El gran drag¨®n ¡®made in Italy¡¯
Prato, s¨ªmbolo del esplendor textil italiano, es hoy el taller de confecci¨®n chino m¨¢s grande de Europa y un reflejo de la crisis de competitividad nacional
La m¨¢quina de coser nunca tiene sue?o. El zumbido se oye de noche, de madrugada y despierta a los vecinos por la ma?ana. Mandan los pedidos, las necesidades de un patr¨®n que nadie conoce ni quiere conocer. No hay descansos ni recesos para el almuerzo. Justo donde se cruzan la calle Nino Rota y la Pistoiese, en un sucio callej¨®n del pol¨ªgono Macrolotto de Prato, lleno de talleres y un Porsche 911 turbo aparcado en la acera, se cose a destajo y se rematan las prendas que llevar¨¢n el prestigio del made in Italy por el mundo. Una cuarentena de personas, alineadas bajo fluorescentes industriales y abrigadas con anoraks y bufandas, respiran un pesado olor a comida sin levantar la vista de la maquina. ¡°?Alguien habla italiano?¡±. Nadie responde.
La ciudad toscana de Prato (193.000 habitantes), gobernada por el Partido Democr¨¢tico, fue la joya de la corona del poderoso textil italiano. Hoy su coraz¨®n industrial es un macrotaller chino de manufactura de moda low cost que produce m¨¢s de un mill¨®n de piezas al d¨ªa. Mientras la crisis econ¨®mica se llev¨® por delante la mitad de las 4.602 empresas italianas que hab¨ªa en 2006, los negocios de los reci¨¦n llegados se duplicaron convirtiendo esta antigua ciudad medieval en el mayor centro de confecci¨®n de Europa. Una enorme comunidad china (unas 40.000 personas y 18.000 trabajando en el sector) dispuesta a cabalgar la tormenta perfecta al precio que fuera.
En Prato, en el coraz¨®n de la marca Italia, encontraron una estructura urban¨ªstica tradicional de casas taller. Un modelo perfecto para su sistema de trabajo heredado de cuando cada familia ten¨ªa aqu¨ª una peque?a empresa en los bajos de la vivienda. Un cascar¨®n vac¨ªo ¡ªalgunos todav¨ªa con el nombre italiano del viejo propietario¡ªque ocuparon r¨¢pidamente sin apenas tocar nada. Las empresas de confecci¨®n de Prato, que mayoritariamente regentan ciudadanos chinos, pasaron de 2.807 en 2006 a 4.531. Los viejos empresarios, muchos de los que hoy se quejan, sobreviven como rentistas alquil¨¢ndoles sus naves vac¨ªas. "Se pasan la vida criticando a los chinos, pero sin ellos ahora estar¨ªan arruinados", explica uno de los pocos enlaces entre la comunidad asi¨¢tica y las autoridades italianas.
El escritor Edoardo Nesi naci¨® en una familia de industriales del textil de Prato que abandon¨® cuando lleg¨® la crisis. Un d¨ªa decidi¨® contar aquel colapso a trav¨¦s de La historia de mi gente (Salamandra, 2011), que gan¨® el Strega, el premio literario m¨¢s importante de Italia. En una cafeter¨ªa de las afueras de la ciudad, desgrana un an¨¢lisis apunta a un cambio de identidad: primero industrial y luego social. ?El made in Italy? ¡°Es una extraordinaria f¨¢bula seg¨²n la cual el trabajo artesanal italiano se hac¨ªa de manera que se pareciese al arte. Era la belleza encarnada en los objetos y consumida por gente normal. Pero ahora los chinos de Prato se inscriben en la c¨¢mara de comercio, asumen trabajadores clandestinos, compran tejidos en China, los manufacturan y les ponen la etiqueta que certifica su procedencia. No los ha tocado ni una sola mano italiana. Pero para las leyes europeas se trata de made in Italy¡±, relata.
