es muy diferente de decir ¡°a un artista, al hacer una performance, una ni?a le toc¨®¡±. La primera frase puede provocar miedo, repulsa. La segunda puede producir curiosidad, al fin y al cabo, uno de los atributos del arte. Materializar la relaci¨®n persona-obra aleja las fantas¨ªas.
Pedofilia es una palabra enferma, seria, que no debe transformarse en el apodo de un artista, en meme o ir a parar a internet
P: ?Crees que tu performance se manipul¨® para poder utilizarla en este momento pol¨ªtico turbulento de Brasil?
R: En Brasil, muchos artistas han empezado a ser denominados ¡°ped¨®filos¡± por pol¨ªticos equivocados y sus seguidores. Seg¨²n un art¨ªculo publicado en el blog Le Club de Mediapart por Tania Alice, Gilson Motta y Karel Vanhaesbrouck, ¡°para reducir el presupuesto destinado al arte y obtener el apoyo moral de la poblaci¨®n, el camino m¨¢s eficaz es difamar de manera sistem¨¢tica al artista, que tiene que retratarse como un usurpador, alguien que se enriquece gracias al dinero p¨²blico. Si se le acusa de todos los males, se pueden suprimir los subsidios estatales y privados para el arte, que ya son escasos, con el apoyo de la poblaci¨®n¡±.
Cuando se vincula una acci¨®n art¨ªstica a una incitaci¨®n a la pedofilia, lo que se hace es colaborar para que el trastorno se aleje de su real significado. Esa inversi¨®n es el mayor peligro para la sociedad. Pedofilia es una palabra enferma, seria, que no debe transformarse en el apodo de un artista, en meme o ir a parar a internet. Pedofilia es una enfermedad que no se trata con personas intentando cerrar museos, agrediendo a sus empleados y, mucho menos, manipulando im¨¢genes y difundi¨¦ndolas deliberadamente.
P: ?De qu¨¦ manera los ataques contra ti han alterado tu vida?
R: El episodio de La B¨ºte se parece, simb¨®licamente, al fen¨®meno de la pororoca (formaci¨®n de grandes olas en los r¨ªos amaz¨®nicos, producidas por el choque de corrientes, que se desplazan ruidosamente y causando gran destrucci¨®n). Por un lado, una corriente de informaciones distorsionadas, repetidas a coro por un mont¨®n de gente conducida por trolls y robots. Por otro lado, personas que tuvieron la oportunidad de construir una imagen de s¨ª mismos y del otro donde unos y otros tienen espacio suficiente para existir. En el encuentro de las corrientes, mi vida personal. Mientras tanto, una fuerza extra?a garantizaba mi salud mental, como me ense?aron Caetano Veloso y Louise Bourgeois.
Despu¨¦s de la primera semana de ataques, vi el experimento esc¨¦nico Paris is burning, dirigido por Leonardo Moreira, y la obra de teatro N¨®s (Nosotros), del Grupo Galp?o y dirigida por Marcio Abreu, en el centro cultural SESC Pompeia. Fui a la apertura de la exposici¨®n Levante, en el centro cultural SESC Pinheiros, al lanzamiento del libro Fabula??es do corpo japon¨ºs (Fabulaciones del cuerpo japon¨¦s), de Christine Greiner, en la Casa L¨ªquida. Fui al lanzamiento del ¨¢lbum Momento ¨ªntimo, de la banda Porcas Borboletas, en el Ita¨² Cultural, y tambi¨¦n al concierto Caetano, Moreno, Zeca e Tom Veloso, en el Theatro NET S?o Paulo.
Estuve en cada uno de esos eventos con la sensaci¨®n de que mi espontaneidad hab¨ªa sido violada. Solo podr¨ªa reencontrar esa calidad en las relaciones si segu¨ªa frecuentando los espacios de arte y persist¨ªa en la creaci¨®n de mis proyectos.
¡°All¨ª donde crece el peligro crece tambi¨¦n la salvaci¨®n¡±, escribi¨® el poeta alem¨¢n Friedrich H?lderlin. Fue como intentar arreglar la casa con un terremoto afuera, amparado por amigos y desconocidos, que, r¨¢pidamente, se convirtieron en amigos.
Muchos me abrieron las puertas de su casa, en Brasil y en el exterior. Abogados, comisarios, pol¨ªticos, m¨¦dicos me ofrecieron amparo. Muchos artistas del mundo de la m¨²sica, de las artes visuales, del teatro, de la literatura, del cine, de la televisi¨®n, de la moda, fil¨®sofos publicaron reflexiones importantes sobre La B¨ºte. Otros, como los YouTubers, hicieron v¨ªdeos. Profesionales del mundo de la danza me apoyaron por medio de las redes sociales, de las universidades, de cartas abiertas. Algunos productores tambi¨¦n entraron en contacto conmigo.
