La sombra de la vuelta al populismo
Trece pa¨ªses latinoamericanos votan de aqu¨ª a finales de 2019 en un clima de desconfianza hacia los pol¨ªticos tras a?os de debilidad econ¨®mica, inseguridad y corrupci¨®n
Am¨¦rica Latina est¨¢ decidiendo su futuro pol¨ªtico en un ambiente t¨®xico. Varios a?os de crecimiento econ¨®mico mediocre han frustrado las expectativas de unas clases medias que hab¨ªan ganado terreno durante la ¨²ltima d¨¦cada dorada (2003-2012). La seguridad ciudadana sigue deterior¨¢ndose, notablemente en M¨¦xico y en algunas zonas de Brasil. Con apenas el 8% de la poblaci¨®n mundial, Am¨¦rica Latina registra el 33% de los homicidios cometidos en el planeta. El esc¨¢ndalo de la empresa Odebrecht, que pag¨® sobornos a pol¨ªticos en una decena de pa¨ªses de la regi¨®n, sumado a otras corruptelas han terminado da?ando la credibilidad de la democracia.
En estas circunstancias tan poco esperanzadoras, Am¨¦rica Latina se embarc¨® en noviembre pasado en un marat¨®n electoral. Trece pa¨ªses eligen a sus presidentes de aqu¨ª a finales de 2019, incluidos los cuatro m¨¢s populosos: Colombia (mayo de 2018), M¨¦xico (julio), Brasil (octubre) y Argentina (octubre de 2019). Esta lista excluye a Venezuela, donde en estos momentos no hay ning¨²n indicio de que las elecciones convocadas para el 20 de mayo vayan a merecer ese nombre.
El descontento ciudadano ha llevado a muchos analistas a augurar una vuelta al populismo o, peor, un cuestionamiento del propio sistema democr¨¢tico, que con tanto esfuerzo se ha ido construyendo en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Precisamente en 2018 se cumplen 40 a?os del arranque, en Rep¨²blica Dominicana, de la vertiente latinoamericana de la llamada ¡°tercera ola democratizadora¡±, como el polit¨®logo estadounidense Samuel Huntington defini¨® las transiciones que se produjeron sucesivamente en el sur de Europa, en Am¨¦rica Latina y en el este de Europa entre 1974 y 1989.
Hay riesgos. Especialmente en M¨¦xico. Pero no todo es sombr¨ªo. Primero, en t¨¦rminos comparativos, la democracia latinoamericana muestra una resiliencia saludable. En un mundo en que los autoritarismos de distinto signo est¨¢n avanzando, en Am¨¦rica Latina solo hay dos casos claros de reversi¨®n democr¨¢tica: Venezuela y Nicaragua, que se suman a Cuba como las ¨²nicas dictaduras de la regi¨®n. Bolivia es una inc¨®gnita, pero lo m¨¢s probable es que, si los bolivianos quieren apartar a Evo Morales del poder despu¨¦s de 13 a?os, lo logren en las elecciones de octubre de 2019. Otro caso preocupante es Honduras, donde Juan Orlando Hern¨¢ndez consigui¨® ser reelegido en noviembre con una victoria salpicada por las sospechas de fraude.
Una victoria de AMLO no convertir¨ªa M¨¦xico en una segunda Venezuela, pero habr¨ªa con gran seguridad un retroceso econ¨®mico y pol¨ªtico
Pero m¨¢s all¨¢ de esta atm¨®sfera anti-pol¨ªtica, hay otros factores que conviene tener en cuenta. Uno es el reflujo de la llamada marea rosada en Am¨¦rica del Sur, el giro del poder hacia el centro-derecha. Esa tendencia se manifest¨® en Argentina con la victoria de la coalici¨®n de Mauricio Macri en las elecciones legislativas de octubre de 2017 (y que probablemente se repetir¨¢ en las presidenciales de 2019). Tambi¨¦n se ha visto en Chile con el triunfo, por un margen contundente en la segunda vuelta, de Sebasti¨¢n Pi?era el pasado diciembre. Seg¨²n los estrategas de su rival, Alejandro Guillier, el factor decisivo fue el temor de la clase media-baja a que la izquierda pusiera en riesgo su avance socioecon¨®mico con pol¨ªticas m¨¢s radicales. Junto a la rabia ciudadana est¨¢ el miedo, menos visible pero igual de importante.
