Una bomba de racimo contra la estabilidad
La decisi¨®n de Donald Trump de romper el acuerdo nuclear con Ir¨¢n a¨ªsla a Estados Unidos y da?a al comercio y al precario orden global.
Donald Trump es un destructor nato. Nada hay positivo en su balance. Su incapacidad para construir es tan expl¨ªcita como su verbosidad, tergiversadora y amenazadora. La ¨²nica construcci¨®n que ha proyectado es el muro con M¨¦xico, que sirve para dividir. Todo lo dem¨¢s, hasta ahora, ha sido destrucci¨®n. Ni siquiera el incipiente y todav¨ªa incierto acuerdo nuclear con Corea del Norte le pertenece como proyecto, sino que es en propiedad de las dos Coreas, con m¨¦ritos compartidos con China y Jap¨®n.
El paisaje de destrucci¨®n en a?o y medio ya es devastador. En el cap¨ªtulo internacional, ha roto el acuerdo del clima de Par¨ªs; y los grandes pactos comerciales con Europa, con los pa¨ªses de la cuenca del Pac¨ªfico e incluso con sus vecinos M¨¦xico y Canad¨¢ han pasado ya por su incansable trituradora. En el plano nacional, lo mismo ha sucedido con la reforma del sistema sanitario, los programas de integraci¨®n de los hijos de inmigrantes o su recorte de impuestos para los m¨¢s ricos, que destruye la redistribuci¨®n y la equidad.
Washington ha dilapidado su credibilidad como promotor del orden multilateral internacional
en el siglo XX
Con tales antecedentes, no deb¨ªa extra?ar el pu?etazo mortal que acaba de asestar al acuerdo nuclear con Ir¨¢n. No ha sido as¨ª: la sorpresa y la estupefacci¨®n, especialmente entre los pa¨ªses aliados de EE UU, no hace m¨¢s que crecer a medida que se eval¨²an los efectos de un golpe tan lamentable que repercutir¨¢ negativamente en el comercio mundial, en la estabilidad en Oriente Pr¨®ximo, en el incremento de los precios del petr¨®leo y, especialmente, en la geometr¨ªa y la calidad de las relaciones internacionales.
Ante todo, por la envergadura, la eficacia e incluso la ejemplaridad del acuerdo, una aut¨¦ntica joya del multilateralismo, forjado a contracorriente en 2015, en un momento en el que ya regresaba el unilateralismo y el aislacionismo. En ning¨²n caso el "peor acuerdo de la historia", como el mentiroso compulsivo que ocupa la Casa Blanca ha predicado desde que arranc¨® su campa?a electoral. El resultado del acuerdo fue que la peligrosa potencia regional chi¨ª que es Ir¨¢n suspendi¨® su programa nuclear durante un largo periodo; a cambio, quedaron descongelados sus haberes depositados en el extranjero y levantadas las sanciones comerciales impuestas en castigo por su desobediencia a las resoluciones de la ONU.
La ruptura del acuerdo dinamita la relaci¨®n trasatl¨¢ntica, estimula la guerra en Oriente Pr¨®ximo y oscurece el horizonte de desarme
La Agencia Internacional de la Energ¨ªa, que realiza las inspecciones, ha certificado de forma continua el cumplimiento del acuerdo, que no es fruto de un capricho de Obama, tal como Trump da a entender, sino de un arduo trabajo diplom¨¢tico durante 15 a?os de complejas y torturadas negociaciones, en las que han participado Rusia, China, Alemania, Reino Unido, Francia y Estados Unidos, adem¨¢s de Naciones Unidas y la UE; dos presidentes estadounidenses, George W. Bush y Obama, y tres presidentes iran¨ªes, Mohamed Jatam¨ª, Mahmud Ahmadineyad y Hasan Rohan¨ª.
Quien lo ha roto ahora, en incumplimiento de sus compromisos internacionales, no ha sido Teher¨¢n, sino Washington, que ha merecido el calificativo de rogue State o Estado gamberro, reservado hasta ahora para Libia o Siria en las p¨¢ginas del Financial Times (Philip Stephens, 'C¨®mo debe reaccionar Europa ante Trump', 11 de mayo).
Los desperfectos son enormes y globales, y empiezan por la propia superpotencia americana, definitivamente desprovista de credibilidad y previsibilidad en sus decisiones y pactos. Es cosa de Trump, naturalmente, pero no solo. Hasta hace apenas unas semanas el presidente estaba rodeado de personas con un m¨ªnimo de sensatez en la consideraci¨®n de los asuntos internacionales, pero esto se termin¨® con la sustituci¨®n del secretario de Estado Rex Tillerson por Mike Pompeo y del consejero de Seguridad Herbert McMaster por John Bolton, dos halcones belicistas que ans¨ªan liquidar el r¨¦gimen de Teher¨¢n a bombazos.