No estaba solo. Era lo que todos dec¨ªan. Entonces, no puedo decir que ¡°yo¡± estaba devastado, sino que ¡°nosotros¡± est¨¢bamos atentos. Estamos atentos.
Cuando el discurso pol¨ªtico se sustituye por el discurso moral, este resuena con fuerza en las distorsiones de la religiosidad
P: ?C¨®mo relacionas lo que te ha sucedido con el momento actual de Brasil (y del mundo)?
R: Vivo en Brasil y en Europa. En ambos lugares veo estrategias semejantes para avergonzar a los artistas, a las feministas, al movimiento negro, a la comunidad LGBTQIA+ (Lesbianas, Gais, Bi, Trans, Queer/Cuestionando, Intersexuales, Asexuales/Arrom¨¢nticos/Ag¨¦nero, Pan/Poli y m¨¢s). Y tambi¨¦n para avergonzar a aquellos que no se ven representados por una pol¨ªtica conservadora y autoritaria. Esas estrategias forman parte de una cultura opresiva, independientemente del idioma. Son las mismas y se ense?an hace a?os en muchas escuelas, familias, en la vida social. Tienen tradici¨®n.
Cuando el discurso pol¨ªtico se sustituye por el discurso moral, este resuena con fuerza en las distorsiones de la religiosidad. El discurso moralizante estimula a las personas a actuar y a pensar de una misma manera para despu¨¦s vociferar las mismas frases enga?osas en varios idiomas: ¡°quieren destruir la familia¡±, ¡°desprecian los s¨ªmbolos religiosos¡±, ¡°los artistas son unos degenerados¡±.
Las lenguas son diferentes, pero las acciones se parecen en los efectos que producen. Lo que cambia, quiz¨¢s, es la forma como funciona la justicia hoy en d¨ªa en diferentes lugares, y el n¨²mero de personas comprometidas con que se repitan esas atrocidades.
P: En 2018, el Festival de Teatro de Curitiba tendr¨¢, en su programaci¨®n, momentos para reflexionar-actuar sobre la censura y la violencia contra los artistas y contra el arte. ?De qu¨¦ forma participar¨¢s en este momento tan importante de resistencia, acci¨®n y reflexi¨®n?
R: Este a?o, Guilherme Weber y Marcio Abreu, comisarios del Festival de Curitiba, nos invitaron a Elisabete Finger, Maikon K, Renata Carvalho y a m¨ª a crear una obra de teatro en la que tendremos la oportunidad de transformar, art¨ªsticamente, los ataques que recibimos. Compartiremos esa experiencia con el p¨²blico de manera participativa. Esperamos crear un momento de reflexi¨®n en conjunto.
No se puede ser t¨ªmido pol¨ªticamente o incluso creer que existen personas a las que las manifestaciones oscurantistas no alcanzar¨¢n
P: ?De qu¨¦ forma los ataques contra el arte y los artistas afectan al conjunto de la sociedad?
R: Desde septiembre de 2017 se han creado muchos movimientos en Brasil, organizados por personas que entienden que la p¨¦rdida de los derechos ¡ªciviles, inventivos¡ª genera un espectro en la vida de los que escriben, cantan, bailan, act¨²an, pintan, esculpen los contextos del mundo, al igual que en la vida de los que piensan, act¨²an, se identifican con otras formas de vida diferentes de la que idealiza el coro moralizador.
El riesgo de que se pierdan derechos no est¨¢ restringido solo a los autores de las performances o a los artistas de las exposiciones atacadas en 2017 en Brasil. No se puede ser t¨ªmido pol¨ªticamente o incluso creer que existen personas a las que las manifestaciones oscurantistas no alcanzar¨¢n. Lo que existe es desconocimiento. Y este, s¨ª, en cualquier ¨¢rea, tiene que ser desestabilizado.
P: ?C¨®mo eso afecta a la democracia?
R: El discurso moralizante no se preocupa con la democracia. A los que no forman parte del reba?o hay que separarlos y, para ello, se justifican actos de violencia que nunca podr¨ªan ser justificados.
Hay que desencantar ese mal. Generar un viento contrario a los valores est¨¢ndar mediante acciones sobrias, como problematizar las circunstancias de nuestras cr¨ªticas y dar cr¨¦dito a los contextos en lugar de a las calumnias. Hay que estar comprometido con los dem¨¢s para prevenir, de todas formas, el sufrimiento colectivo provocado por una falsa acusaci¨®n. S¨ª, hay que estar comprometido con los dem¨¢s.
Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de los libros de no ficci¨®n Coluna Prestes - O avesso da lenda, A vida que ningu¨¦m v¨º, Oolho da rua, A menina quebrada, Meus desacontecimentos, y de la novela Uma duas. Web: desacontecimentos.com. E-mail: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter: @brumelianebrum. Facebook:?@brumelianebrum.
Traducci¨®n: Meritxell Almarza.
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