La fragmentaci¨®n pol¨ªtica es otro factor clave. Los partidos tradicionales sufren un debilitamiento a nivel global, pero en Am¨¦rica Latina las divisiones pol¨ªticas se han visto agudizadas por ciertos debates sociales. Algunos evang¨¦licos se han unido a grupos de cat¨®licos conservadores para cuestionar la ¡°ideolog¨ªa de g¨¦nero¡± ¡ª?u??n concepto inexistente¡ª y el matrimonio gay. En Costa Rica, un predicador evang¨¦lico, Fabricio Alvarado, logr¨® pasar a la segunda vuelta en las elecciones del pasado 1 de abril, que finalmente gan¨® Carlos Alvarado, exmiembro del impopular Gobierno saliente de centro-izquierda.
En M¨¦xico, el clima de des¨¢nimo con las instituciones pol¨ªticas puede aupar al poder a Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador (AMLO), el eterno candidato de la izquierda populista. Fracas¨® en 2006, aunque por los pelos. Tampoco tuvo ¨¦xito en 2012, porque, en ausencia de una segunda vuelta, los electores que no simpatizan con ¨¦l se lanzaron al voto ¨²til y apoyaron mayoritariamente al candidato con m¨¢s posibilidades de derrotarlo.
En Brasil est¨¢ Jair Bolsonaro, un exmilitar de extrema derecha con un discurso machista, antisistema que promete mano dura para incrementar la seguridad
Este a?o es diferente. Hay un hartazgo patente con el crimen y la corrupci¨®n que han reverdecido durante la presidencia del priista Enrique Pe?a Nieto. AMLO ha cometido, hasta ahora, menos errores en la campa?a electoral. Adem¨¢s, el Gobierno le ha ayudado, de forma sospechosa, recurriendo a la Procuradur¨ªa General de la Rep¨²blica para intentar liquidar a Ricardo Anaya, el joven y moderno candidato de M¨¦xico al Frente, una coalici¨®n del PAN (conservador) y el PRD (centro-izquierda). Sin embargo, las acusaciones de lavado de dinero en contra de Anaya no tienen, aparentemente, fundamento. Por cierto, hasta ahora Donald Trump no ha tenido ning¨²n impacto en la campa?a. La agenda es puramente dom¨¦stica.
Una victoria de AMLO no convertir¨ªa M¨¦xico en una segunda Venezuela, pero s¨ª habr¨ªa un retroceso econ¨®mico y pol¨ªtico. Los instintos pol¨ªticos del candidato son los mismos del PRI populista y nacionalista de Luis Echeverr¨ªa en los a?os setenta. Aquellos que llevaron el pa¨ªs a la bancarrota. Un triunfo de AMLO pondr¨ªa a prueba los fr¨¢giles contrapesos al poder de la incipiente democracia mexicana. El populista ha prometido extirpar la corrupci¨®n con la mera voluntad presidencial, en vez de impulsar una fiscal¨ªa verdaderamente independiente. Tambi¨¦n ofrece someterse a un proceso revocatorio cada dos a?os, que es el primer paso para debilitar el tab¨² mexicano contra la reelecci¨®n presidencial. En el tablero geopol¨ªtico latinoamericano, un M¨¦xico con L¨®pez Obrador al mando ofrecer¨ªa un salvavidas diplom¨¢tico a Venezuela y Cuba.
En Brasil, la tendencia dominante es la fragmentaci¨®n, que convierte esta cita electoral en la m¨¢s incierta desde 1989 (cuando gan¨® Collor de Melo, un hombre del sistema con apariencia de outsider). La inhabilitaci¨®n de Luiz In¨¢cio Lula da Silva, favorito en las encuestas, dispersar¨¢ a¨²n m¨¢s el voto. La decisi¨®n del Supremo Tribunal Federal, esta semana, de que se ejecute de forma inmediata la sentencia de encarcelamiento contra Lula por corrupci¨®n hace inviable su candidatura. Y, a ojos de muchos brasile?os, empa?a la legitimidad del proceso electoral.
