Las manifestaciones abren grietas en el r¨¦gimen de Daniel Ortega
El mandatario ha gobernado Nicaragua durante 11 a?os a golpe de decretos, con un f¨¦rreo control del Ej¨¦rcito y la Polic¨ªa y ayudado por el derroche de la cooperaci¨®n venezolana
Cuando termin¨® la enorme manifestaci¨®n que el lunes llev¨® a decenas de miles de nicarag¨¹enses hacia la sede de la Universidad Polit¨¦cnica de Nicaragua ¡ªbasti¨®n de la resistencia estudiantil contra el Gobierno del presidente Daniel Ortega¡ª, y los manifestantes comenzaron a dispersarse, un grupo de j¨®venes se dirigi¨® hasta la c¨¦ntrica Rotonda La Virgen y prendi¨® fuego a un ¡°¨¢rbol de la vida¡±, una de las grandes esculturas de metal plantadas por las calles del pa¨ªs por la primera dama, Rosario Murillo, y un s¨ªmbolo del poder presidencial.
La gente gritaba al ver arder el monumento de metal, que una hora despu¨¦s se desplomaba con un hondo ruido sobre el suelo. Gritos de j¨²bilo, abrazos y baile. Los nicarag¨¹enses comprend¨ªan que se pod¨ªa lograr lo que hasta hace poco parec¨ªa imposible: retar al poder autoritario del comandante Ortega hasta conseguir que perdiera el control de las calles.
Este despertar popular traducido en in¨¦ditas manifestaciones en Nicaragua comenz¨® hace una semana, cuando el presidente impuso por decreto una reforma del sistema de la Seguridad Social, en coma tras m¨¢s de una d¨¦cada de p¨¦sima gesti¨®n. La poblaci¨®n comenz¨® a convocarse en puntos c¨¦ntricos de Managua, pero el descontento popular se extendi¨® a todo el pa¨ªs.?La respuesta del Gobierno fue brutal: una represi¨®n que deja al menos 34 muertos, la mayor¨ªa en la capital, seg¨²n ha informado este mi¨¦rcoles el Centro Nicarag¨¹ense de Derechos Humanos (CENIDH).
Desde que Daniel Ortega regres¨® al poder en 2007, ha gobernado con mano dura, forjando una alianza con el sector privado, acallando a los cr¨ªticos y desarrollando una gesti¨®n populista hacia los sectores m¨¢s desfavorecidos.
Una de las primeras medidas de Ortega fue asegurarse la obediencia de la Jefatura del Ej¨¦rcito y de la Polic¨ªa Nacional, por lo que, a golpe de decretos, redujo el control civil de estas instituciones y estableci¨® una relaci¨®n directa con los mandos de seguridad.
Ortega reform¨® el C¨®digo Militar eliminando la prohibici¨®n de reelecci¨®n para el jefe del Ej¨¦rcito, rompiendo de esta manera el cambio peri¨®dico que se realizaba cada cinco a?os en la jefatura del Ej¨¦rcito y destruyendo la institucionalidad militar. Lo mismo ocurri¨® en la Polic¨ªa, donde con el tiempo nombr¨® a un familiar, Francisco D¨ªaz, como el hombre fuerte de la instituci¨®n, aunque la jefa fuera la primera comisionada Aminta Granera.
A los empresarios les ofreci¨® estabilidad y facilidades para hacer negocios, a cambio de que no se metieran en sus decisiones pol¨ªticas. Se cre¨® el Gobierno de consenso, en el que todo lo referente a la econom¨ªa se decid¨ªa a puerta cerrada con las c¨¢maras empresariales. El pa¨ªs registr¨® uno de los mayores ¨ªndices de crecimiento de Centroam¨¦rica, con un promedio anual del 4,5%. Nicaragua no tiene los problemas de violencia de sus vecinos, con una tasa de homicidios incluso menor que la de la pac¨ªfica Costa Rica. El pa¨ªs se convirti¨® en un para¨ªso para atraer inversores, mientras Ortega acallaba las voces cr¨ªticas, encerraba a opositores, atacaba con violencia cualquier manifestaci¨®n en su contra y daba carta abierta al Ej¨¦rcito y la Polic¨ªa de asesinar a posibles rivales.
Fue lo que pas¨® a partir de 2011. Ortega impuso una reforma constitucional para eliminar los candados que le prohib¨ªan la reelecci¨®n, se garantiz¨® el control total del Tribunal Electoral e impuso el fraude electoral como pol¨ªtica de Estado. Desde 2008 el Frente Sandinista ha ganado las elecciones con alt¨ªsimos ¨ªndices de apoyo, en un pa¨ªs donde los votos se cuentan al son del mandatario.
Gran desigualdad
Entonces comenzaron a formarse grupos armados en el interior contra el Gobierno. El Ej¨¦rcito los tild¨® inmediatamente de delincuentes. La estrategia fue eliminarlos con suma precisi¨®n. El cap¨ªtulo m¨¢s dram¨¢tico de esta guerra silenciosa ocurri¨® el a?o pasado, cuando los militares atacaron a uno de estos grupos armados. Entre los muertos hab¨ªa una adolescente y un ni?o. Los cuerpos fueron enterrados en una fosa com¨²n, ante el estupor de los nicarag¨¹enses. Similares hechos se han repetido sin que haya una investigaci¨®n oficial o se establezcan responsabilidades.
Mientras tanto el mandatario, con el apoyo petrolero de Venezuela, entregaba ayudas a los m¨¢s pobres, que ve¨ªan en ¨¦l a una suerte de mes¨ªas en un pa¨ªs con profunda desigualdad. Ortega controlaba las zonas m¨¢s pobres con estas d¨¢divas, manten¨ªa contento a los empresarios, y daba palos a la oposici¨®n y a una clase media descontenta por el creciente autoritarismo del r¨¦gimen y ahogada por el aumento del costo de la vida, el desempleo y el temor a expresarse.
La ingente cooperaci¨®n venezolana ¨Cm¨¢s de 4.000 millones de d¨®lares desembolsados desde 2007-?sirvi¨®, adem¨¢s, para controlar medios de comunicaci¨®n, formar empresas al amparo del Estado, a las que beneficiaba con jugosos contratos, y crear una nueva oligarqu¨ªa: la burgues¨ªa orteguista.
Los empresarios tambi¨¦n se beneficiaron de este derroche petrolero, hasta que Venezuela entr¨® en crisis y empez¨® a menguar el dinero y cayeron las exportaciones nicarag¨¹enses al gobierno chavista. Tras 11 a?os de despilfarro, el Gobierno tuvo que empezar a tomar decisiones dr¨¢sticas. Las reformas al Seguro Social despertaron un descontento acumulado desde hac¨ªa tiempo y desencadenaron las in¨¦ditas protestas que han abierto grietas en un r¨¦gimen que hasta hace una semana parec¨ªa inquebrantable.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.