La guerra fratricida del peronismo acaba con la policía tomando la sede del histórico partido argentino
Una nueva dirección colocada por una juez cambia las cerraduras y promete aislar a los kirchneristas
Las verdaderas batallas del peronismo se resuelven por las bravas. Un grupo se impone a otro en alguna votación y toma al asalto la sede de un sindicato, de una agrupación, de un club de fútbol. Así fue siempre en Argentina desde los a?os 40, cuando el general Juan Domingo Perón y sus “muchachos peronistas” ganaron las elecciones y tomaron el poder. Hay hasta una expresión para esta batalla física: “poner el cuerpo”. Ocupar el espacio con personas fieles es clave. Nadie se mueve hasta que lo diga el jefe.
Solo esta larga tradición explica que en Argentina no causara un gran escándalo que una juez, María Servini de Cubría, de más de 80 a?os y siempre protagonista de decisiones polémicas, ordenara intervenir el Partido Justicialista, en teoría el más importante del país, y decidiera sin votaciones ni nada cambiar la dirección para colocar otra comandada por Luis Barrionuevo, un histórico sindicalista?curtido en mil batallas. La cúpula anterior se atrincheró en las escaleras mientras cantaba la marcha peronista.
La policía empujaba, militantes de los dos sectores de espaldas anchas y cara de estar dispuestos a todos se retaron desafiantes, se insultaron, la prensa fue agredida. Parecía que explotaría pero finalmente dejaron pasar la noche y el nuevo grupo tomó el control de la sede principal y cambió las cerraduras. En otros países sería un escándalo descomunal. En Argentina es un episodio más de la novela del peronismo, en permanente guerra interna sobre todo cuando no tiene el poder. “Los peronistas somos como los gatos, cuando gritamos piensan que nos estamos peleando pero en realidad nos estamos reproduciendo”, ironizaba Perón.
Para darle un poco más de salsa, Barrionuevo, que lleva 30 a?os dirigiendo el enorme sindicato de gastronómicos, se hizo famoso en los 90, cuando estaba en el Gobierno de Carlos Menem y dijo: “Tenemos que tratar de no robar por lo menos dos a?os en este país”. Los escándalos de corrupción de esos a?os demuestran que no lo lograron ni dos a?os.
Pero esta batalla no es solo anecdótica. Hay un asunto de fondo que es clave para la política argentina de los próximos a?os. Los empresarios espa?oles que estos días están en Buenos Aires acompa?ando a la comitiva del presidente Mariano Rajoy, y todos los extranjeros y argentinos, quieren saber quién manda en la oposición, quien asumirá el día que Mauricio Macri o su grupo pierdan las elecciones. Es la única manera de atreverse a hacer una inversión a 10 o 20 a?os. Y esa es la guerra.
Una parte del peronismo, que incluye a la mayoría de los gobernadores, quiere un partido de centro o incluso centro-derecha que apueste abiertamente por la economía de mercado y una buena relación con EEUU y los organismos internacionales, con una política económica ortodoxa no muy diferente a la de Macri, aunque con matices. Pero para construir ese grupo necesitan aislar al kirchnerismo, que conserva un fuerte apoyo dentro del peronismo y apuesta por una política heterodoxa que rompa con los consensos de los grandes organismos internacionales. Y en esta batalla hay que enmarcar esta última decisión judicial con la intervención del partido.
Sangre peronista
“La jueza me eligió porque soy un verdadero peronista. La sangre que me fluye es completamente peronista. Voy a hablar con todos los peronistas para rearmar el partido para 2019. Pero los kirchneristas no tiene nada que hacer en el PJ. Ellos ya armaron su propio partido. Quieren usar al PJ de madriguera”, contó Barrionuevo al diario Clarín. Esto es, caben todos menos Cristina Fernández de Kirchner. El destituido, José Luis Gioja, que había apostado por acercarse a la expresidenta ante la evidencia de que tiene muchos votos, acusó a Macri de estar detrás de la operación. “Es una clara intromisión de Macri y sus colaboradores”, dijo.
Otros dirigentes cercanos a la expresidenta creen que de alguna manera se está entregando el partido a personas que quieren pactar con Macri. Pero la operación parece tener el respaldo indirecto de algunos peronistas poderosos, que son precisamente los que están promoviendo el aislamiento de los kirchneristas, sobre todo entre los gobernadores de las provincias del interior.
El episodio se agrava por horas con más intentos por parte de los fieles a Gioja de recuperar la sede, tomada por la policía. Pero la batalla es de fondo, y marcará la posibilidad de que los peronistas logren armar un grupo con posibilidades reales de ganarle a Macri en 2019 o, como todo parece indicar, sigan tan divididos que el Presidente tendrá una cómoda reelección.
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