Bots contra la democracia
M¨¦xico, Brasil, Colombia o Italia acuden a las urnas este a?o. La lecci¨®n de 2017 para todos estos pa¨ªses es que no est¨¢n libres de la amenaza de desestabilizaci¨®n
La periodista ruso-estadounidense Julia Ioffe retrat¨® a Vladimir Putin como una especie de apostador geopol¨ªtico. Juega con lo que tiene y, a veces, gana. No tiene mucho, pero una de sus cartas preferidas en estos ¨²ltimos tiempos ha resultado sorprendentemente efectiva a la hora de desestabilizar a sus enemigos: las redes sociales.
¡°Cualquier sistema o red que haya sido optimizada para incluir anuncios lo ha sido tambi¨¦n, impl¨ªcitamente, para difundir informaci¨®n falsa¡±. La frase es del ingeniero e investigador Stephen Merity. Parece que Rusia fue pionera en aprender y aplicar esta lecci¨®n. El pasado viernes conoc¨ªamos la imputaci¨®n del Departamento de Justicia de Estados Unidos hacia varias personas y entidades de origen ruso, todas ellas acusadas de intentar influir en las elecciones presidenciales a trav¨¦s de plataformas en l¨ªnea. Seg¨²n Robert Mueller, el fiscal especial designado para el caso, la trama se remonta a 2014. Y tra¨ªa consigo una inversi¨®n de m¨¢s de un mill¨®n de d¨®lares por mes.
No importa tanto aqu¨ª si la campa?a de Trump se coordin¨® conscientemente con los rusos (importar¨¢ m¨¢s adelante, cuando se pueda probar o descartar definitivamente esta sospecha). Lo significativo del caso estadounidense es que ofrece un ejemplo cristalino de un patr¨®n que tambi¨¦n observamos en las campa?as de Francia, Pa¨ªses Bajos o Catalu?a: bots, perfiles falsos o robados, fake news, anuncios pagados, t¨¦cnicas de astroturfing y otras herramientas destinadas a sembrar la confusi¨®n. En el caso de EE UU, por ejemplo, la supuesta intervenci¨®n rusa no se qued¨® solamente en apoyar a Trump y criticar a Clinton. Tambi¨¦n se dedicaron a favorecer a terceros candidatos, a montar manifestaciones anti-Trump despu¨¦s de que fuese elegido, e incluso a desmovilizar minor¨ªas en el d¨ªa de la votaci¨®n.
M¨¦xico, Brasil, Colombia o Italia (entre otros) acuden a las urnas en 2018. Todos ellos democracias consolidadas, todos ellos aliados de una u otra manera de Estados Unidos. En algunos de estos pa¨ªses ya se ha levantado la liebre de la posible influencia rusa entre la opini¨®n p¨²blica. M¨¢s all¨¢ del inevitable (y triste) uso partidista que se har¨¢ de esta acusaci¨®n, la lecci¨®n de 2017 para todos estos pa¨ªses es que no est¨¢n libres de la amenaza de desestabilizaci¨®n. La pregunta ahora es c¨®mo enfrentarla, teniendo en cuenta que la acci¨®n se produce desde una naci¨®n soberana (Rusia) y que las herramientas legales del estado atacado solo pueden alcanzar a los agentes del ataque que se encuentren en su propio territorio¡ y a las propias empresas que manejan las redes sociales.
Porque no es exclusivamente Rusia quien se aprovecha de ellas. Este es solo un ejemplo extremo de una realidad particularmente preocupante. Si, como afirma Merity, la optimizaci¨®n para la publicidad (y a?adimos aqu¨ª: tambi¨¦n para la difusi¨®n viral de contenidos) conlleva la capacidad de diseminar influencia malintencionada e informaci¨®n falsa, eso significa que el coraz¨®n del modelo de negocio de estas empresas entra en contradicci¨®n con lo que es mejor para la sociedad en su conjunto.
No obstante, el mero intento de deshacer este nudo traer¨ªa consigo dos dilemas a?adidos. Uno regulatorio, que ya es un cl¨¢sico en la era de Internet: ?c¨®mo lograr un esfuerzo legislativo conjunto en un n¨²mero de pa¨ªses lo suficientemente nutrido como para que surta efecto? Pero antes que ese hay otro, m¨¢s complejo e importante. Porque si se emprende dicho esfuerzo, ?qu¨¦ criterios se seguir¨ªan para evitar una intrusi¨®n en los principios de libertad de expresi¨®n? El derecho de perseguir legalmente los intentos extranjeros de influir en unas elecciones dom¨¦sticas va de suyo, pero cuando hablamos de actores locales la l¨ªnea se vuelve m¨¢s gris y peligrosa.
De las respuestas que demos a estas preguntas depende buena parte del futuro de nuestras democracias. No es, eso es cierto, la primera vez que nos enfrentamos la tensi¨®n entre seguridad y libertad. Pero tal vez eran pocos quienes pensaban en estos dilemas mientras usaban despreocupadamente Facebook y Twitter. Una despreocupaci¨®n que todos deber¨ªamos desterrar.
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