Los otros recluidos
Reos y custodios viven en la misma oscuridad y marginaci¨®n, con pocas posibilidades de sanaci¨®n
A lo largo de la historia ha sido dif¨ªcil saber qu¨¦ hacer con los delincuentes. Saber c¨®mo castigarlos. La muerte, el destierro, las mutilaciones o la prisi¨®n, han estado entre las posibilidades. En m¨¢s recientes e ilustrados tiempos, la c¨¢rcel es soluci¨®n estandarizada. Con ella se logr¨® en principio sacar de circulaci¨®n a una persona y evitar que lastime bienes relevantes. M¨¢s recientemente, colocarla en una situaci¨®n de reflexi¨®n y cuidado para posibilitar su rehabilitaci¨®n y retornarlo a la sociedad. En la evoluci¨®n de las sanciones carcelarias, actualmente se busca algo m¨¢s que la mera rehabilitaci¨®n personal. Se quiere que esos individuos se reinserten a la sociedad y formen parte de ella a plenitud.
?Qu¨¦ implica la re-inserci¨®n? Desde luego, no que la persona viva como antes de ir a la c¨¢rcel. Por el contrario, que adquiera un nuevo modo de verse a s¨ª mismo y act¨²e y conviva en cierta normalidad. ?Qu¨¦ tiene que hacerse con una persona para lograr que en su aislamiento adquiriera tal condici¨®n? No la imposici¨®n de una terapia "a la Naranja mec¨¢nica". El Estado no dispone m¨¢s del cuerpo de sus prisioneros. Riesgos aparte, deben aplicarse lineamientos psiqui¨¢tricos, psicol¨®gicos y laborales que le hagan entender a las personas lo ben¨¦fico de los resultados.
Con independencia del fundamento te¨®rico del modelo, su realizaci¨®n es compleja. Quiere lograrse un cambio en personas que han delinquido. Tal vez, en muchas que han tenido su modo de vivir en el crimen, organizado o no. Si se toman en serio las condiciones que deben actualizarse para lograr la reinserci¨®n, es claro que se requieren importantes recursos y personas entrenadas para trabajar en los pretendidos procesos de transformaci¨®n humana. Deber¨ªa haber instalaciones para trabajar en los cambios; cuerpos m¨¦dicos enterados y actuantes; terapeutas personales, familiares y sociales atentos y participativos; educadores y capacitadores que ense?en c¨®mo ganarse la vida en libertad. De todo esto hay poco. M¨¢s bien nada.
Por su condici¨®n protegida, sabemos c¨®mo viven los presos: hacinados y vejados. La situaci¨®n es com¨²n. Forma parte de lo ordinario. Esto se rompe al aparecer un nuevo reporte o contarse los muertos de un mot¨ªn. La normalidad descansa en la necesidad de mantener aislado lo que de suyo debe estarlo. Lo que no se sabe es lo que pasa con quienes tienen a su cargo la vigilancia y la reinserci¨®n de los presos. ?Qui¨¦nes son, c¨®mo viven, qu¨¦ saben hacer, qu¨¦ concepto tienen de s¨ª mismos y de su trabajo? No hay h¨¦roes ni heroicidades en el trabajo penitenciario. Quienes ah¨ª trabajan est¨¢n tan o m¨¢s desparecidos que quienes cuidan.
Por este anonimato, es importante la aparici¨®n del estudio Condiciones de vida y trabajo del personal de los centros penitenciarios federales, elaborada, a solicitud del Comisionado Nacional de Seguridad de M¨¦xico, por las doctoras Elena Azaola y Catalina P¨¦rez Correa. Gracias a ¨¦l sabemos lo maltratados que est¨¢n el personal y los funcionarios carcelarios, las complejidades de su trabajo y el desencanto y lastimosidad en que viven. Sabemos, tambi¨¦n, que aquello que debiera estarse haciendo para reinsertar personas a la sociedad, no se alcanzar¨¢. Al ver la prisi¨®n desde los custodios, de quienes fueron puestos por el Estado para hacer algo nuevo con los presos, sabemos que no hay salvaci¨®n para estos. Que las c¨¢rceles siguen siendo espacios de separaci¨®n. Pudrideros de gente apartada de la circulaci¨®n. Azaola y P¨¦rez Correa ponen a la vista la disposici¨®n al embodegamiento. No por c¨®mo se trata al reo, que ya lo sab¨ªamos, sino a quien debiera ser su reinsertador. A aquel que debiera llevarlo de un mundo de sombras a otro de transformaci¨®n. Hoy sabemos que reos y custodios viven en la misma oscuridad y marginaci¨®n. Viendo pasar los d¨ªas en condiciones no tan diferentes, con pocas y cortas posibilidades de sanaci¨®n.
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