Jacob Rees-Mogg, la caricatura que moldea el ¡®Brexit¡¯
El exc¨¦ntrico diputado se ha convertido en el favorito para suceder a May y en el poderoso guardi¨¢n de la esencias del antieurope¨ªsmo
A los 11 a?os expres¨® su intenci¨®n de convertirse en ¡°millonario a los 20, multimillonario a los 40 y primer ministro a los 70¡±. Hoy, Jacob Rees-Mogg ya ha cumplido los dos primeros objetivos. Y la probabilidad de que alcance el tercero mucho antes de lo planeado no es despreciable.
Fuera de su chalet en el exclusivo barrio londinense de Mayfair o de su mansi¨®n del siglo XVII en la buc¨®lica campi?a inglesa, no se le ha visto con otro atuendo que no sea traje -cruzado- y corbata -casi siempre de lunares-. En ocasiones especiales, como el funeral de Margaret Thatcher, remata su look con un sombrero de copa.
Empez¨® a invertir en bolsa antes incluso de entrar en la elitista escuela de Eton. A los 11 a?os, tom¨® la palabra en una junta de accionistas de General Electrics para cantar las cuarenta al consejo por los ¡°pat¨¦ticos¡± dividendos de la compa?¨ªa.
Gracias a una breve carrera en la banca privada, amas¨® una considerable fortuna, valorada hoy en m¨¢s de 100 millones de euros, que complet¨® al contraer matrimonio con una rica heredera. Pidi¨® su mano en un sal¨®n decorado con media docena de van dycks y, en 2007, se casaron en la catedral de Canterbury, en una ceremonia en lat¨ªn.
Cuando el verano pasado naci¨® su sexto hijo, Sixto Dominico Bonifacio Crist¨®bal, Rees-Mogg reconoci¨® que no hab¨ªa cambiado un pa?al en su vida. Eso, dijo, lo hac¨ªa maravillosamente bien la nanny, la misma que le cuid¨® a ¨¦l de ni?o y que le acompa?¨® a interactuar con el vulgo durante la campa?a de las elecciones de 1997, en su primer intento fallido de obtener un esca?o en el Parlamento por el Partido Conservador.
En 2010, a pesar de la oposici¨®n de David Cameron, que lo ve¨ªa como la ant¨ªtesis de su proyecto modernizador del partido, se present¨® por tercera vez y logr¨® entrar en la C¨¢mara de los Comunes.
Entre sus gestas como diputado figuran el haber solicitado un huso horario diferente al del resto del pa¨ªs para su circunscripci¨®n electoral de Sommerset, as¨ª como el haber pronunciado una palabra de 29 letras, floccinaucinihilipilification, la m¨¢s larga escuchada jam¨¢s en la C¨¢mara. La defini¨® en la BBC como ¡°la acci¨®n o h¨¢bito de valorar algo como in¨²til¡±, y dijo que era aplicable a los jueces del Tribunal Europeo de Justicia. La fobia a la UE est¨¢ en su gen¨¦tica, cortes¨ªa de un padre, exdirector de The Times, que fue uno de los fundadores del movimiento antieuropeo.
Jacob Rees-Mogg, de 48 a?os, es una caricatura de las tradiciones inglesas. ¡°Una cabina telef¨®nica roja hecha carne¡±, le describi¨® The Economist. Hasta hace poco era un exc¨¦ntrico diputado sentado al fondo de las bancadas conservadoras. Hoy, cosas del esperpento en que se ha convertido la pol¨ªtica brit¨¢nica, es el favorito en las casas de apuestas para suceder a Theresa May, y uno de los brit¨¢nicos que m¨¢s influyen en el rumbo del Brexit.
Las elecciones de junio del a?o pasado le ofrecieron la oportunidad de brillar como un colorido parche en el manto gris con el que May cubri¨® a los conservadores. El patinazo de la primera ministra convirti¨® a Rees-Mogg en un potencial contrapunto tory a Jeremy Corbyn, el l¨ªder laborista que, desde los m¨¢rgenes de la pol¨ªtica, se vio en el centro de un fen¨®meno de masas juvenil. Un guardi¨¢n de las esencias capaz de cabalgar la ola de la antipol¨ªtica.
