Per¨®n, Per¨®n, ?qui¨¦n era Per¨®n?
El peronismo est¨¢ dividido, no tiene candidatos atractivos, su identidad se ha debilitado: tambalea el gigante pol¨ªtico
A comienzos de la d¨¦cada de los ochenta, la Argentina emerg¨ªa de una espantosa dictadura militar. A la vuelta de su exilio, un gran escritor llamado Osvaldo Soriano escribi¨® una novela sobre el origen de la violencia pol¨ªtica llamada No habr¨¢ m¨¢s penas ni olvido. En una de sus escenas memorables, un joven de izquierda y un mat¨®n fascista se disparaban el uno al otro. En el preciso instante en que intercambiaban los tiros, gritaron lo mismo: ¡°?Viva Per¨®n, carajo!¡±.
Ese relato tal vez simbolice uno de los rasgos centrales de la pol¨ªtica argentina en los ¨²ltimos 70 a?os: en el centro del escenario siempre estuvo el peronismo. Con Per¨®n en el pa¨ªs o en el exilio, con Per¨®n vivo o muerto, con el peronismo obedeciendo de puntillas al FMI o enfrentado con las corporaciones empresariales, encarcelando a militares represores o liber¨¢ndolos, con una cara o con la otra, lo cierto es que el peronismo siempre era, como quien dice, el amo de la pol¨ªtica argentina, su identidad madre, su ordenador excluyente.
Pues bien: pareciera que eso est¨¢ cambiando. O que, al menos, se trata de un esquema que exhibe poderosos s¨ªntomas de agotamiento. No ser¨ªa la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, pero para la Argentina se trata de un bruto cambio de dimensiones hist¨®ricas.
Algunos datos ayudan a entender por qu¨¦ es razonable preguntarse si el peronismo sobrevivir¨¢. Dentro de un a?o y medio habr¨¢ elecciones presidenciales en la Argentina. Se sabe que el presidente Mauricio Macri se presentar¨¢ a la reelecci¨®n. Solo hay una persona, dentro del peronismo, que puede competir contra ¨¦l con posibilidad de conseguir un n¨²mero razonable de votos, la expresidenta Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner. Presentarse, para ella, ser¨ªa una aventura riesgosa ya que acaba de ser derrotada en octubre pasado por un candidato muy d¨¦bil, por la sencilla raz¨®n de que una mayor¨ªa holgada la resiste. Macri atraviesa un mal momento. Aun as¨ª, las encuestas que imaginan un escenario de uno contra uno, le adjudican una ventaja superior a los 15 puntos.
Esa pobreza de candidatos se agrava cuando se observa lo que ocurre en el segundo nivel de la pol¨ªtica. La fortaleza del peronismo fue siempre la provincia de Buenos Aires. All¨ª gobierna hoy una joven mujer muy carism¨¢tica, que es la pol¨ªtica m¨¢s popular del pa¨ªs. Pertenece al partido de Macri.
En esa provincia tan peronista, el peronismo viene de ser derrotado en cuatro de las ¨²ltimas cinco elecciones y ni siquiera tiene un candidato conocido para presentar. Otras provincias de fort¨ªsima tradici¨®n peronista, en el interior profundo de la Argentina, son gobernadas desde hace a?os por partidos locales cuyos caudillos no provienen de las huestes del general Per¨®n.
En los ¨²ltimos 15 a?os el peronismo se present¨® dividido en dos opciones, y a veces en tres, en casi todas las elecciones. ¡°Si nos unimos, le ganamos a cualquiera¡±, dicen. Pero la cuesti¨®n es que no se unen, ya no para ganar una elecci¨®n: ni para tomar un caf¨¦ les da.
Algunas personas consideran que la raz¨®n de las sucesivas derrotas del peronismo se debe encontrar en las peleas entre los dirigentes, en su personalismo, su mediocridad, en el sectarismo de Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner: ser¨ªa una cuesti¨®n de superestructura. Pero tal vez todos esos elementos constituyan los s¨ªntomas de una enfermedad y no su raz¨®n de ser.
El general Per¨®n forj¨® en la d¨¦cada de los cincuenta una identidad muy fuerte que se apoyaba en la identificaci¨®n entre su figura y un per¨ªodo que fue muy feliz para los sectores m¨¢s humildes de la Argentina. Esa identidad se transform¨® en un mito con caracter¨ªsticas religiosas y fue tan poderosa que nadie la abandonaba. Durante d¨¦cadas, la identidad peronista fue la amalgama que inclu¨ªa a todo aquel que quisiera entrar. Ah¨ª estaba el pueblo: casi no hab¨ªa otro lugar donde ir.
El peronismo no tiene candidatos atractivos, carece de una ideolog¨ªa que aglutine, su identidad se ha debilitado y est¨¢ fuera del poder
Eso empieza a ser historia frente a un fen¨®meno actual muy perceptible: la identidad peronista se ha debilitado. En los setenta, quien mostrara la imagen de Per¨®n y Evita ganaba una elecci¨®n. En los ochenta y noventa, esas efigies eran necesarias, pero ya no suficientes. Ahora ya nadie las muestra, lo que quiere decir que esa tradici¨®n no suma votos. En ning¨²n mitin se corea la m¨ªtica marchita, esa que dec¨ªa: ¡°Per¨®n, Per¨®n, que grande sos, mi general, cu¨¢nto val¨¦s¡±. Si se le muestra a un joven alguno de los retratos hist¨®ricos de Per¨®n, seguramente dude de qui¨¦n es ese se?or.
El peronismo hoy no tiene candidatos atractivos, carece de una ideolog¨ªa que aglutine, su identidad se ha debilitado y est¨¢ fuera del poder. Como m¨ªnimo, atraviesa una crisis seria, tal vez la m¨¢s profunda de su existencia.
Los lugares comunes del peronismo sostienen que es invencible, que tarde o temprano el subsuelo de la patria se expresa y ellos vuelven al poder, que varias veces los plum¨ªferos de turno los dieron por muertos y ellos siempre volvieron. Y, sobre todo, recuerdan una vieja frase de Per¨®n: ¡°No es que nosotros seamos buenos, es que los dem¨¢s son peores¡±.
En alg¨²n sentido, tienen raz¨®n.
Siempre volvieron, contra todos los pron¨®sticos. Por ahora, el gigante de la pol¨ªtica argentina tambalea, confuso, atribulado, un tanto envejecido. Haga lo que haga ¡ªresucite o muera¡ª ser¨¢ todo un espect¨¢culo, como siempre lo ha sido.
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