Anatom¨ªa del insulto en Colombia
El escritor Juan ?lvarez reflexiona en un ensayo sobre la ofensa como punto de observaci¨®n del lenguaje, la historia y el poder
Hablar de insultos puede parecer un ejercicio tautol¨®gico, una recreaci¨®n innecesaria. Es f¨¢cil creer que la ofensa, en su fase m¨¢s literal, se explica sola. Que, como se suele decir err¨®neamente de un chiste, no necesita m¨¢s. En Colombia, un pa¨ªs donde palabras como gonorrea son frecuentes y, Netflix mediante, han conformado un imaginario alterado de un patrimonio ling¨¹¨ªstico, el agravio, verbal y no verbal, es en realidad un asunto de m¨¢xima seriedad. Tiene que ver con la historia, con el drama del pasado y las tensiones del presente. Y, m¨¢s en general, su observaci¨®n ayuda a pensar algunos acontecimientos, los resortes del poder y a entender mejor los rasgos de una sociedad.
As¨ª que no se trata de hablar de una mera expresi¨®n o vocablo, sino de un hecho. Un ¡°hecho del lenguaje¡±. Juan ?lvarez (Neiva, 1978), narrador y novelista, llega al ensayo tras a?os de reflexiones que empezaron a plasmarse durante un doctorado en estudios culturales en la Universidad de Columbia de Nueva York. Insulto. Breve historia de la ofensa en Colombia (Seix Barral) no es un inventario de injurias nacionales ni de locuciones popularizadas por las series de televisi¨®n. Es un libro que aborda el comportamiento en un sentido amplio: en el ¨¢mbito literario, pol¨ªtico y en esa conversaci¨®n digital incesante donde proliferan los comentarios ef¨ªmeros. De la Independencia al d¨ªa del asesinato de Jorge Eli¨¦cer Gait¨¢n, de Jos¨¦ Mar¨ªa Vargas Vila a Fernando Vallejo, este es un intento, soportado por una valiente apuesta editorial, de comprender algunos engranajes clave de la ret¨®rica.
Pero, ?por qu¨¦ el insulto? ¡°Creo que fue el hecho de que era una manera de estar cerca de la idiosincrasia, de la historia, de las tensiones contempor¨¢neas de Colombia, pero al mismo tiempo no estar tan cerca¡±, explica ?lvarez. Un lugar ¡°en el que tratar la violencia, acercarte a ella, tantearla, sin entrar en la trampa¡±. Una forma, en definitiva, de pensar sobre el lenguaje desde un punto de observaci¨®n privilegiado, al mismo tiempo ¡°semicolombiano, pero no plenamente nacional¡±.
¡°Quiz¨¢ no haya, no sea posible, un discurso del insulto¡±, concluye el autor en las ¨²ltimas p¨¢ginas. Pero el agravio s¨ª es un recurso ¨²til para ver, o volver a ver, qu¨¦ nos pas¨® y qu¨¦ nos pasa. ¡°Lo que parece cierto es que permanece en el campo del descr¨¦dito ret¨®rico. Es una de esas cosas que est¨¢n desacreditadas, como elogiar en exceso¡±, razona ?lvarez sentado en un local del norte de Bogot¨¢. Ese prejuicio suele limitar la investigaci¨®n cr¨ªtica de este hecho ling¨¹¨ªstico. ¡°Estamos acostumbrados al maltrato que se hace con las palabras y hay muchas otras formas de maltratar con el lenguaje. Con el silencio, por ejemplo¡±.
¡°La gente estaba obsesionada con la idea de que pensar el insulto era pensar un cat¨¢logo de groser¨ªas¡±, contin¨²a. En cambio, precisamente las acciones de ofender o sentirse ofendido ¡°pueden ser colectivas, muy amplias, y en esa medida est¨¢n sintetizando millones de operaciones mentales¡±. ¡°Cuando un ministro de Exteriores escribe una carta a otro para decir que han deshonrado una bandera, un s¨ªmbolo¡±, esa falta de respeto descubre algunos sentimientos que, en ocasiones, pertenecen a una multitud. Tambi¨¦n por esta raz¨®n, las modalidades y los tiempos del agravio son tan relevantes.
Hoy lo observamos cada vez que nos asomamos a internet, a las redes sociales. Parecer¨ªa que el perjuicio debe ser un objetivo de todo el que expresa una opini¨®n. Y probablemente esta sea una visi¨®n algo superficial que, como se?ala ?lvarez, olvida lo m¨¢s importante. Esto es, los efectos de estas estructuras digitales. ¡°Estamos en el albor de internet y ciertamente la arquitectura promueve lo declarativo, no estimula las preguntas, no estimula los dibujos, los sonidos¡ Claro que los seres humanos nos estamos convirtiendo en medios al mismo tiempo. Hemos estimulado la declaraci¨®n tajante, atractiva, nos hace pensar que [la red] es un cultivo de pasiones y de la ofensa, pero hay que tener cuidado en categorizarlo. Desde el insulto me parece interesante qu¨¦ puede haber que estimule estos comportamientos¡±, reflexiona.
Mientras tanto, esas figuras clave de la vida p¨²blica, los asesores de comunicaci¨®n pol¨ªtica, aprovechan estas herramientas en funci¨®n de una estrategia. ¡°Hay una industria de los sentimientos en internet y, m¨¢s a¨²n, de los sentimientos en ¨¦poca electorales¡±. Los que quieran ir m¨¢s all¨¢ de las recetas, del marketing a secas, tendr¨¢n en este ensayo una br¨²jula para comprender, en profundidad, c¨®mo funcionan algunos dispositivos del lenguaje.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.