En la derecha colombiana est¨¢ Iv¨¢n Duque, un hombre m¨¢s moderado y de temperamento menos volc¨¢nico que su principal apoyo electoral, el expresidente ?lvaro Uribe
El principal beneficiario de la salida de Lula podr¨ªa ser Ciro Gomes, exministro y exgobernador del Estado de Cear¨¢, de verbo descontrolado, que representa un ¡°desarrollismo light¡± de centro-izquierda. Y el claro perdedor es Jair Bolsonaro, un exmilitar de extrema derecha con un discurso machista y antisistema, que promete mano dura contra la inseguridad. Que un candidato como Bolsonaro haya logrado ascender hasta el segundo lugar en las encuestas ¡ªen un pa¨ªs tradicionalmente moderado¡ª se explica por el da?o que han causado en el tejido social tanto la recesi¨®n provocada por las pol¨ªticas econ¨®micas de Dilma Rousseff, impuestas desde una ignorancia arrogante, como el descr¨¦dito institucional debido a la corrupci¨®n. La fragmentaci¨®n podr¨ªa ayudar a Bolsonaro a pasar a la segunda vuelta, pero, sin Lula, su rabia tendr¨¢ menos eco entre los votantes. Ojo tambi¨¦n con Joaquim Barbosa, negro, exmagistrado de la Corte Supremo y populista light.
Si esto fuera una elecci¨®n normal en Brasil, el ganador ser¨ªa sin duda Geraldo Alckmin, el sempiterno gobernador de S?o Paulo, un pol¨ªtico s¨®lido pero insulso del PSDB (centro-derecha), el partido del expresidente Fernando Henrique Cardoso. En las elecciones brasile?as son determinantes la maquinaria de los partidos, el dinero (que este a?o se restringe a los fondos p¨²blicos y las donaciones individuales) y el tiempo gratuito de televisi¨®n. Tanto la financiaci¨®n p¨²blica de la campa?a como el tiempo de televisi¨®n se reparten en funci¨®n del peso de cada partido en el Congreso.
Todo esto favorece a Alckmin. ?Pero ser¨¢ una elecci¨®n normal o una posmoderna, en la que las redes sociales y el sentimiento de desprecio por el establishment acaben determinando el resultado? Sabremos m¨¢s en julio, cuando las coaliciones y los candidatos se formalicen y la campa?a despegue en serio.
En cuanto a Colombia, lleva unos a?os viviendo una situaci¨®n parad¨®jica. El Gobierno de Juan Manuel Santos, ya de salida despu¨¦s de ocho a?os, ha sido elogiado mundialmente, principalmente por el acuerdo de paz con los guerrilleros de las FARC, pero tambi¨¦n por sus pol¨ªticas ambientales. Sin embargo, los colombianos est¨¢n mucho menos enamorados de ¨¦l. Muchos desconf¨ªan del acuerdo de paz, el comportamiento econ¨®mico ha sido mediocre y algunos casos de corrupci¨®n han salpicado a la clase pol¨ªtica. No sorprende que la elecci¨®n parezca decantarse a favor de los principales opositores del santismo. En la derecha est¨¢ Iv¨¢n Duque, un hombre m¨¢s moderado y de temperamento menos volc¨¢nico que su principal apoyo electoral, el expresidente ?lvaro Uribe. En la izquierda est¨¢ Gustavo Petro, exguerrillero del M-19 y exalcalde de Bogot¨¢, que ya reniega de su pasada simpat¨ªa por el chavismo. Es probable que gane Duque y que intente modificar, pero no desmantelar, el acuerdo de paz.
Para volver a un crecimiento econ¨®mico m¨¢s vigoroso y a un progreso social m¨¢s r¨¢pido, Am¨¦rica Latina necesita Gobiernos coherentes, con la capacidad de hacer reformas impopulares (laborales, pensiones, educaci¨®n) pero necesarias para incrementar la productividad. Gobiernos que tengan la osad¨ªa de enfrentarse a la corrupci¨®n y la delincuencia y crear sistemas viables de bienestar social. Por otro lado, la sociedad civil latinoamericana est¨¢ cada vez m¨¢s organizada y es m¨¢s exigente. Para la democracia, esta es la mejor noticia.
Michael Reid es editor senior de The Economist. Su libro ¡®El continente olvidado: una historia de la nueva Am¨¦rica Latina¡¯ se edita en espa?ol este a?o (Planeta).
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