La mujer, sujeto sexual
El principio de la inferioridad del sexo femenino y los sistemas masculinos de representaci¨®n consiguen enturbiar su relaci¨®n de la mujer consigo misma y con las dem¨¢s
Todos, hombres y mujeres, en teor¨ªa, son sujetos y objetos de deseo de otros. Todos somos sujetos corp¨®reos, reales y, por tanto, sexuados y sexuales, aunque apenas le demos valor a esta condici¨®n. Sin embargo, gracias a ella sentimos, pensamos, deseamos, so?amos, amamos, nos relacionamos, creamos... Los humanos no podr¨ªamos serlo sin ser sexuales y esta condici¨®n es un valor, un inconmensurable tesoro que nos estructura profundamente, pues transita todo nuestro ser.
Todos los individuos somos sujetos sociales e hist¨®ricos. Nacemos en una sociedad determinada, que nos envuelve con sus significados, sus normas, mandatos, h¨¢bitos, papeles, tareas, modelos de comportamientos adecuados... Aprendemos a nombrar en ella y a relacionarnos con otros. Lo social se interioriza, se muta en palabras, en gestos, en narraci¨®n existente, en cuerpos que sienten y piensan, sexuados y sexuales viviendo su tiempo junto a otros. Nos educan y nos socializamos en la aceptaci¨®n de lo establecido, lo dicho y lo narrado, sin ser conscientes de ello. La conformidad con lo dado, con lo gen¨¦rico, es un instrumento muy poderoso para perpetuar la realidad social vigente.
El orden patriarcal, en el que nos socializamos todos, encierra un hondo desequilibrio valorativo entre los sexos, inscrito en lo simb¨®lico y en la realidad relacional que nos afecta. En ¨¦l, el poder social lo sustenta el sexo masculino. El principio de la inferioridad del sexo femenino y los sistemas masculinos de representaci¨®n, pretendi¨¦ndolo o no, vac¨ªan a la mujer de su significaci¨®n de sujeto, y consiguen enturbiar su relaci¨®n consigo misma y con las dem¨¢s mujeres. La misoginia se instala en los dos sexos, convirtiendo a las mujeres en avergonzadas y culpables. La opresi¨®n de lo femenino y de las mujeres van de la mano, se unen en una trama de subyugaci¨®n, que dificulta que las mujeres lleguen a ser sujetos en su existencia junto a otros, pues su sentido tiende a construirse al margen de ellas, en el olvido de s¨ª mismas como sujetos en relaci¨®n con otros.
Poco a poco, las mujeres aprenden a vivir como normal el desempe?o del papel de sujetos sociales y sexuales de segundo orden, de sujetos subordinados o, incluso, cosificados, convertidos, a menudo, en objetos sexuales de uso y disfrute, que callan sus palabras. El sujeto mujer es usado y exhibido como objeto er¨®tico, decorativo, accesible, comprable... Las mujeres se mutan en un producto del so?ar de los hombres, se acostumbran a imitar a aquellas deseadas y valoradas por estos, a aparentar y a convertirse, sin ser conscientes de ello, en s¨ªmbolos del poder masculino. La adaptaci¨®n y la conformidad con su papel femenino son enaltecidas y reforzadas por medio de m¨²ltiples y diversos mecanismos.
A las mujeres se nos ense?a a renunciar incluso a nosotras mismas, aprendemos que somos sobre todo para otros, para cuidarlos, nutrirlos, servirles en sus prop¨®sitos, amarles, ayudarles, sostenerlos emocionalmente... Y ser para otros tambi¨¦n implica ser cuerpo para otros. La irracional aceptaci¨®n de que nuestro cuerpo no nos pertenece es un elemento clave de la sujeci¨®n de la mujer en una sociedad patriarcal. Tambi¨¦n lo son la gesti¨®n de la sexualidad femenina y de la reproducci¨®n. El sujeto mujer enmudece en su papel de obediente, de seguir los mandatos de otros en la ignorancia de s¨ª misma.
Las mujeres nunca deber¨ªamos ser tratadas como cosas, como mercanc¨ªas sexuales usables: no es justo, ni digno, ni humano. No se nos debe violentar por ser mujeres. Somos sujetos sexuales de igual valor que los hombres y derecho a nuestro desarrollo, personas capaces de dar vida, de crear mundos, de hacer crecer y modelar la vida de otros en cada instante vivido, en cada mirada de afecto, en cada caricia que alimenta el alma y da fuerzas al otro para seguir; sujetos capaces de transformar la realidad.
Las mujeres nos desenvolvemos en un constante conflicto entre la supuesta igualdad entre los sexos y la desigualdad real. Solo un posicionamiento consciente, decidido y tozudo frente al natural devenir de las cosas puede transformar la realidad relacional entre los sexos. La consciencia es el modo de ser sujeto. Se llega a ser sujeto comprendi¨¦ndose, consider¨¢ndose y conduci¨¦ndose como tal.
Construirnos como sujetos sociales y sexuales es el gran tema de la libertad de ser. Tambi¨¦n las mujeres tenemos que cambiar y desprendernos de nuestras propias cadenas, interiorizadas en el proceso de socializaci¨®n en un orden injusto. Tenemos que decidir con propiedad y elegir conscientes, sabiendo lo que realmente deseamos. El h¨¢bito de razonar se entrelaza con la libertad interna, al razonar creamos. Todo comportamiento comunica verdades. ?Que nuestro comportamiento no trivialice lo femenino, que no sea mis¨®gino, que sea soberano!
Las mujeres tenemos que recordar que somos sujetos sexuales de igual valor que los hombres, sujetos deseantes, que deciden y act¨²an como sujetos, due?os de sus palabras, de sus cuerpos y de sus narraciones de vida. Tenemos que valorar nuestra condici¨®n sexual, respetar nuestra sexualidad femenina, nuestro particular desear e interactuar con otros de igual a igual, y jam¨¢s dejar de hacerlo. Nadie puede ser por nosotras. Nuestra vida es nuestro asunto m¨¢s importante. Somos responsables de nosotras mismas, de nuestra personal narraci¨®n de vida. ?Hagamos que sea hermosa en su profunda humanidad y que podamos sentirnos orgullosas de nuestras creaciones. ?Es hora de ser! Si no, ?cu¨¢ndo?
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