Nac¨ªa el culto a la personalidad del Rees-Mogg. Se acu?¨® el t¨¦rmino moggmentum, un gui?o al movimiento que sustenta el corbynismo. El diputado, que responde a los votantes de su circunscripci¨®n electoral por carta, se abri¨® cuentas en Twitter e Instagram.
Tres meses despu¨¦s del fiasco electoral, Rees-Mogg lideraba por primera vez las encuestas de potenciales sucesores de May. Ah¨ª se ha mantenido desde entonces. Fue la estrella del congreso anual del Partido Conservador en octubre. Los ministros, comedidos, apenas lograban llenar el auditorio principal. Theresa May perd¨ªa una nueva oportunidad de fortalecer su liderazgo con el discurso m¨¢s catastr¨®fico que se recuerda. Y los miembros del partido se daban codazos para ver a Rees-Mogg, que saltaba de un evento a otro perseguido por los focos y, henchido de confianza, estiraba su personaje hasta encararse, con su fina educaci¨®n y su acento eduardiano, a los j¨®venes izquierdistas que se colaban en sus actos para boicotearlos.
El pasado mes de enero hallaba el instrumento para canalizar su poder. Fue elegido presidente del European Research Group (ERG), un opaco ¨®rgano de diputados ultra-eur¨®fobos. No tiene p¨¢gina web, ni una lista p¨²blica de miembros, pero se calcula que son entre 30 y 60 que pagan una cuota de 2.000 libras anuales y operan en coordinaci¨®n con ciertos oficiales del ministerio del Brexit que han pertenecido al grupo en el pasado.
Rees-Mogg y el ERG ejercen una presi¨®n constante para evitar que el Gobierno se aleje del camino a una ruptura limpia con la UE. Solo esta semana, mandaron una carta a May en la que le recordaban su compromiso con el Brexit duro y, por si se le volv¨ªa a olvidar, Rees-Mogg se lo record¨® de nuevo en un art¨ªculo en el Telegraph. Su poder radica en que cuentan con suficientes diputados como para hacer al Gobierno perder una votaci¨®n en la C¨¢mara, o incluso para provocar una moci¨®n de censura a la l¨ªder.
Al nombrar ministros a Boris Johnson y a Michael Gove, someti¨¦ndolos a la responsabilidad colectiva del Gabinete, May ha neutralizado a quienes eran sus m¨¢s populares eur¨®fobos. Eso ha dejado a disposici¨®n de Rees-Mogg el trono del Brexit duro.
?l niega cualquier intenci¨®n de completar tan pronto los tres objetivos que se impuso a los 11 a?os. Puede que tenga raz¨®n. Jacob Rees-Mogg tiene la ventaja de que su obsesi¨®n coincide con el tema del momento: el Brexit. Y qui¨¦n necesita sufrir en el poder si puede moldearlo a su medida desde los m¨¢rgenes.
?El Trump ingl¨¦s?
Debajo de su estilo anticuado hay un pol¨ªtico posmoderno. Rees-Mogg encarna la idea del privilegiado gentleman ingl¨¦s, igual que Trump encarna la del millonario americano. Pero Trump no predica a los millonarios, ni Rees-Mogg a los gentlemen ricachones: se dirigen al pueblo que construye esos estereotipos. Al presidente estadounidense, con cuyo equipo Rees-Mogg ha mantenido reuniones, le une tambi¨¦n la comprensi¨®n de que la estridencia es la ¨²nica manera de sobresalir en la pol¨ªtica 2.0. Ese conservadurismo rancio que enarbola dif¨ªcilmente seducir¨¢ al votante medio, pero proporciona a Rees-Mogg una privilegiada trinchera desde la que atacar la ortodoxia liberal y a la ¨¦lite globalizadora. Y eso s¨ª que seduce.
Para sus cr¨ªticos, sus exquisitos modales y su fino sentido del humor, no exento de autoparodia, ocultan a un peligroso fan¨¢tico. No solo en lo que respecta al Brexit, sino tambi¨¦n en asuntos como la econom¨ªa, el cambio clim¨¢tico o el aborto, que no aprueba ni en caso de violaci¨®n.
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