Esa parte es la que m¨¢s duele. La p¨¦rdida de competitividad de muchas empresas italianas en los ¨²ltimos a?os, la sensaci¨®n de que otros pa¨ªses hab¨ªan ganado terreno en la exportaci¨®n, encendi¨® el resquemor hacia las pol¨ªticas econ¨®micas de la UE. Muchos empresarios ya no se esconden y hablan abiertamente de abandono de las instituciones, de falta de protecci¨®n. Alimentada por partidos como la Liga y el Movimiento 5 Estrellas (suman casi el 40% de la intenci¨®n de voto), ha aflorado estos a?os una cierta eurofobia que responsabiliza a Bruselas y a decisiones pol¨ªticas como los embargos comerciales a Rusia de gran parte de los males de las medianas empresas que configuraban el ADN del producto italiano. En Prato hace tiempo que se o¨ªa ese runr¨²n ignorado tanto tiempo en los salones romanos.
¡ªPens¨¢bamos que la globalizaci¨®n solucionar¨ªa todo. Pero no fue as¨ª. Fue un error mezclar las peras con las manzanas. Europa nos ha penalizado.
El padre de Ivo Vignali fund¨® la empresa de tejido para muebles en 1947 en esta ciudad medieval a 25 kil¨®metros al noroeste de Florencia. Desde entonces, las han visto de todos los colores. Primero fue en 2000, cuando se abri¨® el mercado y llegaron los tejidos chinos. Cay¨® la producci¨®n dos tercios, y la misma proporci¨®n de empresas se fueron al garete. ¡°Meter en el Organizaci¨®n Mundial del Comercio a estados que no respetan ninguna regla laboral o de medioambiente nos ha dejado en una mala situaci¨®n¡±. Pero invirtieron y apretaron los dientes. Resistieron especializ¨¢ndose en terciopelo de alta calidad para muebles de marcas extranjeras. La paradoja es que los ¨²nicos productos finales en Italia que salen de Prato son los chinos. ¡°Pero, ?sabe qu¨¦? Quiz¨¢ sin ellos hubiera sido todav¨ªa peor¡±.
El made in Italy, como se?ala el profesor de Econom¨ªa de la LUISS Matteo Caroli, se ha trasladado al sector del lujo y al segmento alto del mercado. Pero Andrea Cavicchi, exitoso empresario de la zona y presidente de la secci¨®n de moda de Confindustria, no lo ve tan negro. La econom¨ªa en Prato est¨¢ remontando ¡ªlas exportaciones italianas tambi¨¦n han repuntado, aunque pol¨ªticamente algunos partidos sigan explotando lo contrario¡ª y apunta algunas buenas se?ales en el ¨²ltimo trimestre. Lo peor ya ha pasado. Pero admite que han fallado controles en aduanas, tambi¨¦n en la inspecci¨®n de talleres. ¡°Los chinos aqu¨ª encontraron un territorio laboral f¨¦rtil y la posibilidad de trabajar donde se buscaba mano de obra a bajo coste y poco exigente con ciertos derechos¡±, apunta Cavicchi en la sede de la patronal industrial.
Tanto que en 2013 se fue de madre y un incendio en un taller clandestino mat¨® a siete personas. El suceso destap¨® las condiciones de esclavitud en las que viven muchos de los nuevos hijos de la cultura del made in Italy. El papa Francisco fue hasta ah¨ª para denunciar la situaci¨®n y desde entonces, el Ayuntamiento ha intentado mejorar la situaci¨®n, pero los problemas no han desaparecido completamente, admite el alcalde de la localidad, Matteo Biffoni. Hace solo un mes, la polic¨ªa detuvo a 33 miembros de una mafia china "hegem¨®nica" en el tr¨¢fico de mercanc¨ªas en Europa que operaba desde Prato. No es la primera vez. El flujo de capitales de la prostituci¨®n y la manufactura ilegal en los talleres clandestinos de Espa?a, como se ha demostrado en varias operaciones policiales, conduce a menudo hasta la ciudad toscana. Y luego, como sucede con la denominaci¨®n de origen de la ropa, se pierde siempre el rastro.