Estados Unidos ya sabe cu¨¢nto cuesta restaurar su capacidad de disuasi¨®n militar, especialmente despu¨¦s del desastre de Siria, donde Obama amenaz¨® con intervenir en caso de que el r¨¦gimen de Bachar el Asad utilizara armas qu¨ªmicas, como ha hecho reiteradamente. Ahora y en los pr¨®ximos a?os, EE UU conocer¨¢ adem¨¢s los enormes costes de restaurar la fiabilidad de sus presidentes y de su Administraci¨®n a la hora de sostener los pactos, y puede que los conozca muy pronto cuando se disponga a negociar con Corea del Norte un acuerdo nuclear como el que ha destruido con Ir¨¢n. ?Qui¨¦n confiar¨¢ a partir de ahora en la palabra de su presidente?
El segundo cap¨ªtulo de los desperfectos es uno de los artefactos m¨¢s delicados y cruciales del orden occidental, como es el lazo trasatl¨¢ntico. Esta relaci¨®n de cooperaci¨®n, a la vez bilateral y multilateral, con el conjunto de pa¨ªses europeos fue forjada a lo largo del siglo XX durante dos enormes tragedias como fueron las dos guerras mundiales y tras la Guerra Fr¨ªa con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, una larga y angustiosa etapa de 40 a?os de confrontaci¨®n ideol¨®gica y amenazas nucleares.
La confianza que se ha minado no ha sido ¨²nicamente institucional, sino tambi¨¦n personal. Macron y Merkel han invertido todos los esfuerzos imaginables, hasta pisar la zona de riesgo con propuestas como renegociar o ampliar el acuerdo con Ir¨¢n, para evitar que Trump tomara la fat¨ªdica decisi¨®n.
Las sanciones econ¨®micas al m¨¢s alto nivel que Washington va a imponer van a afectar a los intereses leg¨ªtimos y legales de numerosas empresas europeas, entrando en resonancia con las guerras comerciales que Trump est¨¢ dispuesto a librar en su cruzada contra el d¨¦ficit comercial y en nombre de la protecci¨®n de los puestos de trabajo estadounidenses. El regreso al r¨¦gimen de sanciones a Ir¨¢n, en cambio, apenas afectar¨¢ a las multinacionales chinas e indias, y ser¨¢ muy directo para las japonesas y surcoreanas, adem¨¢s de las europeas. Es decir, para quienes han sido hasta ahora los aliados de EE UU.
Pero el mayor golpe lo sufrir¨¢ Oriente Pr¨®ximo, una regi¨®n crucial para la estabilidad europea, productora de terrorismo y de migraciones masivas que pueden multiplicarse en caso de una guerra entre Israel e Ir¨¢n sobre territorio sirio. La ruptura del acuerdo con Ir¨¢n se ha producido casi simult¨¢neamente al ataque iran¨ª con misiles contra el Gol¨¢n ocupado por Israel y las represalias devastadoras de la aviaci¨®n israel¨ª sobre contingentes iran¨ªes en Siria, como si Trump hubiera dado permiso para pasar de la actual guerra por procuraci¨®n a la guerra abierta.
El pu?etazo de Trump deja pocos vencedores. Son a corto plazo los rendimientos que puedan sacarse, por ejemplo en los precios del petr¨®leo para los pa¨ªses productores. La Rusia de Putin, superpotencia spoiler que suele sacar beneficios de la inestabilidad de todos, intentar¨¢ explotar la crisis tras?atl¨¢ntica e incrementar¨¢ su paternalismo protector sobre Teher¨¢n.
Los extremistas israel¨ªes e iran¨ªes y los belicistas de todo bordo son los mayores beneficiados. Tambi¨¦n Arabia Saud¨ª y Emiratos ?rabes Unidos, enemigos jurados de Ir¨¢n, de quien temen menos el arma nuclear que su vitalidad econ¨®mica, social y diplom¨¢tica. Los pr¨ªncipes petroleros quieren sacar de este envite el beneficio de la hegemon¨ªa regional por la que ya pelean en Siria y en Yemen. El embargo sobre el petr¨®leo iran¨ª les da una propina a corto plazo con la subida de los precios.
Vence Trump, ciertamente. El mentiroso en jefe puede seguir exhibiendo que cumple sus promesas, algo que le permite amarrar a su electorado m¨¢s extremista y buscar un segundo mandato en 2020. No es America first, sino Trump first, como ha se?alado Javier Solana, que conoce bien el acuerdo con Ir¨¢n porque particip¨® en su construcci¨®n como alto representante de la UE.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.