Los contactos ocultos del yerno de Trump con potencias extranjeras le sit¨²an en la cuerda floja

Jared Kushner vuelve a balancearse en la cuerda floja. Las sombras que se ciernen sobre el yerno y asesor del presidente Donald Trump han motivado su expulsi¨®n de la reuni¨®n de inteligencia de la Casa Blanca y han multiplicado las dudas sobre su futuro. En su contra juega no solo su papel en la trama rusa, sino el descubrimiento de que, ante su falta de experiencia y sus deudas familiares, M¨¦xico, China, Israel y Emiratos ?rabes Unidos planearon manipularle en favor de sus intereses.

El que fuera uno de los paladines de la corte imperial, se ha vuelto su eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil. Sobre ¨¦l convergen todas las presiones y dif¨ªcilmente seguir¨ªa en pie si no fuera por el apoyo que a¨²n le brinda el presidente. Pero su poder ya no es el de anta?o. Nada m¨¢s ocupar el cargo, el jefe de gabinete, el general John Kelly, le cort¨® el hilo directo que manten¨ªa con Trump y que le permit¨ªa entrar cuando quisiera en el Despacho Oval. Debilitado, tampoco le han ayudado los escasos resultados de sus gestiones en Oriente Pr¨®ximo ni sus actuaciones al margen del secretario de Estado, Rex Tillerson, y el cuerpo diplom¨¢tico.

Poco querido por los pesos pesados de la Casa Blanca, las dudas sobre su capacidad pol¨ªtica se han agigantado al descubrirse la tupida red de contactos exteriores que ha mantenido al margen del Consejo de Seguridad Nacional. En sus seguimientos, los servicios de inteligencia han sacado a la luz una madeja de llamadas y reuniones al m¨¢s alto nivel de las que Kushner no hab¨ªa informado. Se trata de v¨ªnculos con pa¨ªses cuyos altos cargos, seg¨²n ha revelado The Washington Post, discutieron en privado sobre c¨®mo influir en el yerno de Trump. Los asuntos tratados no han sido hechos p¨²blicos, pero para cualquiera de estos gobiernos la relaci¨®n con EE UU es vital: M¨¦xico, por el Tratado de Libre Comercio; China, por la rivalidad comercial y geoestrat¨¦gica, e Israel, por su propia supervivencia.

Aunque no ha trascendido si efectivamente llegaron a manipular a Kushner, s¨ª que se ha sabido que los Emiratos ?rabes Unidos revisaron la situaci¨®n de sus negocios familiares y que detectaron su debilidad a ra¨ªz de una operaci¨®n inmobiliaria en Manhattan que ha generado una deuda de 1.200 millones de d¨®lares que vence en enero pr¨®ximo.

A estas vulnerabilidades se suma el cerco al que le ha sometido el fiscal especial de la trama rusa, Robert Mueller. El yerno del presidente no es un personaje ajeno al mayor esc¨¢ndalo del mandato. ?l fue uno de los consejeros de Trump que m¨¢s denodadamente apoyaron, en contra del estratega jefe, Steve Bannon, destituir al director del FBI, James Comey, tras su negativa a dar carpetazo a la investigaci¨®n. Es m¨¢s, desde los inicios de la campa?a electoral mantuvo un papel principal en los contactos con Mosc¨² como demuestra que en diciembre celebrase una reuni¨®n con el radiactivo embajador ruso en Washington, Serguei Kislyak, y que le ofreciese establecer un canal de comunicaci¨®n secreto con el presidente ruso, Vlad¨ªmir Putin. El fiscal especial dispone adem¨¢s de miles de correos que Kushner envi¨® durante las elecciones y en sus ¨²ltimas pesquisas ha inquirido sobre sus contactos internacionales.

Despreciado por el gabinete, perseguido por Mueller y sin m¨¢s m¨¦rito que su matrimonio con Ivanka Trump, el yerno del presidente ha empezado a tocar fondo. El ¨²ltimo golpe ha sido su expulsi¨®n de las reuniones matinales donde se tratan los informes calificados de alto secreto. El motivo formal es que el FBI no ha podido completar la investigaci¨®n que debe demostrar que est¨¢ libre de sospecha. Pero la causa pol¨ªtica no se la ha escapado a nadie: Kushner se ha vuelto un compa?ero de viaje inc¨®modo, una bomba andante a la que nadie quiere estrechar la mano. Y menos dar acceso a los grandes secretos de Estado.