Queda en el aire
Tres d¨¦cadas despu¨¦s de la chilena m¨¢s famosa de Hugo S¨¢nchez, Cristiano Ronaldo logr¨® cuajar una cercana clonaci¨®n ante la Juventus
Como dijo el Poeta: el bal¨®n que yo mismo me centr¨¦ siendo ni?o, a¨²n no baja del espacio como para intentar rematarlo de chilena. Quiz¨¢ por ello, de espaldas al marco de la televisi¨®n y como callado homenaje a D. Hugo S¨¢nchez quise celebrar el vuelo incre¨ªble de Cristiano Ronaldo en Tur¨ªn, depilado, maquillado y con tanga deportiva y brinqu¨¦ lo que parec¨ªan dos metros y medio de altura para rematar en el imaginario la hermosa p¨¢gina hist¨®rica que se viv¨ªa en ese instante. Ahora vivo en el piso de abajo, con unos vecinos que jam¨¢s hab¨ªa visto y con la verg¨¹enza de una ci¨¢tica que parece incurable.
En un abril de hace exactamente treinta a?os llegu¨¦ al Bernab¨¦u con el tiempo suficiente como para negociar una cerveza monumental y jugar al pal¨ªndroma con el boleto de entrada: en platea y parados, cuando en el estadio no hab¨ªa asientos abajo, le ense?¨¦ a unos madridistas que ten¨ªa al lado que Logro?¨¦s al rev¨¦s era Se?orgol y fincamos una amistad instant¨¢nea porque los interfectos creyeron que era magia m¨ªa lo de voltearle las letras al nombre del rival de ese d¨ªa. Dos d¨ªas despu¨¦s, perdidos en una niebla et¨ªlica que nos hab¨ªa mantenido flotando en el aire desde el d¨ªa del partido, segu¨ªamos recreando con la mirada borrosa el milagroso instante en que Mart¨ªn V¨¢zquez (llamado MariPili en el vestidor blanco) ?o fue Gordillo? elevaron el bal¨®n hacia el ¨¢rea del fondo Norte y con Butrague?o como testigo inmediato se cristaliz¨® la incre¨ªble epifan¨ªa de la chilena m¨¢s famosa de Hugo S¨¢nchez, voltereta de celebraci¨®n al calce y pa?uelos blancos por todo el Paseo de la Castellana.
Apoteosis irrepetible, con la gracia particular de un dentista que era gimnasta y tres d¨¦cadas despu¨¦s, la cercana clonaci¨®n que finalmente logr¨® cuajar Cristiano Ronaldo ante la Juventus, la vecchia signora dil calcio. Quiz¨¢ con mayor rigidez en la est¨¦tica aunque con iguales niveles de mamoner¨ªa, pero ni hablar: hasta la grada entera de Tur¨ªn se desgran¨® en aplausos y Zidane se llevaba la mano a la calva ante un milagro de nuestra era. ?Ah, qu¨¦ fuerte que le toque jugar de Salieri en tiempos de Mozart! (como dice Santi), pero el maniqu¨ª del Madrid alcanz¨® una altura y una contundencia digna de la luenga barba de Messi y de todos los messi¨¢nicos que buscan terminar la Liga invictos en el a?o del gran circo independentista¡ queda en el aire toda la verborrea que rodea a los hechos enrevesados de la realidad enredada, queda en el aire toda la neblina de lo banal e intrascendente, el bal¨®n de mi infancia y las ganas de llorar. S¨®lo vuela el instante ef¨ªmero en que todos los elementos del Universo se conjugaron para que un portugu¨¦s tuviera a bien conectar un bal¨®n con la medida justa para redefinir el tiempo, en juego de Champions y por encima de todo.
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